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Festival Cultura Solidaria

13-10-2015 / Agenda, Lecturas
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Este jueves 15 de octubre desde las 21 horas en El Vecindario, un gran encuentro de artistas a beneficio del merendero Nueva Esperanza. Se presentarán Lucas Heredia, Juan Iñaki, la Jam de Folklore, Jorge Leiwt, los integrantes del colectivo de poesía Pan Comido y Zona de Cuarentena, entre otros artistas.


Festival Cultura Solidaria

Por | redaccion351@gmail.com

Como casi nunca, esta nota se merece la primera persona.

Podría pasar como cualquier otra. Me meto en la plataforma, pongo un título, una bajada, dos o tres datos de tiempo y lugar; alguna cosa sobre los artistas que se van a presentar, con algún video ilustrativo, y una observación final. Es lo que vengo haciendo, de manera más o menos constante, desde hace unos siete u ocho años, sin otro interés que escribir para comunicar algo de lo que pasa en Córdoba, o comunicar algo de lo que pasa en Córdoba para escribir.

Esta vez es distinto. Hay un recital a beneficio de un merendero.

Apenas bajo el volumen de la música que estoy escuchando, comienzan a fluir cuestiones desordenadas sobre el hambre.

Sé de antemano que, tal vez, este escrito supere la media docena habitual de lectores, por la simple razón de su espontaneidad sobre un tema que no se repite en los anuncios de campaña, básicamente porque pianta votos. Sí sí. Hablar del hambre pianta votos.

Leí el libro de Caparrós. Es interesante. En la batalla menos necesaria que miserable entre kirchneristas y antikirchneristas, varios textos cayeron en el fragor de una contienda librada a contramano de cualquier intento de pensamiento. Hay que tener tiempo para pensar. No lo ha habido en estos años. Da para otro escrito, o mejor, para el silencio, en medio del griterío electoral y de muchísimos textos a favor y en contra de, que vomitan mezquindades ya desde la contratapa. Increíble. Vaya a una librería y recorra los últimos lanzamientos. Son eso: lanzamientos. Importa menos pensar que lanzar. No hay títulos nuevos. Hay nuevos proyectiles.

Hay, también, un merendero en Villa Boedo. Entre muchos otros claro, como hay también muchos otros niños que se mueren y no conmueven a nadie porque tuvieron el despropósito de morirse sin un fotógrafo que gatille para el llanto fugaz de miles de millones.

Hay varios merenderos. Sí. Un merendero existe porque, primero, hay demasiados hijos de puta. Primero eso: hay demasiados hijos de puta. Después están quienes crearon el merendero porque vieron que había necesidad de que varias personas merienden. Quienes hicieron algo ante la nada de tantos hijos de puta.

Sí claro, esto no es un pensamiento. Es otro proyectil. Pero al menos no tumba pinos para su impresión en miles de ejemplares. Después del primer proyectil, varios en dirección a un intento de pensar cómo sostener algo hasta que ya no sea necesario.

La voluntad de pensar puede partir de un silogismo largo:

Todas las personas necesitan comida diaria para vivir.

Muchas personas no tienen comida diaria asegurada.

Muchas personas tienen comida diaria asegurada y hacen algo por quienes no tienen comida diaria asegurada.

Muchas personas tienen comida diaria asegurada, incluso mucho más de la necesaria, y no hacen nada por siquiera una de las muchas que no tienen comida diaria asegurada.

Estos últimos, conscientes de que podríamos hacer algo y no lo hacemos, somos unos hijos de puta.

Diagrama de un hijo de puta cualquiera.

Tengo un trabajo. Tuve la enorme fortuna de tener padres que me dieron afecto, alimentación, ropa y unos hábitos que me ayudaron a entender que tengo que trabajar para vivir.

Estudié en un lugar que me acercó formas de pensar orientadas a la importancia de participar en algo para que, al menos en el lugar donde vivo, no haya tantas personas, o mejor ninguna, sin la comida diaria asegurada, como primera necesidad (como si fuera la única… Pero hablamos de un merendero que existe hoy en Córdoba, uno de tantos.)

No hago nada concreto, hoy, para que haya menos personas con hambre. Nada.

¿Qué podría hacer desde mi lugar? A propósito, ¿qué será eso de “desde mi lugar”? Le toco bocina a la idea del “lugar desde donde”. Para hacer algo concreto, ahora, ya mismo, orientado a que haya menos hambre, podría ir a comprar treinta cajas de un litro de leche y llevarlas al merendero. Podría sacar una cuenta rápida. Treinta cajas. Compra mayorista: menos de $300. ¿Pondría en riesgo mi economía para que alguien -que no puede calcular lo que no tiene- tenga un litro de leche diario? Para nada. ¿Podría hacerlo? Puff que podría. En menos de una hora estoy de vuelta.¿Lo hago? No lo hago. ¿Por qué no lo hago? Uh. Se me complicó. Veamos. Tratemos de justificar lo injustificable.

En el plano de lo mínimo insignificante, vivo en un sistema democrático. Puedo elegir, desde mis convicciones, creencias o lo que fuera, a un candidato que, según creo (por eso lo voto), hará con mis aportes varios, y el de todos los laburantes que aportan, algo para asegurar, antes que cualquier otra cosa (insisto: antes que cualquier otra cosa), que todas las personas del lugar donde vivo que hoy no tienen comida diaria asegurada, tengan comida diaria asegurada. No llegamos a vivienda, estudios, oportunidades laborales. No. Antes, comida diaria asegurada.

No hay gobierno municipal, provincial, nacional que haya podido asegurar comida diaria, siquiera desde un programa de asistencia, a todos quienes hoy siguen sin comida diaria asegurada. No importan los motivos, deshilachados en imposibilidades de voluntad dadas por generaciones de discriminación, postergación, sometimiento, corrupción, desmanejo, inoperancia, indiferencia, etc, etc. No importan los motivos. En cualquier caso, cualquiera que llega a un gobierno se las verá con cuestiones previas, muy previas; algunos les dirán «problemas». Está bien. Se dice “problemas”. Hay que salir corriendo de los que repiten la palabra “problemática”. Las “problemáticas” hablan menos de los problemas que de los especialistas en hablar y hablar y hablar y hablar de los problemas. Por favor, donde lea “problemática”, salga corriendo. No existen las “problemáticas”; existen los problemas, los quilombos, uno detrás de otro, y si todavía existen, se deben en parte a la ingente cantidad de especialistas en “problemáticas”.

Hay problemas complejos de resolver, en todo caso. También me gustaría pedirle que salga corriendo de los que dicen “articular” cada treinta segundos. He perdido, con bastante amargura, la amistad de muchos que viven de “articular” cuestiones «en el marco de» alguna “problemática”. Mientras el merendero de la Villa Boedo sigue existiendo y yo, y varios, no compramos, no 30, sino siquiera una puta caja de leche al mes, somos todos unos hijos de puta «articulando algo en el marco de la problemática del hambre.» Pero sigo.

Como no alcanza mi simple participación de laburante aportador de parte de su dinero a un fondo de propósitos plurales que no llegan a impedir la necesidad de merenderos porque quienes administran ese fondo siempre tienen argumentos para convencer a miles de voluntades respecto de otras prioridades y entonces seguirán existiendo los merenderos como así también los articuladores de problemáticas y combinaciones transgeneracionales de pelotudos que seguirán votando a hijos de puta que se cagan en las razones que llevaron a la existencia de los merenderos y en los merenderos mismos y otros tantos pelotudos incluso más peligrosos que habiendo tratado de pensar un poquito no llegaron más lejos del simple merodeo en torno a la pelusa del ombligo (respiro, me estoy viendo el ombligo en estas líneas sin comas), hay que moverse. Egresar del simple laburante, aportador de parte de su dinero a un bien común que no llega, a una comida diaria asegurada para todos que no aparece. Entrar en otra categoría. Una que implique tiempo dedicado a otras personas. Tiempo que no implique pensar en lo que me falta a mí, sino en lo que le falta a otras personas.

¿Dedico algún tiempo a otras personas, además de mis familiares? Claro. Varias horas semanales a difundir la actividad de varios músicos. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Mueve a quien no conoce a un músico a que vaya a conocerlo en vivo? No. Nadie va a ver a ningún músico recomendado por este espacio. ¿Entonces para qué? Por lo pronto, para que más músicos manden gacetillas y agradezcan difusión. ¡¿Para qué?! Es el colmo del puro gusto. Unos hacen deportes por puro gusto. Otros desarman y arman autos viejos. Otros van a jugar al ajedrez a «Las tipas». En fin… Gustos.

Se supone que escribir sobre música es escribir sobre arte y difundir el arte, aunque con recursos pobres, alimentaría el interés de lectores potenciales por algún tipo de expresión artística y así, convocados hacia la emoción, una y otra vez, alcanzarían algún grado de sensibilidad por las cosas buenas de la vida, entre las cuales se encuentra, por supuesto, la sensibilidad hacia aquellas personas que necesitan, entre otras cosas, comida diaria asegurada. Mmmmm…

Hay un supuesto que conectaría la emoción ante ciertas expresiones del espíritu y una sensibilidad proclive a emprender actos que intenten reducir las necesidades de quienes comparten el lugar donde se vive, por ejemplo, la ciudad.

Es larga la vuelta.

Se abre entonces un abanico de posibilidades. ¿Qué hago? Ayudar sin que me conozcan. Ayudar y que me conozcan. Ayudar para sentirme bien conmigo mismo. Ayudar para dar el ejemplo a mi hijo, para enseñarle que tiene que ayudar siempre. Ayudar para dejar de levantar el dedito. Ayudar para dejar de juntar olor a culo.

O Ayudar para que me conozcan… Ay… Ayudar para ganar un espacio. Ayay… Ayudar para conseguir votos. Ayayay…

¿Por qué «ayayay»? Alguien tiene que ocupar roles. Alguien tiene que llegar y ver que falta quien agrupe voluntades. Alguien tiene que ser el primero en llegar y el último en irse cuando hay que arremangarse. Alguien tiene que ganarse el respeto del espacio donde participa. Alguien tiene que hacerse cargo del lugar desde donde participa. Si ese alguien es el primero en arremangarse y tal vez el mejor orador y encima tiene empuje para sumar, hay que seguirlo, ¿o no? ¿A quién le importa si quiere ganar votos? Si quiere ganar votos para seguir haciendo todo lo que vino haciendo, ¿cómo no seguirlo?

Mejor ayudar como se pueda donde se pueda. Moverse.

Pero supongamos que no quiero saber nada con nadie. Que estoy «enojado con la política». Supongamos que quiero ayudar sin el más mínimo contacto con organización alguna, porque desconfío de todas. Que voy a comprar una caja de alimentos y se lo doy a alguien, un conocido, para que lo lleve a donde según él, hay personas que no tienen la comida diaria asegurada. Yo no voy. Me quedo en mi casa. No tengo idea de dónde irá a parar mi caja de alimentos. Hice mi aporte. Alguien que no conozco comerá esos alimentos que compré. Mientras tanto, habrá otras personas involucradas en resolver cuestiones para que mis envíos ya no sean necesarios. Alguien, algún día, ya no recibirá mi envío. Quien llevaba la caja con alimentos podrá decirme: gracias, ya no es necesario. La persona o la familia que comía lo que enviabas ya puede conseguir sus alimentos por sus propios medios.

¿Alguien imagina esta forma? Conozco personas que lo hacen.

Alguien podrá pensar que los alimentos no llegarán a destino. ¿Y si esta persona a quien le doy los alimentos para que los lleve a quien los necesita para comer, no los entrega y los vende, o se los come? Alguien podrá decir: no importa, vos hiciste lo correcto, quisiste ayudar y ayudaste. Después, si quien recibía los alimentos para llevar no los entregó, es un hijo de puta. No pienses más.

Linda metáfora de la confianza para extrapolar a cualquier escala. Todo un tema la confianza. Una de las primeras cosas que se aprenden cuando se está en una organización, es quién empuja y quién se hace el boludo y justo fue al baño o lo llamaron por teléfono o se enfermó cuando había que arremangarse.

Supongamos que antes de confiar o desconfiar, me importa que aquella persona o grupo de personas a quienes voy a dar los alimentos que compré para que tengan su comida diaria asegurada, efectivamente la tengan asegurada. Supongamos que me proponga como objetivo reducir a cero la probabilidad de que estas personas que voy a ayudar utilicen para otra cosa los alimentos que compré. Me voy a tener que ocupar yo mismo de la entrega. Puedo seguir pensando en los bordes de la crueldad e imaginar que le estoy dando alimentos a quienes me dicen que los utilizarán para su comida diaria y resulta que tampoco así serán utilizados. Que aquello que yo mismo pueda llevar a una familia será desviado por integrantes de la propia familia. ¿Puede pasar? Lo puedo pensar. Si lo puedo pensar, es porque puede pasar. Pero no es que pueda pasar por cuestiones incomprensibles para quien no ha vivido la vida que vive una persona «habituada a comer poco», como dijo alguna vez un concejal que hoy es senador nacional. No no no. Claro que no. No hay categorías sociales en la imaginación de cualquier hecho incomprensible. Si hay algo que la humanidad, en cualquier lugar del tiempo, del espacio y de la escala social ha hecho, es confirmar que puede ser mucho más atroz de lo que ella misma puede imaginar. Sobre todo la parte que tiene comida asegurada de sobra, claro.

Entonces, en esa dirección obsesiva de querer asegurarme de que coman quienes necesiten comer, prepararé yo mismo la comida. No enviaré alimentos que sea necesario preparar. Yo mismo cocinaré. Sólo será necesario llegar con la comida a punto a la hora del desayuno, del almuerzo, de la merienda y de la cena.

¿Alguien imagina esta forma?

Es imposible, por varias razones, incluida la locura de quien intente hacerlo durante el tiempo que transcurra hasta que suceda algo, desde dentro de la misma familia o desde alguna situación externa, que interrumpa la necesidad de hacer esto todos los días. Porque comer, hay que comer todos los días.

Hay que ayudar, entonces, en conjunto. Con alguien. Reunirse con un grupo de personas. Fundar ese grupo, o mejor, co-fundarlo. O sumarse a un grupo ya creado. Un equipo, un colectivo, una organización, una fundación, un partido (le dejo las connotaciones a usted). Desde ahí comienza a tener sentido el “desde dónde”. Si desde algo que yo sepa hacer, desde un lugar que no me plantee un desafío demasiado grande, o desde algo que sí va a representar para mí un esfuerzo.

¿Qué es un esfuerzo? Poner tiempo, acomodar horarios, dormir menos, correrme del centro de mis actividades programadas, poner plata, ir a un determinado lugar, volver a ir, discutir, volver a ir, volver a discutir, programar, organizar, volver a ir, arremangarse, volver a ir, volver a discutir, viajar, compartir experiencia, discutir una y otra vez, volver a la fuente del compromiso, revisar objetivos, encontrarse, decir que no, discutir siempre, analizar variables, personas a seguir. Ahora vamos con este. Ahora vamos con este otro, aunque el que plantee cosas más parecidas a lo que nos juntó allá lejos y hace tiempo sea este otro que va a perder las elecciones y si lo apoyamos igual vamos a perder todo lo que pudimos construir.

O sea, militar. Luchar por un objetivo. Abundan casos de militancia. No abundan casos de coherencia. ¿Qué será la coherencia? ¿Por qué Macri no puede levantar un monumento a Perón? ¿No es que somos todos peronistas? ¿Para qué sigue existiendo Perón si no es para ser tironeado? ¿Sería Perón la figura más relevante de la historia política argentina si no fuera posible tironearlo todavía hoy? Si todos comemos tallarines con la vieja los domingos. Si más de uno votó a Menem en el ’89 y lo volvió a votar en el ’95, y votó a Cristina en 2007 y la volvió a votar en 2011. Si más de uno, con la venia imaginaria del General, se pasó de Randazzo a Scioli porque lo que importa es el proyecto, tanto importa que ahora Macri también lo avala, aunque sea de mentiritas. Dejemos de joder con la coherencia. Se la dejemos a los perros, que hacen lo que hacen por insistidores.

¿Entonces cómo?

¿Tratando de convencer en una sobremesa a quien pienso que es un estúpido? ¿Escuchándolo, aceptándolo, puteándolo si es necesario, cagándome a trompadas si es necesario? ¿He visto eso? Puff. ¿Y si no? ¿Haciendo lo que ahora se llama Stand-Up para reírme de esos que creo son todos estúpidos, aunque nadie, ni los estúpidos que piensan diferente ni los inteligentes que piensan como yo, puedan reírse de lo que digo porque antes de lo que digo, soy pésimo humorista y no me importa que quienes me escuchan tengan acalambradas las mejillas de tanto fingir sonrisas?

Por ahí tampoco. Menos que menos.

Ayudar desde la participación en un grupo de personas implica entender que mucho antes de mis predilecciones por algunos de tantos que quieren ayudar, están los que esperan la ayuda.

Gran tema. La cuenta de los que quisieron ayudar, se metieron en un grupo de personas y lo abandonaron por diferencias con otras personas y se pasaron a otro grupo de personas y luego a otro y a otro y a otro, o no se pasaron a ninguno y se bajaron de todo grupo, esa cuenta, por lejos, es la más larga. Y la única que viene dando, como resultado exacto, la existencia de, por ejemplo, merenderos.

Se ha visto, en ocasiones, que quienes se pasan de un grupo a otro utilizan más tiempo en justificar sus movimientos que en concretar acciones bien comprobables para que, por ejemplo, dejen de existir necesidades básicas.

Un merendero es, antes que cualquier otra cosa, un consenso sobre las diferencias.

¿Por qué existen los merenderos? Porque estamos de acuerdo en que el consenso es imposible incluso a nivel de los más básico. Porque estamos todos de acuerdo en que nos va a costar décadas ponernos de acuerdo, con un montón de chicos esperando, la ñata contra el vidrio, dando lástima primero y miedo después, a un sector enorme de votantes que inflan las audiencias de los medios.

¿Cómo hacemos para que dejen de existir los merenderos? ¿Para que los cientos, miles, decenas de miles de chicos que no tienen la comida diaria asegurada, la tengan. Para que reciban una alimentación variada que les permita entender y aprender los contenidos de la escuela?

¿Cómo que muchos no van a la escuela? Pará, ¿no los ves pidiendo en las esquinas? ¿No los ves en los carros con sus padres o sus hermanos mayores? ¿En serio no los ves? Bárbaro lo de YPF, lo de Aerolíneas, la Asignación Universal, el fútbol para todos, el matrimonio igualitario, el programa Conectar Igualdad, las vacunas, las universidades, la industria nacional, las centrales de energía, los científicos repatriados, la cultura elevada a Ministerio, los satélites, la Ley de Medios. Puff… Increíble. Todo bárbaro. Bárbaro en serio. Pero del otro lado, aun con la cabeza manipulada por los medios: ¿Y Boudou? ¿Y la inflación? ¿Y el cepo? ¿Y la prepotencia? ¿Y las cadenas nacionales todos los días? Y del otro lado: ¿Y Macri? ¿Y Niembro? ¿Y Durán Barba? ¿Y el neoliberalismo mal escondido?

Si hoy hablás de hambre, Clarín te llenó la cabeza. Ese pendejo cagado de frío pidiendo en la terminal, el otro en la esquina de Sabattini y Sargento Cabral, el otro en Cañada y San Juan, el otro en el semáforo del Arco de Córdoba, el otro y el otro y el otro, ¿son inventos de Clarín?

¿Qué hacemos con los merenderos? Mestre, De la Sota, ahora Schiaretti, Cristina, el que la suceda. ¿Qué hacemos con los merenderos? ¿Puede ser que podamos mandar satélites al espacio, como resultado de haber alcanzado cumbres de pensamiento aplicado y no podamos resolver cuestiones que por lo menos se presentan más fáciles de comprender?

¿Son más fáciles de comprender? No son más fáciles de comprender. Si hay algo imposible de comprender, es la mezquindad. ¿Llegará el día en que afloje la mezquindad? ¿Llegará el día en que una empresa que gane lo mismo y no más de un año a otro sienta que no perdió? ¿Llegará el día en que nos dejemos de joder pero en serio y antes que el miedo por los pobres comencemos a sentir asco por los ricos?

¿Mestre? ¿De la Sota? ¿Cristina?

¡Qué hacemos nosotros con los merenderos!

¿Qué hago yo con los merenderos aparte de escribir sin pensar, al menos sin tumbar pinos?

Por lo pronto, voy a comprar una caja de leche en polvo y voy a ir al Vecindario, este jueves a las 9 de la noche. Además de artistas muy talentosos y queridos, seguro habrá quienes sepan acomodar ideas y orienten el esfuerzo, en este caso el mío, para darle continuidad, porque muchos no escriben estupideces y están ahí, en Villa Boedo y en muchos lugares más, militando desde la única inteligencia posible, esa que entiende de sobra que la mezquindad de siempre, con este mismo escrito a la cabeza, no es motivo de justificación de la inercia y espera que nos sumemos, que comer hay que comer todos los días, gane quien gane las elecciones.

 

Agendá:

Cultura Solidaria. Festival a beneficio del Merendero Nueva Esperanza. 

Lucas Heredia – Juan Iñaki – Jam de Folklore – Zona Cuarentena – Pan Comido Poesía – Jorge Lewit. 

Jueves 15 de octubre – 21 horas.

El Vecindario – Marcelo T. de Alvear 835.

Entrada: una caja de leche en polvo.