Palabras pesadas

Verdades

25-04-2018 / Lecturas, Palabras Pesadas, Política y Sociedad
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Una mirada sobre los universos de interpretaciones en juego a raíz de las discusiones que por estos tiempos nos atraviesan.


Verdades

Por Tefi Nosti.

Hasta el más valiente de nosotros pocas veces tiene valor para enfrentarse con lo que realmente sabe.
Fiedrich Nietzsche.

Las verdades en mi vida han sido varias. He tomado banderas y creído haber derribado mitos. He sido cuestionadora y cuestionada. He pretendido inculcar en otros fundamentos de los más diversos asuntos que se presentaban ante mis ojos aparentemente obnubilados tras siglos de mentiras humanas. Me consideraba poderosa en mi verdad, transformadora, necesaria. Pero después he vuelto hacia atrás con ciertas dudas, ¿aquellas verdades eran absolutas? ¿Qué hay de cierto y real en todo, siquiera en alguna cosa? ¿Quién puede dar algún tipo de certificado de validez no perecedero?

Hay un tema de una de las bandas que más detesto que habla sobre las idas y venidas en las creencias propias, sobre la experimentación a través de religiones, a través de modos de vestir, de grupos de pertenencia y de formas de alimentarse. Meterse “en la onda de”, incorporar determinada terminología y construir una forma de presentarse con todo ese bagaje de saberse parte de un mundo.

El problema comienza con la partición de ese mundo, con la grieta que deja entrever que no estamos suficientemente segurxs de aquello que consideramos un saber, que nos queda en algún momento inconcluso o insuficiente y pensamos: ¿qué hemos hecho? Cómo se vuelve de un discurso tan arraigado en nosotrxs, hecho cuerpo, piel, boca y tatuaje.

Cuando el filósofo Darío Sztajnszrajber se refiere a la posverdad, sostiene que aunque la verdad no exista, se generan ciertos consensos sobre determinadas ideas que pasan como si fuesen verdaderas, que logran prevalecer porque suelen coincidir con los intereses personales de las personas. De esta manera se justifica el accionar de un determinado grupo de poder en la sociedad, como el mediático o el empresarial, porque cuaja con un modo de vida más cercano al que ya presentamos, porque resulta incómodo resquebrajar todo un sistema de creencias y tener que poner en duda nuestras acciones, nuestra historia, nuestros vínculos y nuestro devenir.

Son los dispositivos de pensamiento los que prevalecen por encima de la información, donde no parecería poder sostenerse un pensamiento “matizado”, sino que se trata de posicionarse desde lugares completamente contrapuestos: blanco o negro, bueno o malo, asesinx o salvadorx. Según Sztajnszrajber este matizado consiste en entenderse como contaminadxs por todas las posiciones existentes, donde nada es definitivo.

Aquellos paseos que nos damos con el correr de nuestras vidas en participaciones o agrupaciones diversas, militando distintas verdades conforme vamos tomando nuevas perspectivas, cuestionando aquello que dábamos tan por sentado y creíamos imposible de rebatir. ¿Dónde radicaría entonces el modo de alcanzar la verdad, si esto fuera posible? Si tan sólo bastara con decir que ciertas situaciones conllevan un poco o mucho de verdad, como si pudiera ser graduada, pero la verdad no puede relativizarse.

La posverdad opera como un mecanismo lingüístico que permite asumir el pasaje de una situación incómoda de la verdad hacia una actitud cuestionadora pero que comprende que sobre algún principio de la misma hemos de pararnos para poder atravesar la vida. Esto constituye una necesidad a la cual se refiere Nietzsche en El ocaso de los ídolos, lo desconocido busca ser eliminado porque nos produce inquietud y temor, reducir lo desconocido nos tranquiliza y nos otorga una sensación de poder. La búsqueda de la verdad nos reconforta y nos brinda placer, es la búsqueda por alcanzar un cierto control sobre la realidad que se nos presenta, siempre obtusa y mutante.

Siguiendo con esta idea, las causas que buscamos para dar respuestas han de ser aquellas que permitan recurrir a algo que ya conocemos, presente en nuestra memoria, por lo que lo nuevo y extraño permanece excluido y nuestras verdades quedan relegadas a sistemas que se repiten de manera constante por comodidad, sin dar lugar a algo que sacuda nuestra costumbre.

Cuando Nietzsche sostiene que no hay hechos sino sólo interpretaciones, pone de manifiesto que ningún hecho se encuentra concluido sino que existe un proceso ilimitado de interpretaciones que pueden otorgarle sentido, lo que permite que llegue a adquirir significados tan antinómicos que pareciera que se tratara de hechos distintos. Es así como las ideas que se construyen desde la opinión pública alcanzan resultados tan disímiles. Lo que ocurre y lo que no ocurre es un territorio sujeto a las diferentes miradas y sus respectivas elaboraciones lingüísticas, como considerar que apoyar la legalización del aborto es estar en contra de la vida o creer que la gestión de un gobierno está obteniendo resultados positivos cuando no hay registros fácticos que lo respalden.

La verdad, entonces, debe adoptarse como una actitud nunca acabada y siempre imperfecta que se sacude constantemente a lo largo del tiempo, pero que nos permite trazar un mapa por el cual circular, cuya construcción consiste en un intento por lograr, de manera comprometida, el mejor camino de acceso a los hechos, con todo aquello que consideremos trascendental y necesario de creerse.