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Nautilus presenta «Bordes»

29-04-2016 / Agenda, Reseñas
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Este sábado 30 de abril después de la medianoche en Club Belle Epoque, el trío presenta su segundo disco, otro excelente trabajo. Compartimos un recorrido por su música.


Nautilus presenta «Bordes»

Por | redaccion351@gmail.com

El 30 de marzo de 2014, tres músicos de Córdoba grabaron siete canciones, las ordenaron y editaron bajo el mismo nombre que eligieron para darse a conocer: Nautilus.

Nautilus, como la nave del Capitán Nemo. Aún antes de lo más importante, la música, el nombre rebota por todos lados. Julio Verne y sus aventuras imposibles; «Veinte mil leguas de viaje submarino»; la fauna abisal de otras canciones; Silvio Rodríguez y «Quién fuera»:

Estoy buscando una escafandra,
al pie del mar de los delirios.
¿Quién fuera Jacques Custeau?
¿Quién fuera Nemo el capitán?
¿Quién fuera el batiscafo de tu abismo?
¿Quién fuera explorador?

Queriendo o sin querer (lo genial es no saber, dejarlo así, como una magia), Nacho Sánchez, Gon Criado y Juan Cruz Ludueña le pusieron música a dimensiones inesperadas. ¿Qué más se puede pedir cuando se escucha en busca de algo que sorprenda?

Casi todo lo que suena en el trajín cotidiano remite a lugares transitados más veces que demasiadas. La tierra, el amor y el desamor, el baile, la ciudad, el dolor, la lucha, el descontrol, la verdad y la mentira, Latinoamérica, «lo nuevo de» como variación módica de lo de siempre, lo comparable a los mejores de lo que ya existe, lo marginal, la poesía sonora de paisajes consabidos, las estaciones, el asfalto, lo urbano y suburbano, lo mismo y sus bemoles, sostenidos y firuletes hasta que de repente, ¡apa! un montoncito de proyectos como patadas sagradas a la descendencia.

La música de Nautilus sorprende porque parece encajar con nada. Cada pasaje de cada una de las canciones de su primer disco es una incógnita constante, un modo de viajar por los compases dinamitando banquinas, desobedeciendo cualquier insinuación de senda, convirtiendo a los infinitos desvíos en posibilidades. Lo extraordinario es esa anulación de distancias entre lo previsible y lo repentino. Todo es curiosidad, pero de la que se deja aplaudir sin la precaución de ir soltando piedritas para saber cómo volver.

Si el primer disco es una sorpresa instrumental gloriosa, el segundo, editado hace unos meses, es la colección «Elige tu propia aventura» escrita con una guitarra, un bajo y una batería.

«Bordes» incluye ocho temas como manuales de espeleología despedazados. Es la música de tres aventureros que hicieron trampa pero aún no se entiende cómo, porque lograr esas composiciones tiene que llevar años de estudio, de comerse discos de todas las épocas, de «manejar data grossa». Pues bien: los tres tigres del Capitan Nemo no pasan los 22 años.

Sánchez, Criado y Ludueña no llegan a los 22 años. 

El disco abre con «Muerte». Hay que arrancar un disco con ese título. De entrada, la guitarra congestionada de Nacho pasa por todos los estados gripales y la fortuna quiso que se acabara el qura plus.

Hay un bandoneón de Pedro Fantasía que comienza a sonar en el segundo tema como intro al tercero, «A Mateo Suster». La batería de Gon Criado es expansión, progresión, traslación, redención. Cosas que llevan a otras décadas, al Jardín de los Presentes con Mederos. Hay que decir algo casi desde una barricada tamaño caverna del tiempo: que tres músicos de hoy, de ahora mismo, lleven al Jardín de los Presentes con méritos instrumentales propios, es para salir a buscarlos sin la comodidad de las redes sociales, es decir, salir sin ningún dato a la calle y caminar toda la ciudad hasta dar con el barrio y la casa donde vive cada uno; tocar el timbre, esperar que vuelvan porque seguro no están, y cuando lleguen, frenarlos de un abrazo.

«7.00» es otra maravilla, con un pasaje de bajo de Juan Cruz Ludueña apenas sobrevolando la locura de la batería y los arpegios de la guitarra. Los parches y platos seguirán enfermos y todo terminará con eso que se llama «Stoner» por falta de creatividad o por entender que «Stoner Rock» suena más elegante que «Rock Catástrofe».

«10.51» es la confirmación de que la música importa y que los títulos de palabras gordas sirven muchas veces para compensar composiciones esqueléticas. Hay que mirar para arriba en la última parte. Algo se mueve allá arriba, lejos.

Después de una segunda antesala con trompeta de Pato Ludueña y un final para partir dientes, viene «El Güemes (bla bla bla!)». Desde «La aventura semiológica» de Rolando, cada cual interpreta a su antojo y el título entonces bien puede largar una risotada a los charlatanes que invaden el barrio de las pulgas con porquerías carísimas. La música es todo lo que el jazz deje al pasar por «Bordes», y toda la bendita mugre que se lleve.

Con tanto de todo perfectamente ordenado en el desvarío luminoso del cierre que nombra al disco, sólo queda volver a pensar (¿otra vez? Sí, otra vez) en los recursos propios, en el semillero tremendo que vino germinando en los últimos años, mientras por acá cerca siguen gastando fortunas en pases de estrellas apagadas.

Nautilus – Bordes

 

Este sábado, con escoltas notables como Viaje a un Minúsculo Planeta y A la vera, Lucía, Nautilus presenta «Bordes» en un escenario con vista al público más querido, ese que paga una entrada para escuchar la música que nació en su propia ciudad, no sólo para «aguantarla» sino más bien para disfrutarla como nunca porque -con todo lo aún falta por desarrollar a cada lado de los micrófonos- cada día suena mejor.

Agendá:

Nautilus presenta «Bordes».

Sábado 30 de abril – 23.30 horas.

Club Belle Epoque – Lima 373.

Entrada: gratis para las primeras 100 personas. Después: $100 (incluye consumición).