El Cronista de la Sed

Peón rural

24-08-2017 / El Cronista de la Sed, Lecturas
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Receta para viajar gratis: hágase amigo de un oficial de la policía caminera y espere que pase el primer desorientado. El resto es charlar un poco de cosas lindas o más o menos o… ¿Cuánto? ¿Haciendo qué?


Peón rural

Por Fer Vélez.

Me subí a la camioneta y salí temprano, antes de que despunte el sol. Me esperaban casi cuatro horas hacia el imperio del sur cordobés. Manejé con sueño, bostezando cada tanto.

Saliendo de la ciudad me subí a la nueva autovía de la ruta 36, hacia Río Cuarto. Todo el camino muy relajado. Mi destino final era la localidad de San Basilio, entre Malena y Vicuña Makena, pura pampa triguera cordobesa.

Faltando 45 kilómetros para llegar me paró un control policial. Yo tenía todo en orden, pero no sabía cómo llegar al pueblo así que le pregunté al oficial. El gringo vestido de azul me indicó gentilmente y al final me dijo me dijo:

-¿Me haría la gauchada de llevarlo a este hombre? Va para ese lado.

Yo no quería llevar a nadie, iba bien solo, tirándome pedos cada tanto. Me sentí presionado. Dudé. Y cuando dudé, cagué.

-Sí, cómo no -respondí.

Estacioné al costado de la ruta. Por el espejo vi que un hombre tiraba un bolso en la caja. Me bajé para abrir la puerta porque la del acompañante no se abre de adentro y ahí lo vi. Apenas lo miré me arrepentí. Le sonreí y lo saludé.

El tipo era de rostro muy rústico, piel rosada, ojos claros, casi verdes, nariz rota de boxeador, labios gruesos. Le pude contar cuatro cicatrices: una en la frente, otra en la ceja derecha, otra en la mejilla y la última en un costado de la boca, cerca de la comisura, que se le deformaba hacia un costado.

Arranqué. No me sentía cómodo. Vi sus manos, rústicas como su cara.

-Yo soy de Las Vertientes -me dijo en seco.

Supuse que el hombre había leído en mi rostro la desconfianza dibujada. Empezamos a charlar. Me dijo que iba para Adelia María, que queda pasando San Basilio.

-¿Qué vas a hacer? -pregunté.
-Tengo una casita para pintar…
-¡Ah! ¿Sos pintor?
-No… Trabajo en el campo, soy maquinista… Pasa que está dura la campaña, hubo mucha agua.
-Claro… ¿Y cómo es tu trabajo? ¿Es duro? -el tipo me miró medio sorprendido, pensó un segundo y respondió.
-¡No! Bah… Muchas horas sentado en la máquina, pero no, no es duro. Se gana bien.
-¿Sí? ¿De verdad me decís?
-Sí. 250 lucas.

Al oírlo dejé de mirar el camino y lo miré a los ojos.

-¿Por año? -pregunté. El hombre me miró más asombrado que antes.

-No, en cuatro meses.

Lo miré de nuevo pensando que me estaba mintiendo. Si ganaba 250 mil pesos en cuatro meses, ¿qué hacía
en un control policial pidiendo que lo lleven?

-Estás cómo querés entonces- le dije.
-Casi casi -contestó, esta campaña está dura. Me llamaron para ir al Chaco para unos desmontes… Pero no sé, no tengo muchas ganas.
-¿No te conviene?
-Pagan bien.
-¿Cuánto?
-300 pesos la hectárea. Hago 70 hectáreas.
-Ah… no es mucho.
-¡Por día! Hago 70 hectáreas por día.
-¿Desmontás 70 hectáreas por día?
-Sí. Ese sí es más duro. Andás a los saltos todo el rato. Te dan unos tractores de los grandes que son para eso. Vos te arrimás al árbol y con la pala lo topás arriba, si se mueve de abajo le pasás por encima. En un rato se avanza mucho,
pero te quedan doliendo los riñones.

Faltaba poco para llegar. Seguimos la charla. Le conté que soy carpintero y que iba a ver un trabajo. Me contó que tiene casa y unos departamentos. Se separó y tiene seis hijos de tres mujeres diferentes.

-La última me está haciendo parir, ojalá me hubiera muerto- dijo.

Al llegar a la estación de servicio de San Basilio nos bajamos. Me invitó a desayunar. Sentados en la mesa del barcito veíamos a los gringos del pueblo comprando cosas y pagando el gasoil.

-Miralos bien -dijo-. Son todos millonarios esos.