Las formas antes que los actos

Este verano te podés poner gorda

21-12-2016 / Lecturas, Palabras Pesadas, Política y Sociedad
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Una mirada sobre el cuerpo y su cotidianeidad en un ambiente hostil, de criterios cambiantes y exigencias discriminatorias.


Este verano te podés poner gorda

Por Tefi Nosti.

La partida de la primavera no nos deja más que un sentido de reacomodamiento físico hacia el gusto social respecto de las dimensiones del cuerpo. Aquellos que se excedan o que les sobre se quedan afuera. El que no presenta o se adecua a los rasgos identitarios dominantes puede ir olvidándose de muchas cosas, algunas tan básicas como ser merecedores de amor, de notoriedad o de respeto.

Pareciera que aún hoy, tras tantas victorias intelectuales y políticas, en un mundo donde existe la clonación y los robots humanos, en un contexto incesante de fracasos ambientales y xenofobia mutante, aún hoy, algunas partes contradictorias de esta tierra pesan su existencia por el número de la balanza antes que por el poder de sus ideales.

Esos cuerpos se adecuan a unas lógicas de mercado que ofertan amor, dinero, trabajo y felicidad a cambio de una búsqueda insaciable por conseguir lo que sea pautado en la contemporaneidad como “lo bello”. Una belleza traidora que desafía con transformarse apenas se la consiga, escapadiza e inalcanzable, utópica y dañina.

La fluctuación a la cual se someten los seres humanos acorde a las exigencias estilísticas del momento trae aparejada todo tipo de obsesiones tendientes a satisfacer hambres diversas que parecen perder de vista su motivo o incluso desconocerlo. A lo largo del tiempo, la concepción del cuerpo bello y sano se ha visto modificada. Cada cultura ha dado su propia noción del nivel de “carne” apropiada y atractiva, sexualmente apetecible, vigorosamente deseable.

Esa incesante búsqueda por reacomodar la silueta hacia una medida estándar lleva a considerar cualquier «desvío» como objeto de juicio, por lo que la mujer blanca queda demasiado incolora, el hombre negro queda demasiado colorido, el niño gordo nunca podrá conseguir pareja y la niña con celulitis nunca será amada.

Desde tales criterios, la capacidad creadora de una madre quedará obnubilada por la cantidad de estrías que enraizaron sus caderas o la suma de centímetros que alejaron sus pechos de sus axilas. El cuerpo, su complexión, como un sistema perfecto, único e irrepetible, pero a su vez complementario con otros, es juzgado y llega a ser odiado por sus propios portadores.

Las consecuencias del cuerpo como estrategia de dominación llevan a aumentar el consumo de programas físicos determinados, nuevos fanatismos “fitness” que pierden de vista la actividad física como una instancia recreativa y saludable para considerarla una mera obligación más dentro de la rutina del ser en sociedad. Y todo acompañado de la nueva oferta de fármacos, productos industriales y dietas excéntricas que modifican el cuerpo descuidando su nivel nutritivo y su funcionamiento armonioso.

Tal vez, todas esas formas de persecución de una belleza impuesta a partir de tendencias generalizadas por encajar en un entorno exigente olvidan que el sabor de una piel no cambia según su textura, que la capacidad de amar y crear de alguien no tiene que ver con su apariencia, que si debemos exigir es precisamente allí donde el cuerpo no pesa, donde importa, siempre, el poder de sus actos.

La posibilidad de un juicio, de este modo, podrá observar las acciones políticas que llevan los sujetos, cuyo ejercicio será evaluado en términos de integridad humana y no en relación a su correspondencia con los principios estéticos reinantes, en un entorno que le exige más a un gordo que a un funcionario público.