Por Tefi Nosti.
Foto: Damián Linossi.
Como su nombre lo anticipa, el recibimiento, un paisaje de ladrillos donde predominan algunos colores, los más sombríos entre todos. En la ciudad, se ensimisman los objetos, los sujetos y sus historias, sus fantasías y sus envoltorios. Aquel es el espacio, y aquella su condición: la desbordante. Es esa ambiciosa, voraz, que se despliega entre las costumbres de sus habitantes y no se contenta con tenerlo todo, quiere más.
Y así llega al agua, al aire, a los cables, forja sus propias montañas: las de plástico; llena las paredes de enchufes para buscar mantener todo unido, como una amalgama de multiplicidades que difícilmente consiguen adherirse a un sentimiento identitario común. Esa es la ciudad, con artículo femenino, peligrosa e irresistible.
Manuel Pascual se enamora de ella, un poco después de su primer amor: la fotografía. Hacia el 2002, su trabajo comienza a dar cuenta de su afición por la ciudad, principalmente por la arquitectura, comprendida por él como “el lugar de las formas”. A través de distintos trabajos, busca aproximarse a la conformación de ese entorno: «Hay muchos espacios que tienen una impronta muy fuerte y que muchas veces no son tenidos en cuenta, reconocidos como tales. La postal te hace mirar lugares que son eso. Lo que constituye la identidad del lugar muchas veces está en otro lado.»
Su percepción de la urbanidad está formada por tres componentes inevitables: densidad, simultaneidad y discontinuidad. La densidad comprendida como un “tejido denso en todo sentido”, desde su nivel político, histórico, social, demográfico, hasta emocional. La simultaneidad es la coexistencia en la cual “a todos nos está pasando algo”, pero ese algo se conforma discontinuamente, según Manuel: «En la ciudad todo está ocurriendo a miles de kilómetros anímicos al mismo tiempo, incluso entre los que están cerca.»
Para él la ciudad es ese espacio esencialmente de tensión, donde todo pareciera estar a punto de desgarrarse, pero no lo hace. En el cual múltiples alteridades confluyen para manifestar deseos más que disimiles, secretos y motivos diversos, saberes y creaciones de todo tipo, que logran de algún modo casi incomprensible, mantenerse unidos incluso en el caos (y hasta sabiéndose caos, elogiarlo en el desgano). Para ello es importante normativizarlo: “Urbanizar es domesticar un territorio”, sentencia Manuel, y lo que subyace a la domesticación “es el flagelo de la exclusión, nadie quiere quedar afuera”. Es ahí donde el límite entre condición humana y condición urbana comienza a desdibujarse.
La muestra fotográfica que tiene lugar en 220CC desde el 15 de agosto es un co-rrelato de miradas, «una exposición que si bien arranca sobre una idea de ciudad, termina haciendo foco no tanto en la misma, sino en los artistas que vivimos y trabajamos en ella y cómo esa condición de urbanidad incide en nuestras visiones, nuestra sensibilidad, nuestro ánimo y nuestros intereses. Que llevan a producir obras que a veces no tienen a la ciudad como eje, pero la tienen como sustrato».
La selección de las obras proviene de un acuerdo con los artistas que tiene como finalidad «hacer que todos los trabajos se luzcan, cada uno en su naturaleza». Su labor como curador radica en encontrar los puntos de quiebre y de fuerza, para componer espacios donde las obras se integren de tal modo que generen algo más allá de ellas: «En la exposición surgen relaciones dialógicas que resignifican los trabajos y dan otras posibilidades semánticas y simbólicas. Cuando los distintos planteos se complementan o entran en tensión, aparecen nuevos textos; ésas son las relaciones que le dan espesor al discurso.»
Agendá:
Muestra Fotográfica: «Condición urbana: desbordes».
Artistas: Carla Barbero – Belkys Scolamieri – Carola Desiré – Luciano Burba – Cecilia Casenave – Santiago Chichoni – Santiago Chipont – Pablo Curutchet – Mariano Grebnicoff – Damián Linossi – Pablo Martínez – Natalia Pittau – Florencia Quiroga – Mariana Richardet – Julia Romano – Laura Kalbermatten – Gustavo Piñero.
220CC – Costanera y Mendoza.
Martes a jueves de 16 a 21 horas. – Viernes a domingos de 16 a 22 horas.
Entrada: $20.
