Rescates

La historia de la llave enterrada

2-11-2016 / Lecturas, Rescates
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Del libro del Subcomandante Marcos «Relatos de El Viejo Antonio», publicado en 1998, compartimos una historia necesaria sobre la memoria y el mundo de abajo por desenterrar.


La historia de la llave enterrada

Por Mario Díaz.

«Por la boca del Viejo Antonio habla la conciencia memoriosa y trascendente de la comunidad, la voz del pueblo profundo». Así resume Armando Bartra el libro de relatos del Subcomandante Marcos.

Memoria necesaria para la lucha, para provocar cambios… El Viejo Antonio decía: La lucha es como un círculo, se puede empezar en cualquier punto, pero nunca termina.

Aquí uno de los relatos.

Historia de la llave invertida

Cuentan que los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, tenían muy mala memoria y rápido se olvidaban de lo que hacían o decían. Unos dicen que era porque los más grandes dioses no tenían por qué acordarse de nada, porque ellos ya eran desde cuando el tiempo no tenía tiempo, o sea que no hubo nada antes de ellos y si no hubo nada antes entonces no había de qué tener memoria. Quién sabe, pero el caso era que todo lo olvidaban. Este mal lo heredaron a todos los gobernantes que en el mundo son y han sido.

Pero los dioses más grandes, los más primeros, supieron que la memoria era la llave del futuro y que había que cuidarla como se cuida la tierra, la casa y la historia. Así que, como antídoto para su amnesia, los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, hicieron una copia de todo lo que habían hecho y de todo lo que sabían. Esa copia la escondieron bajo el suelo de modo que no se confundiera con lo que había sobre la superficie. Así que debajo del suelo del mundo hay otro mundo idéntico al de acá arriba, con una historia paralela a la de la superficie. El mundo primero está bajo la tierra.

Le pregunté al Viejo Antonio si es que el mundo subterráneo era una copia idéntica a la del mundo que conocemos.
-Fue -me respondió el Viejo Antonio-, ya no. Y es que -explicó- el mundo de afuera se fue desordenando y desacomodando al paso del tiempo. Cuando los más primeros dioses se fueron, nadie de los gobiernos se acordó de mirar abajo para ir arreglando lo que se iba desacomodando. Así que cada nueva generación de jefes pensó que el mundo que le tocaba así era de por sí y que no era posible otro mundo. Así que lo que está abajo de la tierra es igual a lo que está arriba, pero es en forma distinta.

Dijo el Viejo Antonio que por eso es costumbre de los hombres y mujeres verdaderos el enterrar el ombligo del recién nacido. Lo hacen para que el nuevo ser humano eche un vistazo a la historia verdadera del mundo y sepa luchar para acomodarlo de nuevo como debe ser.

Así que allá abajo no sólo está el mundo, sino que está la posibilidad de un mundo mejor.

-¿Y estamos también los dos? – pregunta La Mar somnolienta.
-Sí, y juntos -le respondo.
-No te creo -dice La Mar, pero con discreción gira sobre su costado y se asoma por un huequito que una piedrita dejó en el suelo.
– De veras -le insisto-, si tuviéramos un periscopio podríamos asomamos.
-¿Un periscopio? -murmura.
-Sí -le digo-, un periscopio, un periscopio invertido…

…Finalmente me parece que el Viejo Antonio tiene razón cuando dice que hay debajo de nosotros un mundo mejor que el que padecemos, que la memoria es la llave del futuro, y que (agrego yo) la Historia no es más que un periscopio invertido…