Voto femenino

Las historias detrás de las películas

25-06-2016 / Palabras Pesadas, Política y Sociedad
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Detrás del cine existe un componente irrevocable de pertenencia a la realidad. Cada construcción creada, incluso bajo la premisa de la ficción, remite a aconteceres históricos que conforman un puntapié, una inspiración o una estructura que facilita su existencia.


Las historias detrás de las películas

Por Tefi Nosti.

Un relato es una posibilidad, una invitación para un viaje, una instancia para preguntarse acerca de los límites entre lo construido y lo evocado, entre lo que fue y lo que es, entre lo que se vive y lo que se piensa.

Al ver la película de la directora inglesa Sarah Gavron “Suffragette” (Sufragistas) del año 2015, se despertaron en mí ciertos interrogantes que hasta el momento había considerado como instancias obvias, poco descompuestas en sus componentes particulares. Considerar la lucha del sufragio femenino como un colectivo lógico de combate, da al acontecimiento una dimensión superficial, casi imposible de haber devenido en otro resultado, como si fuera un curso evidente del quehacer histórico.

Estas sufragistas, a quienes el relato ficcional devuelve a la vida, tuvieron carne, tuvieron huesos y tuvieron un espíritu combativo. Fueron personas reales que llevaron a cabo un movimiento fundamental por los derechos de las mujeres y por su afán de ocupar un lugar equivalente al hombre en la sociedad. Si bien su protagonista Maud Watts es un personaje construido para la ficción, los testimonios que dan origen a la narrativa de la película son reales.

El movimiento Suffragette surge en 1903 en el Reino Unido, impulsado por Emmeline Pankhurst (representada por Meryl Streep). Su conformación se produce con la intención de separarse del movimiento sufragista moderado, tras 50 años de lucha femenina en los márgenes de la legalidad, sin un resultado concreto. Las (y los, aunque escasos) sufragettes se constituyen como una rama radicalizada, agotada de la paciencia y las marchas pacíficas. Buscan crear de una vez por todas una nueva realidad para las mujeres bajo el lema “Deeds, not Words” (hechos, no palabras). Su activismo fue caracterizado por los apedreos de ventanales, las huelgas de hambre en la cárcel y los componentes reaccionarios ante la ignorancia de la sociedad.

¿Por qué las mujeres quieren votar? ¿Son, acaso, las mujeres, “aptas” para votar? ¿Qué implicancias tiene que las mujeres voten? Si las mujeres quieren votar hoy, entonces ¿qué querrán hacer mañana? ¿Dirigir un país, quizás? En Inglaterra, el sufragio femenino se convirtió en realidad definitiva en 1928. Antes de que esto fuera posible, todos estos interrogantes fueron efectuados tanto por hombres como por mujeres, tanto por ricos como por pobres.

Poner en duda la exclusión de la mujer de la esfera política implicó resquebrajar estructuras simbólicas dominantes y desnaturalizar roles sociales. Ante los ojos de la sociedad, la mujer no votaba por su ineptitud, por ser incapaz de ocupar un lugar semejante al hombre. Producir un viraje en esta concepción implicaba asumir una igualdad de condiciones que otorgaba a las mujeres la posibilidad, no sólo de elegir por un país, sino de elegir por sí mismas y quien elige por sí mismo, se hace cada vez más libre.

El momento que nos toca vivir tiene en su historia la sangre, los golpes, los gritos y las luchas de miles de mujeres que pusieron el cuerpo en la conquista política. El sufragio femenino es un hecho en casi la totalidad de los países, una condición para todos quizás incuestionable que hace menos de cien años era inimaginable. Queda preguntarse cuáles serán aquellas otras condiciones con las cuales nos sentimos tan cómodos, tan naturalizados, donde queden aún conquistas necesarias a la espera de nuestro accionar para alcanzar un ejercicio pleno de libertad.