Festival Imperdible

Hijo de la Tormenta en vivo

17-04-2015 / Agenda, Reseñas
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Este viernes 17 de abril desde las 19 horas en Tresco Macuatro, un festival de rock para no dejar pasar. Entre las bandas presentes, una para recomendar con vehemencia. Ejercicio de escucha de su primer disco.


Hijo de la Tormenta en vivo

Por | redaccion351@gmail.com

 

Universidad Lateral de Córdoba.

Facultad de Ciencias Subalternas.

Escuela de Ciencias Muy Subalternas.

Cátedra de Escucha I.

Trabajo Práctico: Hijo de la Tormenta.

Consigna:

– Escuchar el primer disco de la banda integrada por Juan Cruz Ledesma en voz y guitarra; Guido Di Carlo en bajo y Santi Ludueña en batería.

– Tomar apuntes sobre cada tema.

– Graficar los sonidos.

– Evitar vocablos en inglés y términos que aludan a géneros, subgéneros, microgéneros y nanogéneros musicales.

– Evitar comparaciones con otras bandas, de cualquier nacionalidad; antigüedad; popularidad.

 

Entregable:

 

Viaje de Ida/Viaje de vuelta

Una melodía simple libera los instrumentos. Comienzo con luz de tarde. Los primeros segundos reposan en un clima que, pasado el minuto y medio, enrarece desde la guitarra. Hay formas circulares que se retuercen. Sube el volumen. El sonido oscurece hasta que la batería devuelve algo de calma. Sobrevienen acordes gravísimos. Truenos que violentan el paisaje. A los tres minutos treinta aparecen rasguidos. Ansiedad. Imágenes que se fugan por una ventanilla. Las cuerdas despiertan a un monstruo. Tempestad. Distorsión. Desquicio del bajo llegando a los cinco minutos. Derrame de bafles. A los veinticinco segundos del quinto minuto la música dibuja una catástrofe. Llegando a los seis minutos, cambia el sonido de la guitarra y aparece la voz de Juan,  trizando el cuadro.  El canto desequilibra desde una letra que le da vueltas a Roberto Bolaño. El sonido atrae bombardeos de película montados en un cantante que complementa los graves de manera insuperable. El tramo final se extiende en un solo de guitarra estupendo contra una sucesión de garrotazos para despedazar parlantes. Inicio feroz.

 

Dilusiva

Comienza con un verso que estira las palabras para darle envión a la gran piedra rodante, madre universal. Sonido universal. A los pocos segundos, un poco de paz contra la imposibilidad del sueño que canta Juan. La letra se enoja. Se pudre el bajo. Tironeo de palabras y acordes estallados. La batería es una sombra de muro que se nos viene encima. El bajo es un temblor constante. “Frustración no quiero, no puedo, no me interesa, no me acuerdo, pero espero que al final no sólo sea diluirme en el mar”. Al minuto y medio, la imagen es colosal. No hay otra palabra que colosal. Lo que suena es colosal. A los dos minutos veinte cambia el ritmo y no sabemos dónde quedaron las cabezas. Tres minutos dieciocho para desparramar.

 

Desde la espesura (lado A)

Persecución de gigantes que despedazan todo a su paso, que demuelen lo que pisan. El sonido del solo que se descuelga al minuto veinte es un rayo de sol entre el polvo de los escombros. No queremos ver lo que alumbra. “Me sonríe desde la espesura”. Hay unos segundos de calma a los dos minutos y un ataque in crescendo de la batería que explota, pasados los tres minutos, para desdoblarse en un clima donde apenas reposa la guitarra. La voz de Juan es un pasillo interminable. A esta altura ya sabemos que todo instante de calma traerá nuevos embates. El último tramo es casi de la batería, que siempre suena desde un sótano imposible. El último tono se demora y hay un eco de puentes.

 

Desde la espesura (lado B)

El inicio es un escape de ecos. La guitarra y el bajo abisman los ambientes. La batería descansa en una base que aumenta el poder de los graves gravísimos. A los dos minutos, la música es un túnel de aceleración que disloca los instrumentos para chocarlos de frente a los dos minutos treinta. Sonido de martillos, fierros pesados. Plomo. Una secuencia de platillos vislumbra una salida. No hay salida. Es la música en desesperación. La repetición desorbitada. El bombo suena solo a los cinco minutos diez. Hay que dejarse caer y pegar los oídos a la tierra para sentir las vibraciones, para presentir una erupción, para desear en vano el silencio.

 

Sierras del Paiman

Imagen de un nuevo día entre ruinas. Los acordes se desperezan. El bajo es un árbol en pie después del caos. Tal vez el árbol de la tapa del disco. Se repiten formas entre acordes y platillos. Pasados los dos minutos, surgen arpegios que comienzan a enredarse a las ramas del bajo. En el promedio del cuarto minuto se modifican las armonías. Secuencias entrecortadas que toman fuerza llegando a los cinco minutos. Plano creciente. Cascada. Sol de invierno. Tono modulando en el final.

 

Alienación.

Discurso de Buenaventura Durruti, español, obrero, militante. “…A nosotros no nos da miedo la ruina porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante…» Nueva mutación de arpegios en torrentes. Hay un diálogo en voz alta de las cuerdas. Llegando a los dos minutos, la guitarra se dispersa en pequeñas miradas cenitales de un espacio desgarrado. Lo que suena es vertical: guitarra aérea; bajo subterraneo. Todo los que media se electrifica entre el cuarto y quinto minuto. La batería no dejará de elevar. Aparecen versos antes de un solo de guitarra monumental, con un color de sol de tarde, casi del cielo de la tapa del disco, que domina los minutos centrales. Minuto enorme sobre una base de percusión que desata visiones de una ciudad en llamas.

 

Desalienación

Música en ascensión. Curvas y contracurvas. Bajo de caverna y una guitarra que se cuelga de las nubes, mira hacia abajo y cae en picada al minuto catorce. Adrenalina de esquivar misiles. A los dos minutos y medio, se abre un valle. A los tres minutos, la guitarra lo expande. A los tres cuarenta, lo abruma. Pasados los cuatro minutos, la batería se acelera y pierde en el espacio. A los cuatro treinta, la guitarra se escapa en rasguidos y trae una letra que sobrevuela el ataque del bajo. «…El futuro no es una línea recta…» Música «sin amo, sin ley, sin dios». El final se encucia en cortes impecables.

 

Postales del fin del mundo

Destellos de algo que lleva a un comienzo de ensayo. Un toque suave de bombo y baquetas contra el aro del redoblante. El bajo, a los treinta segundos. Crecen los ecos de la guitarra, el volumen de los platos, y una voz de mujer: Laura Dalmasso. Bajo apenas detrás de los platos, creciendo. Llegando a los dos minutos, creciente incontenible. Corte a los dos minutos cinco. Quedan los ecos. Ataque de cuerdas y voces a los trece segundos. Implosión de cuerdas. Batería estallando desde el fondo. Pasaje que lleva a decir «poderío». Las primeras dos palabras de una letra inesperada cambian «poderío» por «perfección». «Entonces… Mañana…» entran en el clima sonoro de forma insuperable. Hay un regreso a la calma, a los ecos. Un solo de guitarra se monta en cortes de batería para doblar metales en frío. Cuerdas y voces al frente; A los cinco minutos treinta y dos, las voces atrás. Las cuerdas de lleno. A los seis minutos treinta, las baquetas marcan el inicio del fin. Hay una llovizna de platos y ráfagas de reverberancia que enloquecen y se extinguen de manera abrupta. Es el fin de una aventura sonora absoluta.

 

Calificación del disco: gracias para siempre.

Presentimiento de calificación del entregable: a diciembre, como loco, o a marzo.

Consuelo: Festival imperdible.

 

Agendar:

Hijo de la Tormenta en vivo.

Bandas invitadas: KneiNautilus.

Viernes 17 de abril – 19 horas.

Tresco Macuatro – Fructuoso Rivera 245.

Entradas anticipadas en Lado B (Tucumán 105) y Waffles One Love (Derqui 88).