Rescates

Un cuento de Hamlet Lima Quintana

1-09-2016 / Lecturas, Rescates
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En 1972, el gran autor argentino publicó «Cuentos para no morir». Compartimos uno de ellos: «El Títere de oro».


Un cuento de Hamlet Lima Quintana

Por Mario Díaz.

Septiembre. Mes del nacimiento de Hamlet Lima Quintana. Autor inolvidable.

Entre sus muchas historias, rescatamos una de los «Cuentos para no morir», para acercar un poco de belleza ante tanta chatura.

Hamlet Lima Quintana – «El títere de oro»

Había una vez, y en esa vez, había un títere que ya llevaba muchos años de trabajo. El conocía perfectamente las obras con que el titiritero se comunicaba con la gente. Y, más todavía, conocía sus manos.

Por eso era cuando sentía doblar el dedo índice que llevaba atravesado en la garganta como si fuera la vida, la propia sangre del titiritero, continuándose en la suya, él sabía que tenía que decir: «Buenos días, señoras y señores, buenos días, buenos días…»
Pues sucedió que, uno de esos buenos días, el titiritero descubrió que la décima mano de pintura extendida sobre la cara del muñeco comenzaba a descascararse. El títere recordó entonces un poema que decía en cierta escena del segundo acto de la obra, esas cosas que pasan, donde su capa azul volaba a impulsos del pulgar y el mayor, es decir, a impulsos de su sangre compartida. 

Esos versos decían: 

«¿Y qué diremos después a la otra cara,
cuando nos quede la que utilizamos gastada
y la otra muerte nos reclame, urgentemente, a cara limpia..?”

Poco después, la cara del títere expuso distintos colores, pues las anteriores manos de pintura aparecían de tanto en tanto. Así fue como se le veía un cachete verde y el otro colorado, la nariz azul y la frente anaranjada, amarilla y celeste.

A veces, al pasar frente a un espejo en brazos del titiritero, el títere se miraba y no sabía bien por qué. Le gustaba.Casi podría afirmar que era el arco iris de los títeres. Pero ese era un sentimiento que sólo a él pertenecía, en total independencia de la sangre que circulaba por las venas y arterias del titiritero. Era un sentimiento en colores.

Pobre arco iris… Fue a parar al cajón donde el titiriteto guardaba recortes de diarios viejos, comentarios de antiguos éxitos, retazos de género, cartón y otras cosas más o menos cayendo en el olvido. El títere lloró mucho esa noche, la primera que pasaba a ser recuerdo precisamente. Sin embargo, pasada la medianoche, y sin encontrar resignación, escapó del cajón y se largó al camino, montado en sus piernas de aire. A medida que caminaba, la luna le prestaba su luz dorando su cara y su cuerpo. Caminó y caminó toda la noche recibiendo el relejo de la luna, una luna que esa noche estaba entera, redonda y extrañamente amarilla. Ya cansado, muy cansado, con un cansancio que sienten únicamente aquellos que han destinado su vida a repartirla como si fuera una palabra de todos los diálogos- el títere se recostó contra el tronco de un árbol, para recordar cómo inclinaba la cabeza para decir «Buenos días, señoras y señores… Buenos días, buenos días…

Ya había amanecido cuando, justo en el momento en que la tristeza le iba a inventar lágrimas, pasaron dos chicos por el camino. Al ver al títere, uno exclamó: «¡Mirá qué lindo! ¡Parece un títere de oro!» El otro chico lo levantó del suelo, como si fuera una suave madre con su hijo, y afirmó: «Es de oro puro.»

Los chicos lo llevaron a su casa y construyeron un teatro. Uno de los chicos se llamaba Javier Villafañe y el otro Ariel Bufano. Esto no tiene nada que ver con la historia, pero el títere así los bautizó. desde entonces los chicos crecieron creyendo llamarse Javier Villafañe y Ariel Bufano. Pronto comenzaron a hacerlo trabajar y el títere sintió que volvía a vivir. Sintió como si la vida de los chicos se le adhiriera por dentro y le cubriera todo su cartón. Entonces con corazón de chico y la cara limpia ante la muerte, repetía contento-Buenos días, señoras y señores, buenos días, buenos días, buenos días. Y con ajo y laurel, levanta la vida, la vida con él…

Hamlet Lima Quintana – Cuentos para no morir