Menos Mitos

Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 22

25-02-2018 / Lecturas, Menos Mitos
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Luego de meses tramados por episodios dignos de las macetas menos pintorescas que atestan el fondo de cualquier patio abandonado, vuelven las historias de Korvazwchofona, siempre verdes.


Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 22

Por Juan Fragueiro.

Pintura: Norayr Gevorgyan (fragmento).

Capítulo 22

Nueva Academia para el Desarrollo del Arte. (Otra vez Copyright: El Anarquista).

Un músico popular vivió en Korvazwchofona mientras su popularidad iba decreciendo. Las habladurías decían de él que había traicionado sentimentalmente a un tal Pepe Rubianes, pero lo cierto es que jamás supieron uno del otro.

La mayor inspiración del músico de marras era la musa griega que, transformada en árbol silvestre sin espinas, dormía junto a su perro. El artista de los sonidos pasaba horas y horas mirando las ramas del árbol (mientras su perro lo orinaba); intentaba abrazar algo y observaba absorto cómo los pájaros lograban escapar de las redes místicas… o míticas. Su música, su arte, se plasmaba inconfundiblemente cada quince días en el Teatro Central. Pero nunca consiguió reunir a un público mayor a las nueve personas, sin contar a su madre, su tía y dos hermanas. Y el ama de llaves. Esto a pesar de sus hermosas melodías.

Cansado de tanto fracaso intentó probar suerte en otro país. Viajó por rutas internacionales buscando nuevo destino, pero no lo halló.

Al abandonar Korvazwchofona su inspiración quedó enganchada en la punta de las ramas del árbol que escondía una musa griega. Su musa griega. Fue por ese entonces que los korvazwchofoneses quisieron probar suerte con la creación de nuevos valores musicales. Así surgió la «Nueva Academia para el Desarrollo del Arte», un centro de estudios avanzados con un centenar de egresados mensuales, porque en Korvazwchofona eran tan, pero tan sensibles, que no precisaban más de treinta días para convertirse en excelentes compositores, directores de orquesta anche ejecutores de fusas, corcheas y negritas. Como es de suponer, al poco tiempo los músicos saturaron el ambiente y el éxodo fue inevitable.

El arte en el País Perdido era inversamente proporcional a la población, por lo que la mencionada Academia se clausuró en un período negro. Las mujeres no se dieron por vencidas fácilmente. Incursionaron en las artes telenovelescas, aunque el fracaso se anticipó… Faltaban como sesenta años y dos días para que se creara un canal de televisión. No obstante en las calles había comparsas permanentes, asesinatos ficticios y robos de fantasía. Hasta que las fuerzas del orden solicitaron ser excluidas del espectro nacional y entonces retornó el tiempo pasado, parafraseando a don Manrique: «Todo tiempo pasado fue mejor…». Lógicamente con tantos artistas no faltó el que a boca de jarro espetó: «Todo tiempo pasado… Pasó y punto.»

Y las cosas volvieron a ser, sencillamente, las mismas que habían sido antes de la fundación de la «Nueva Academia para el Desarrollo del Arte».