Menos Mitos

Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 16

20-06-2017 / Lecturas, Menos Mitos
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En la presente entrega de una historia en capítulos como alfajores de fruta, dulce de leche y colita de cuadril a las finas hierbas, un intercambio de puntos de vista sobre la creación y sus infructuosas maravillas.


Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 16

Por Juan Fragueiro.

Capítulo 16

De cómo se hicieron todas las demás cosas (con la aprobación del Honorable Ministerio de Asuntos Históricos y Demás, y la colaboración desinteresada de otros Ministerios Igualmente Honorables).

Las Noches se habían separado de las Mañanas. Las Aguas corrían lejos de la Tierra. El Sol y la Luna discutían acerca de sus roles. La Hierba crecía y crecía… Y los Jardineros tenían mucho trabajo.

Mientras que allá, en el horizonte de las cosas encimadas, una golondrina hacía su verano sin importarle un soto los refranes pavos. Una gallina ponía huevos en la cosecha de gallos cuando estos reñían estúpidamente en un cuadrilátero (más tarde los hombres copiaron esta lucha). Había monos que también deleitaban a los paseantes, patos que picoteaban a las patas. Nada fuera de lo común. Nada imprevisto. Y la Nada habló. Y la Nada dijo:

-¡Me han estafado! ¡Mil veces coño! Esa diosa Misunimi me ha tomado de los pelos. Tanto tiempo para construir algo y al final… Nada. Todo sigue igual que antes cuando quise cubrir esta nada con algo; y una diosa, con todos los dioses menores a su disposición, no logra hacer más que… nada.
-No desesperes Nada -intentó calmarla el Clítoris de Guayacán-, detrás de los polvos que muerden derrotas y pistas, más acá del vertiginoso mundo exhibido como trofeo de guerras impagas, alguien te sugiere la dulzura antes que la locura. Vístete y corre contigo misma. Al menos lograrás distraerte.
-¡Vértigo! ¡Siento vértigo! -gruñó la Rufiana Calaña- ¿Dónde hay un médico? ¿A la derecha? ¿A la izquierda? ¡Un médico por favor!

Y en de repente, acertó a caminar sigilosa y prematuramente por allí el Doctor Segismundo Dimitrovich Plutarco Ponce, acompañado por la viuda Pirámide. El psiquiatra y la mujer iban en viaje de placer por las cumbres borrascosas del cimiento llano y lerdo del mundo por construir (Bueno… No era más que un país); encima de ellos iba el hijo de la viuda Pirámide.

-Permítame revisarla, señora. Soy psiquiatra.
-¿Loca? ¡Tu abuela!
-En estos casos -explicaba a su compañera el galeno de loquero sujetando a la Rufiana Calaña de los pelos- hay que tener la paciencia que requiere el oficio. No desmayarse. Seguir siempre adelante.
-Pero, ¡suélteme, desgraciado!
-Sujétese señora, mileidi, en pocos segundos más usted no recordará sus cuitas.
-Y usted no recordará cómo se llama si no me suelta…
-220 voltios… Suficiente.

Y la Rufiana Calaña quedó tendida en el suelo, eléctrica de dolor, placer o sueño. Planchada. Sedada. Kaput (ada).

¿Adónde irán las primaveras después de su salvaje enamoramiento adolescente? Tal vez a recoger los pedazos deshechos de calañas que deambulan somnolienta y aturdidamente.

En tanto estas cosas pasaban enfrente de la Nada, la diosa Misunimi, alertada por su siempre fiel Sangulpipo, construyó todo lo que pudo en pocos santiamenes.

Ya había en Korvazwchofona casas y baldíos, camas y sillones, monederos y cospeles, redes viales y veredas, antorchas y garrafas de cinco kilos, patos e islas, riquezas y miserias, políticos y curas… No. Por suerte en Korvazwchofona no había políticos, curas, milicos ni nada de eso.

Cuando la Nada observó todo el conjunto de la Creación le dijo a Misunimi:

-¡Mamacita… Cuánta belleza!
-Ha sido arduo, desgastante. Pero he concluido al fin la tarea. Ahora sólo falta poner guerras y cadáveres, muletas, trastadas y alguna sanguijuela para que esto sea lo más parecido al mundo verdadero, Nada.
-¡Déjate de boberías, diosa de probeta y refrigerador!
-¡Insultos no eh! Me debes cincuenta años de mandato en Korvazwchofona.
-¡¡¡Noooo!!! -el que grita así es D. Diógenes del Suquía-. Debemos terminar esto ahora, ¡ya!
-¿Y éste quién es?
-Qué sé yo… un zampado.
-Salí mugriento malvestido…
-Escuchen, soy el autor de la historia oficial de la Creación…
-Y nosotros los andaluces comilones. ¡Andá cagá!
-Rajá bo… tarate.
-Pel… mazo
-Por favor, cállense, en honor a los Defensores de Causas Perdidas.

Estaba toda la Creación terminada. ¿¿¿Sí???