Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Como dice una frase tan obvia como certera, «las orejas no tienen párpados». Para quienes han venido al mundo con el don de poder escuchar, habrán deseado alguna vez el más acabado silencio. No siempre fue posible, mucho menos en medio de la ciudad. Hay una canción reciente de Lucas Heredia al respecto.

Cada día ofrecerá su desconcierto de sonidos irrepetibles, más o menos poblado de ruidos habituales. Con los ojos cerrados, cada quien adivina qué puerta de su casa acaba de abrirse o cerrarse, si la de entrada, la del baño, la de alguna habitación, si tiene más de una, la de algún ropero, la de un viejo ascensor, ahí afuera.

Podría, cada quien, reproducir ahora mismo en su cabeza el ruido de la puerta del horno y de la heladera de su cocina, con sus respectivas precariedades de bisagras y burletes.

El click del ratón, las teclas flojas, los postigos que crujen con el viento, el hilito de agua caliente en la tasa de café, el chorro grueso de agua que llena una olla para otra vez arroz, el micro estallido del agua desafortunada del inodoro, el coro de efes en el agua del atomizador para regar un helecho, el centrifugado salvaje del lavarropas, la tempestad de resortes del lavarropas centrifugando, la participación especial del tambor oxidado del viejo lavarropas en el rol de «Apocalipsis ahora» cuando centrifuga, la voz femenina del contestador repitiendo la secuencia de números del celular del técnico que no atiende. 

Las canciones de siempre, las que reproduce una y otra vez la radio de siempre, el reproductor de siempre. Las que vuelven a sonar versionadas por bandas que mejoran las originales con una probabilidad del uno por mil. Las inesperadas, las queridas, las inaudibles. 

Las voces vecinas, las voces amadas, las voces insoportables, las imprescindibles. Las de quienes ya no están y siguen resonando, para bien o para basta ya.

Los ruidos tallados en piedra de alguna catarsis multitudinaria, de alguna desgracia repentina. Los ruidos que rebotan insólitos en perfumes de lugares a los que nunca más volveremos y sin embargo siguen allí, en algún pliegue de la azotea, con todos sus mapas y detalles sonoros autoguardados.

Los ruidos por venir, los imposibles de prever. Los que hay que ir a descubrir, los que inquietan la vida de los artistas que han tomado el ruido hasta para mandar un abrazo, como Andrés Asia, el comandante de Sonido Atmosférico y demás aventuras, que no manda abrazos si no son ruidosos. «Abrazo ruidoso para vos» por todo cierre de conversación. 

Esos ruidos importan: los imprevisibles. La música que sale de las cabezas que generan esos ruidos y las ganas de ir a ver de qué se trata todo eso, una vez más, única, irrepetible.  

¿Cómo las ganar de ir a ver? ¿No se trata de escuchar? Pues las dos cosas. Este viernes a la tarde, en un espacio de Córdoba, el Museo de las Mujeres, se presentan dos artistas sonoros, Pablo Reche y Juan José Calarco, ambos provenientes de Buenos Aires, y una artista visual de Córdoba, Constanza Checchi. Gente que vive experimentando. 

Pablo Reche – «Seiseiseis»

¿Qué es experimentar con el sonido? Un ejemplo insignificante. ¿Qué secuencia de las siguientes suena mejor? ¿Será «mejor» la palabra? Habrá otros universos con sus criterios. En cualquier caso, hay que ponerle ritmo (¿hay que ponerle ritmo?). Las tres palabras son graves, la barra vertical es una pausa. A ver:

Calarco Reche Checchi | Calarco Reche Checchi

Calarco Checchi Reche | Calarco Checchi Reche

Reche Checchi Calarco | Reche Checchi Calarco

Reche Calarco Checchi | Reche Calarco Checchi

Checchi Calarco Reche | Checchi Calarco Reche

Checchi Reche Calarco | Checchi Reche Calarco

¿Y? Alguna de todas las secuencias resonará diferente en cada cabeza. Luego, se puede procesar. La primera y la cuarta que terminan en «Checchi». La segunda y la quinta que terminan en «Reche». Se pueden procesar dos, tres, todas, una sola. Se puede probar con distintas voces y luego combinar con el tambor del lavarropas, con un encendedor que enciende, con otro que no enciende, con el rugido de un gol tomado desde las afueras de un estadio, con el chillido de un cobayo que tiene hambre y espera un poco de zapallito, con la infinidad de cosas que prueba un artista sonoro.

Bien, la invitación informa que esto de procesar sonidos para lograr nuevos sonidos que combinados con otros sonidos también procesados generan nuevos sonidos y así hasta que todo se vuelve un concierto lúdico irresistible, les sale bárbaro a Pablo Reche y a Juan José Calarco. Entre otros registros de ambos, uno se llama «Drenaje Subterráneo». Habrá quienes lean esto y pasen de largo, y quienes no puedan más de las ganas. La cosa, vale insistir, es este viernes a la tarde. 

La información dice además que todo eso que vaya a sonar se complementará con el arte visual de Constanza Checchi, que consiste en procesar imágenes para lograr nuevas imágenes que combinadas con otras imágenes también procesadas generan nuevas imágenes y así hasta que todo se vuelve un espectáculo audiovisual irresistible. 

Si alguna vez viste y escuchaste a Fede Gaumet, a O-Bri y a Pablo Sosa Caba haciendo de las suyas, tendrás una referencia. Pero esto es otra cosa que, buenísimas noticias, no sabemos qué es, aun cuando puedas escuchar de todo en la pantalla que hayas abierto mientras tanto.

Hay que ir a ver y escuchar, por simple inclinación a lo diferente, que seguro tenés si llegaste hasta acá. ¡Hola!

Agendá: 

Ciclo Re/Di Sonancia. 

Pablo Reche – Juan Carlos Calarco – Constanza Checchi en concierto audiovisual. 

Viernes 27 de octubre – 18.30 horas. 

Espacio Cultural Museo de las Mujeres – Rivera Indarte 55. 

Entrada gratuita.