Menos Mitos

Las manos

4-07-2016 / Lecturas
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Ni las mágicas, ni las santas, ni las del General, ni las del día en los versos del Poeta, ni las de mi madre en la canción, ni las de Filippi. Otras. Muchas otras.


Las manos

Por Juan Fragueiro.

Una mano toma la cintura de otra mano, ajena al brazo que sostiene la primera mano. Por lo general las manos que se toman no son manos cuerdas, tampoco manos curdas. Son manos que funcionan como estropajos sentimentales. Manos que se toman por amor, manos que se toman solidariamente, manos que se aferran por recuerdos compartidos, manos que se entrecruzan, por desaires.

Las manos como adyacentes paralelas se ven, en el instante de la higiene, cubiertas sensualmente por espumas jabonosas, o se abrigan del frío friccionándose mutuamente, sin estar mutualizadas.

Las manos son inspectoras cutáneas para reconocer al otro, para interpelar a la otra, para saborear o manosear a los otros. Una mano puede ser la violenta reacción del enojo, o la sabia caricia comunicante…

Cuando una y la otra, ambas manos, se juntan en plegaria, están combatiendo al comunismo… Cuando una mano palmea a la otra, el aplauso está servido.

La mano que ordena, sustrae, hurga, aprisiona, asfixia, es la mano contrahecha del que gobierna neoliberando las deliberaciones más silenciosas. Manos espurias, manos abyectas, manos de verdugo.

No hay mano que no sea artista consumada. Mano puño, mano palma, mano que señala con cinco dedos, con dos o con uno; manos mayoristas, exculpables o sintéticas. Manos que mecen la cuna o tienden las camas. Manos con mundo, aquellas expertas en caricias propias o ajenas; manos voluptuosas, desprovistas de carne, manos huesudas, manos que se atreven a surcar los aires sin tener en claro el destino final.

Manos de pocos sesos, manos vistas o vestidas, manos cuadrafónicas, manos de bienvenidas o despedidas chauchescas. Manos desnudas. Manos documentadas, con lunares, con tintas, con vellos, con callos, manos inmaculadas sobre el mango de una pala.

Mano para comer, mano para coser, mano para salir a jugar.

Hoy sentí una mano sobre mi cara… Recorriendo los bordes de mis ojos, pellizcando uno que otro pelito del bigote. Reconocí que era una mano descarada. La mano derecha generalmente está enojada o retraída, es la mano que acompaña el chorro del bidet, es la mano… enculada.

La izquierda casi siempre se encarga de las adicciones, sostener un Parisiennes por ejemplo y recordarle a la boca para que lo aspire antes de que se consuma solo. Es la mano adicta, la mano entabacada.

Sobre el teclado, la mano izquierda golpea y la derecha pasa suavemente… pero se equivoca más seguido que su hermana la siniestra. Una vez, alguien me dijo: “me enamoré de tu mano izquierda”, y sólo le estaba indicando dónde firmar unos papeles.

Desde entonces me persigue una maldición, sólo puedo indicar el sitio para la firma con mi dedo medio, como un “fuck you” solapado, engañoso, amañado. Lo mismo cuando levanto mis anteojos sobre la nariz, con la misma izquierda, con el mismo dedo medio…

Entonces pienso que aquella vez, hechizaron a mi mano izquierda y le prohibieron la posibilidad de ser una “manolarga”. A la hora de elegir una u otra mano, siempre opto por la mano paternal y no la paternalista. Aunque la diferencia sea literal o gramatical, una mano no puede nada sin la otra. Que tu mano derecha no sepa nunca qué hace tu mano izquierda. Manos somnolientas, manos acusetas, manos mezquinas o manos diabéticas.

Manos hermanas, primas, sobrinas… Manos que apapachan o sacan restos de bajo tierra. Manos con justicia propia, manos encadenadas y condenadas, manos presas, manos monacales o manos ateas.

No hay dos manos iguales, ni manos perfectas. Cada mano es un lúdico choque de póker, escoba de quince o truco.

Manos que se mueven como veletas, como las aspas de un molino en quiebra; manos pesadas, manos desocupadas, manos bandoleras.

Las únicas manos quietas son las manos muertas.