Mis 15 minutos

Mis 15 minutos con Mick Jagger

29-05-2016 / Lecturas
Etiquetas: ,

El cine, la música, la fama. Historia de un casi encuentro entre un compositor cordobés y «Nowhere Man» en Salt Lake City.


Mis 15 minutos con Mick Jagger

Por José Halac.

En 2001 vivía aún en Brooklyn y había musicalizado un cortometraje llamado «Paté», de Agnieszka Wojtowitz-Vosloo, quien hace unos años hizo un film llamado «After Life» con Liam Neeson y Cristina Ricci.

El corto fue seleccionado para el festival Sundance que se hizo en enero del 2001. Todo el cast del film decidimos ir al festival en Salt Lake City, Utah, tierra de mormones. Frío espantoso y nieve. Carísimos hoteles. Pero la sed de fama es así.

En el festival no había tickets ya para ningún film. Ese año competía «Tape» de Aronofsky. Era la favorita. También se estrenaba un film que tenía en el elenco a Mick Jagger, «The Man from the Elysian Fields» (mala mala). Se decía que Jagger iba a estar «ahí». Ese «ahí» es como un lugar de magia y mística. Uno miraba detrás de los árboles o dentro de algún seminario o alguna conferencia de algo y lo buscaba pero nunca lo veía. Nunca y en ningún lugar. Era el famoso «Nowhere Man» de los Beatles. Igual, la fé mueve montañas. Creímos que lo veríamos y que no sé qué cosa, porque la fama es así, hay un «sin-lugar» de un «nowhere man» para lograr una «no sé qué cosa».

Llegué el jueves y el sábado ya tenía amigos de la misma feligresía que ofrecían datos, todos improbables, pero esenciales para no congelarse del frío y seguir ahí, sin saber por qué. En el trajín conocí a los porteños de la película «Fuckland», en un lugar de comidas, todos sentados en una mesa con caras de «no conseguimos nada» y por eso no me quisieron dar pelota, porque yo les hacía sentir que si seguían hablando conmigo un minuto más, menos chances tenían de conseguir ese «algo» que habían ido a buscar.

La amiga que me hice ahí confundía a Tilda Swinton con Cate Blanchett. Se puso a hablar con Tilda (en una sala a la que entramos con unas credenciales truchas) como si fuera Cate. Cuando Tilda se dio cuenta se fue. Así de cerca estuve de conseguir «algo».

Pero hubo algo más contundente. Esa misma amiga, la que confunde actrices famosas rubias, consiguió el dato de una fiesta en la que iba a estar Mick Jagger. Era posta el dato. Con las mismas credenciales truchas y su sonrisa me prometió que entrábamos. Fuimos. Efectivamente, sonrisa mediante, entramos.

Había una sala de entrada importante, un hall donde estábamos todos los que llegábamos con el mismo dato. Por la ropa, uno se daba cuenta de que no era «el» lugar preciso. Mi amiga se puso a averiguar sobre Jagger y consiguió una pista clave: había una sala VIP en la que, «really», iba a a estar.

No sé cómo hizo pero pudimos entrar a la sala VIP. Mi adrenalina había llegado a un nivel interesante. La ropa era diferente. La de ellos. La nuestra seguía siendo igual. La gente ya te miraba porque si estabas ahí, debía ser que eras de alguna productora o algo así. Yo ya me tocaba el bolsillo pensando que no llevaba tarjetas. Pensaba que me iban a pedir. Y me decía: «Con tu ropa, pensá que sos medio posmo, una especie de exótico argentino genio que calcula su look para hacerlo coincidir con su también exótico talento. Era lo único que me acordaba de un librito de Deepack Chopra que había leído sobre cómo ser exitoso en cualquier lugar. Capaz que en la India funcionaba eso pero ahí, no. Seguro que me faltó «cree-más-en-mí-mismo» o algo así. Por ahí me salteé algún capítulo…

Como sea, Mick Jagger no aparecía. Era difícil preguntar porque en esa sala VIP todos eran bastante importantes y no contestaban cualquier cosa de cualquiera. Así y todo, tenía la sensación de que ellos también querían conocer a tamaña estrella y tener su propia chance de tener «algo» con él, y que no estaban tan, tan seguros de que lo iban a conseguir.

Mi amiga, una especie de Puck shakespereano o ese lorito de La Sombra de Wenceslao de Copi, y que no conocía las fronteras entre las castas (de hecho, al día siguiente se enamoró de un bombero que fue a apagar un inicio de incendio en una de las salas de proyección y durmió con él y luego no lo vio más) pudo encontrar la forma de preguntar adónde podría estar Mick Jagger. Y obtuvo su respuesta.

En esa sala VIP había, detrás de una puerta custodiada por un «bouncer» (rebotador de gente no tan importante), otra sala VIP. Ahí estaba, realmente, Mick Jagger. Pero el acceso era imposible. Era el famoso The End de la historia.

Pero es que el Poder funciona así. Si me permiten una barata moraleja.