» Lorena Gómez presenta «La Negra» redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Cada quien vuelve a pasar, alguna vez, por pedazos de la ciudad impresos en su historia. Un banco de plaza; un arbusto hospitalario; dos o tres escalones en la entrada a un edificio; el cordón de una veredita despareja; la esquina de un bar venido tan a menos que ahora es un gimnasio; el hall de un cine; las columnas de un teatro; la playa de estacionamiento donde flotan en el aire los postigones de una casona donde se cantó mucho, o de otra donde se militó más, o de otra donde se daban clases de apoyo; un viejo paredón, de revoque manso, raleado por décadas de viento, chaparrones y despedidas. Ladrillos en carne viva que hacen gracia del sepia porque, pensarán, mañana es mejor.

Claro que piensan los ladrillos. Oyeron todo, padecieron todo, saben todo. En un claro de tantos años de aburrimiento, cansados de reír y llorar por ver pasar vidas obstinadas en tropezar una y otra vez con las mismas baldosas flojas, una cantante los despabila, los peina para la foto y ahí están, en el arte de un disco que los vuelve música nueva para siempre.

Sobre un fondo de ladrillos y portones de tonalidades suaves, la simpatía de Lorena Gómez, cantante. Su primer registro solista es, en principio, otro motivo de alegría para la escena local.

«La Negra» incluye siete interpretaciones. Es un número infrecuente, casi un punto medio entre un EP y lo que habitualmente se edita como disco de larga duración. Una especie de nouvelle musical de duración perfecta para recorrer y quedarse con ganas de más, por el placer de encontrarse con un modo de abordar la música popular que exalta la importancia, o más aún, la trascendencia del canto por sobre cualquier otra virtud que ofrezca la canción. Después de las inflexiones que la historia de una letra siempre requiere, y antes de la tentación por expandir las posibilidades sonoras de un clásico hacia versiones inesperadas, Lorena ha puesto la belleza de su voz en el centro de cada verso, junto a dos compañeros de lujo.

En el corazón del tríptico, entre imágenes que podrían reeditar la vieja discusión, hoy felizmente anacrónica, en torno a «la morocha argentina», un texto parejo a la frescura de su estampa:

«Poca es la gente que me llama por mi nombre, generalmente los amigos con quienes comparto la música y la vida siempre me llamaron La Negra. Así se titula este disco, que es importante porque marca un antes y un después en mi historia musical…

…Estos temas han sido interpretados por Checho Vargas y Nacho Martínez, dos grandes y talentosos guitarristas, con quienes buscamos transmitir la esencia de esta música, y por eso elegimos grabar una sesión en vivo.»

Los valses peruanos «Cuando llora mi guitarra» y «Regresa», y el bolero «Nuestro juramento», inician el recorrido de una sensibilidad expresada, de modo insuperable, en ese gesto de cantar con las dos manos en el pecho. Historias escritas con «tinta sangre» y liberadas con la pasión precisa para que una nueva escucha renueve el placer.

En cada pasaje, los arreglos de guitarras encuentran la combinación justa de celebración a los colores propios del género y a la voz de Lorena. En «Dos gardenias», apenas preceden el canto con un arpegio. En el verso final, un silencio bellísimo deja anticipar las miradas cómplices de la intérprete y sus músicos cuando el bolero suene en vivo. La introducción de «Ansiedad» es un encuentro exquisito de punteo y rasguido en honor a todo Venezuela. Hay que dejarse llevar por todo lo que sucede a cada lado de las estrofas.

Y hay que esperar hasta los momentos finales del disco para disfrutar dos obras argentinas. «Toda mi vida» tiene todo: la enormidad de Troilo en los créditos, dos guitarras que siguen dialogando como viejas amigas, atentas para dar a cada línea del tango su combinación exacta de fuerza y nostalgia, y una interpretación de aliento contenido, como contraste necesario al dramatismo de última despedida que escribió José María Contursi.

El disco termina como inicia, con flor de vals para lucimiento de los artistas. Pero a contramano del sentir no correspondido del comienzo, donde alguien no viene «porque no quiere Dios», el cierre con «Un cielo para los dos» es el canto al milagro del amor, bendecido hasta por la madre del enamorado-enamorada, en el papel de suegra sagrada. ¿Será pura casualidad que «suegra sagrada» suene cacofónico? ¡En la interpretación de Lorena, todas las suegras merecen el cielo!

Si el remate de un intento de reseña, infructuoso por naturaleza, deja entrever más alegría que la búsqueda de una valoración ajustada a criterios propios de entendidos, y el ratito de paseo con «La Negra» contagia nuevos oídos que se acerquen este sábado a su presentación en vivo, misión cumplida de punta a punta.