Ahora y siempre

La tarea de recordar

24-03-2017 / Lecturas, Palabras Pesadas, Política y Sociedad
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Recordadores y olvidadores. Una historia de tensiones en pasado, presente y futuro sobre el ejercicio de la memoria.


La tarea de recordar

Por Tefi Nosti.

Los recordadores eran tipos conflictuados, de esos que son llamados mucho de esto y poco de lo otro. Sus principales aversiones se daban con los olvidadores, ese grupo de gentes que se esmeraba en olvidar, como si todo fuera un empezar de cero.

Los recordadores iban por sus vidas (por supuesto) recordando fechas, ideas y revoluciones, intentando conservar en sus memorias todos los relatos, tal vez por respeto o quizás por temor. Sus calendarios estaban llenos de luchas y en sus cuadernos nunca se respetaban los márgenes. En los  colegios se los tildaba de improductivos y rebeldes, de ser difíciles de adaptar a las necesidades del sistema imperante. Los recordadores se afligían, no podían tolerar las frustraciones de sus madres en las reuniones de familia, donde ellos siempre encontraban la forma de recordar, de exponer sobre la mesa, entre el agua y el aceite, un pedacito de su memoria incómoda, obtusa, despampanante.

Los olvidadores intentaban ocultar, hacer de cuenta que nada pasaba y volver a esgrimirse sobre asuntos de marcas y productos de limpieza, sobre irreverencias de otros seres, que quevergûenza y que quedesgracia. Consideraban que ni ese ni ningún otro era momento de generar un debate, pues con recordadores no se podía hablar de temas importantes (como los hijos nacidos, no nacidos y por nacer del presentador del clima en la TV, o los hisopos para tapar oídos de disturbio, o las maravillas de olvidar todo aquello que no fuera ahora). Mientras eso ocurría desconocían por completo quienes eran o que hacían sus hijos recordadores, pues les resultaban menos simpáticos, y anhelaban su olvido, que alguna vez dejaran de recordarlo todo y permitieran ir a comprar las bombachas al centro en paz.

No entendían por qué los recordadores debían ponerse tan molestos, ¿acaso era necesario? Que si lo pasado ya pasó, ¿cuál era el motivo para preocuparse? En todo caso, ante el temor de un advenimiento problematizante que rompiera con las cosas y las vidas de unas personas que mal que mal casi que cosas, nunca faltaría un nuevo mañana para olvidarlo todo y tomar café en las plazoletas haciendo de cuenta que nada hubiera pasado.

Ay! que glorioso eterno presente para los olvidadores, quienes ignoran pues casi todo por completo, porque sus ojos están desenfocados y que no es su culpa no poder hacerlos ver. Y que sus oídos están escuchando otros asuntos y que ahora no tienen tiempo de ocuparse. Y que sus manos están recibiendo manicuras y que ellos de todos modos qué podrían hacer, si lo único que saben es olvidar.

Entonces los recordadores volverán a la calle y levantarán un cartel y tomarán una plaza. Escribieran en las paredes los mensajes, para intentar que esta vez los olvidadores procuren recordarlos. A ellos que aún duelen cuando ven pañuelos blancos. A ellos que aún llevan en sus mochilas las memorias del pasado y los anhelos del futuro. A ellos que aún piden justicia, y la piden perpetua, para siempre, porque el ayer todavía los toca y el mañana no puede ser sin ellos.