» Chíngaras Teatro presenta «Abuela Elcira» redaccion 351

Por Euge Hadandoniou.

Vengo de camino de las sierras, movilizada por los cambios de climas entre ciudades tan cercanas, por el aire distinto. “Estamos haciendo la noche”, me dice Cintia en un whatsapp que tarda en llegar… “En casa de Ivana, venga”. Porque con los amigos a veces nos tratamos de usted, el amor más puro de la cercanía.

Esa noche que es manta de estrellas para Abuela Elcira, pronta a estrenar, me envuelve cuando llego al departamento poco iluminado para que se vea el efecto de las estrellitas pegadas que me invitan a acompañar.

Es noviembre y se mezclan las sensaciones del año que termina. El ruidoso Paseo de las Artes en los fines de semanas, los finales de ciclo. Lo acumulado en el año que necesita salir.

El domingo se vuelve cielo de estrellas pegadas con amor. Un cielo enorme que cubre la noche en la escena a Juliana, para que duerma tranquila de luna llena. La abuela del campo, que dicta suavemente consejos para que el tiempo nos diga qué hacer, la cobija y le cuenta historias del monte. En el día, le pide que la acompañe a sacar la leche de la vaca, o a cuidar las gallinas.

La sala de teatro se convierte en un campo: con sus coloridos pájaros, el fueguito, el pan amasado. Se sienten los aromas serranos y la sensación de las despedidas que siempre son tempranas cuando se ama.

Abuela Elcira nos permite ingresar a un mundo hecho de magia, con cajitas de madera, lucecitas que son estrellas, lentejuelas. Cada detalle es una caricia para la mirada. Las serranías se acercan y nos sentimos parte del silencio de una mañana fresca, con mate y peperina.

Aunque nuestras abuelas, la tuya o la mía, no hayan vivido en el campo, la relación que van generando las tres actrices por medio de acciones y vínculos, hacen que la vivencia de la situación se vuelva personal, y que cada uno de los espectadores se sienta identificado hasta las lágrimas. Porque el desenlace viene sutil, pero se va anunciando como las nubes a la lluvia. Nos pasa a los adultos; a los niños, la magia de los colores, la música, las relaciones, el cuento y la muerte les genera el acercamiento natural al mundo que necesitan compartir.

Así como esa tarde viajé de las sierras a la capital, para encontrarme con la sensibilidad de una amigas que se juntan a hacer teatro y hacen la vida, la casa y el cielo de una realidad que muchos vivimos, viajan la madre y la nieta a la casa de la abuela, a las sierras, esperando compartir las vacaciones. Así también viajamos con el público a nuestra infancia, a los juegos estivales y los cuentos de las noches que nos contaban para dormir, o para despertar otras posibilidades. Así sigue el viaje la Abuela Elcira a otro mundo, natural y simplemente.

En una ciudad tan movida se detiene el tiempo para mirarnos a los ojos y poder sentir más allá. Ofreciendo un cálido abrazo a los que presenciamos este ritual de despedida, valorando a los abuelos y su sabiduría, prestando oído a sus historias. Para seguir contando nuestras historias y entrelazar la memoria.