Reseña y Entrevista

Maru Chamella y Mariano Vélez presentan «Patio estrellado de una noche de verano»

20-05-2015 / Agenda, Entrevistas
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En una semana plena de música para la escena de Córdoba, otro estreno que emociona. Un disco imprescindible tendrá su gran noche este jueves 21 de mayo a las 22 horas en Studio Theater. Aquí una aproximación y las palabras de Maru Chamella.


Maru Chamella y Mariano Vélez presentan «Patio estrellado de una noche de verano»

Por | redaccion351@gmail.com

¿Cómo será explicar con alguna precisión lo que sucede cuando un par de canciones gustan mucho? Somos varios los que tratamos de lograr imágenes o conceptos que las describan. Hay por ejemplo un sitio llamado Viento Nómade, proyecto hermoso desde el Sur de nuestro país. Muchos artistas pasaron por allí, incluidos varios cordobeses. Quien lo lleva adelante escribe cosas admirables. Formas que encontrará escuchando a cada cantautor o intérprete que por allí pase.

Hay cosas hermosas. Por ejemplo, sobre Mariano Clavijo: «Así como las canciones, las palabras, que florecen, fragantes y nuevas, que rompen el cascarón de la semilla para significar esas humanas cuestiones que reclaman denominación. Si se puede ‘desandolvidar’, bien se puede ‘memoriandar’: vivir los momentos reconociendo en simultáneo su destino ineludible de grato recuerdo. Y así fue: una conversación ‘memoriandada'».

Ayer publicamos la previa de la presentación de «Desandolvido». El inicio de la entrevista recurrió al mismo juego de invertir formas. En ambos textos, aparece eso de andar la memoria. Nadie copió a nadie. Habrá incrédulos entre los lectores, y redactores felices de haber descubierto sensaciones compartidas a la distancia.

Cada texto publicado en Viento Nómade honra el arte de quienes dejan sus canciones. Siempre es un placer llegar a la música de tantos desde esas introducciones.

Volviendo a Córdoba, donde también encontramos textos buenos por todos lados, a veces pasan cosas que sueltan preguntas acerca del sentido de escribir.

En medio del hábito diario de escuchar para jugar a encontrar formas que las canciones juegan a esconder, suelen aparecer discos que modifican los tiempos, que devuelven a un estado de gracia tal vez un poco olvidado. Canciones con semblante que nos sonríen desde los primeros acordes y ponen ojitos de «Ey… Pará… Escuchá…» Y al rato de nuevo: «Ey… En serio, pará un poquito… No hagas nada… Escuchá…»

Todo lo que suceda después cambiará varias veces las reglas de un juego que la inercia pretende imponer, buscando detalles, pequeños hallazgos de una composición que justifiquen un escrito, para luego pasar a otro disco, y a otro. Entre las canciones que nos devuelven a la simple experiencia de escuchar, algunas sobresalen, vaya a saber por qué combinación de circunstancias. Y entonces hay que escribir, de cualquier modo, porque no es posible evitarlo.

«Patio estrellado de una noche de verano» es un disco que tiene dos nombres en la tapa: Maru Chamella y Mariano Vélez. Incluye diez composiciones. Cinco de Maru; cinco de Mariano.

«Patio estrellado de una noche de verano» es un disco con semblante de «Ey… Pará… Escuchá… No no… En serio. Pará…»

Todo un ejercicio ese retorno a disfrutar sin «mientras tanto». Ni caminar, siquiera. Sólo escuchar, como jugar mientras se juega.

Disfrutar sin el más pequeño movimiento que la rutina disponga, por simple mérito de un puñado de canciones que suenan a esta parte del continente y nos llevan de la mano como chicos, de vuelta al placer.

¿De dónde este intento de idea? De lo que suena ya en el inicio con «Niña Luz», una canción que empieza con tres acordes de siesta de otoño en un piano y en un cuatro venezolano (¿no debería sonar a verano? Sí, pero estamos en otoño y ese piano brilla igual, más a la siesta, haga la prueba), un verso que tiene una mariposa, un juego de coros y un estribillo que, solito, merece la existencia del disco físico en los estantes. Cuando Maru arranca la segunda estrofa, resume todo lo dicho hasta aquí. Pero después viene el estribillo, que vamos a reproducir con repetición de vocales para dar a entender que el canto queda flotando:

Brotaráááááááá de ese árbol…
Una flooooor…
Blanca serás en la inmensidad…
Y te irááááááááás… Surcando mares…
Niña Luuuuuuuuuz…
Cómo partir sin decir adiós…

 

Ese estribillo, en el inicio del disco, ya dice «Ey… Pará… Dejá todo…. Escuchá…»

Pero hay otra hermosura, además de la intervención del contrabajo de  Fede Seimandi. La poesía escrita dice el último verso del estribillo a modo de comparación. Leemos: la Niña Luz se irá surcando mares como quien parte sin decir adiós. Es un sentido diferente, tal vez, a quien en la canción de los Toch se fue sin saludar. Ahora bien, cuando Maru la canta, le pone acento a la primera o de «como». Escuchada, la canción parece preguntar: ¿Cómo partir sin decir adiós? Y entonces cambia el sentido para multiplicar la belleza. Podríamos preguntarle a Maru por la intención que quiso darle a este verso. No queremos. Sino qué chiste…¡Se termina el juego!

Ahora bien, faltan aún nueve canciones, porque recién comienza «Patio estrellado…» y todo seguirá siendo así, un placer, como «Abriendo camino», otra composición de Maru que viene con dedicación al Juanpa Toch y que le traspasa el vuelo de la letra a la melodía de «Lágrimas de lágrimas» de Mariano, donde hay versos de dolor que se curan con la armonía que llevan las estrofas. Hay un bombo en manos de Marcos Ramírez como contraste perfecto.

«Otra vez», de Maru, vuelve a tomarnos las manos y a decirnos con la mirada: «Mientras escuchás la canción, sólo eso, por favor… Escuchala.» El comienzo es otro contraste exquisito de sencillez y hondura que sólo necesita una voz y cuatro cuerdas. Dice el primer verso: «Pasan los días, pasan las horas, pasan los años…» Hay algo ahí que conmociona. La secuencia natural sería: «horas – días – años». Cuando las horas quedan en medio de días y años, acentúan aún más el paso del tiempo, porque la sensación de ver pasar los días se reconcentra desesperada en un paso más inmediato, el de las horas, para luego ampliar la distancia en años. «Pero lo que trasciende no está en el calendario…» Y entonces todo cambia y fluye hacia versos como:

A veces me pregunto qué pasaría
si los ríos pensaran dónde morirían.
Y si el viento tuviese formas y colores
acaso sentiríamos mucho más sus dones.

 

¡Y eso que dejamos el estribillo afuera! ¡Hay que escuchar el estribillo! Bien, el disco sigue con «Fugaz», tema de Mariano que celebra el encuentro, el hallazgo de la música en forma de canción y cierra con el verso que nombra al disco. Después viene «Un canto alado», homenaje de Maru a Eduardo Mateo que tiene a Marcos Ramírez en percusión, a Fede Seimandi en contrabajo y a Luchi Rovarola en coros. Antes de la cita al «Tunguelé», Hay una estrofa extensible a tantos que se fueron:

Sabrá la muerte que no lo es tanto
cuando renaces en cada canto,
nunca te fuiste seguís estando
¡Si estás más vivo que unos cuantos!

 

«Un canto alado» – Vivo en Nuestra Música


 

«Quererte así», luego, es Mariano jugando a mirarse desde lejos, preguntándose por la vida misma sobre una base de percusión, pequeños coros y murmullos que van de un oído a otro en la escucha. Aplauso para Pablo Granja, encargado de la mezcla, por el nivel de detalle que le conocemos desde varios discos anteriores, y por esta lindura.

«Pliegues» es Mariano de nuevo, pero cantado por Maru. Todos supimos, sabemos o sabremos lo que es fijar los sentidos en quien llega, o comenzar a extrañar cuando ese alguien aún no se fue. No todos creamos melodías hermosas en un piano y las dejamos sonar para embellecer el amor.

Quedan dos canciones antes de volver a escuchar todo de nuevo. «Caminando» es otro punto alto del disco, un nuevo llamado a honrarse a uno mismo disfrutando el momento, porque lo que suena es una letra hermosa llevada de la mano de una melodía aún más hermosa, con un comienzo que suena a cajita musical, y con la voz de Maru, que en la cuarta estrofa lleva su canto a la niñez y lo devuelve para los versos finales con una intensidad que emociona. «Ya no hay más que caminar… Todo se muestra y se va…»

«Caminando»

 

«La Lucero» cierra el disco. Domina la noche, como en todas las letras de Mariano, y hay pocos versos, cantados por Maru, por su autor, y al final por ambos, para dejar ir la música entre juegos, ruido de mar y una historia recitada que nos lleva de la mano por el ciclo de la música, ese estado de gracia que termina sólo para volver a comenzar, aquí, con «Niña Luz».

Toda esta maravilla nacida al amparo de dos grandes músicos, cuyo encuentro deberemos agradecer, primero, a Vivi Pozzebón, y después a la vida misma, tiene su merecida fecha de presentación en el marco del ciclo «Disco es Cultura».

 

En el fragor de las idas y vueltas que supone la previa de un recital importante, encontramos a Maru, quien nos cuenta de todo.

La primera pregunta tiene que ver con momentos claves que confluyeron para la realización del disco. ¿Cómo se conocieron con Mariano?

Recuerdo cuando Mariano llegó al primer ensayo de la Vivi (Pozzebón). Todos esperábamos al nuevo pianista. Yo ya venía tocando hace un año y algo con ella y estábamos todos expectantes por ese personaje que ya nos habían anticipado de que iba más o menos… jaja… Apenas pasamos una tarde y yo no me pude haber divertido tanto con él… Con sus salidas, su humor taaan cordobés, su forma de tocar jugando, coloreando, perfumando… Lo escuché y fue inmediato el imán, la atracción… ¡Al toque sentí haber descubierto a alguien que no era de acá! Alguien que vió y vivió cosas que acá no se experimentan, que no suceden. ¡Alguien que ya había vuelto como tres veces! Con el correr de los toques, fuimos encontrándonos ya despojados de toda la percu, las voces, el bandón… Mano a mano con las canciones a pura voz, seguí sintiendo lo mismo… Esa complicidad, esa admiración, ese dejarme ir, ese contagiarnos, la complicidad, la imaginación… Un no miedo, pura libertad de ser sólo música…

 

¿Recuerdan la primera presentación?

Fue para un show que yo tenía para la Municipalidad en un CPC y tenía que hacer el repertorio con el que yo venía rodando. Mariano me iba a acompañar. Cuestión que en el ensayo, Mariano agarra la lista de canciones y las últimas cuatro eran unas mías que no conocía ni Cristo… No sé por qué, o así debía ser, me animé a ponerlas. Canciones que habían salido hacía muy poquito, que aún estaba viendo, revisando, sintiendo, apropiándomelas… Al toque me dijo: «¿Y esto?» A lo que yo respondí: «No no… Veamos todas las otras y después vemos esas y te cuento…» «No no, quiero esas, decime de quién son», me pidió. Le dije que eran mías; me las hizo tocar; quedamos helados y al toque me mostró unas suyas y así, en ese ida y vuelta, nos miramos y dijimos ¡Sí! Vamos a tocar todas estas canciones y así fue que llegamos al lugar y me presentaron a mí como solista con un repertorio que jamás sonó… ¡Desde allí hasta hoy sin detenerse!

 

¿Cuándo decidieron grabar el disco?

Creo que todo el proceso fue un sincero ir con la música, con las sensaciones de esas canciones brotando en nosotros, sonando juntos, desnudos de todo y hermosamente llenos, repletos, invadidos de sonidos… En la decisión del disco tuvo que ver Ariel Migliorelli, rosarino, con quien nos conocimos allá por el 2008 en un MICA (Mercado de Industrias Culturales Argentinas). Nos hicimos muy amigos. En Ariel confluye el artista, el técnico, el productor… Ha grabado numerosos trabajos en su estudio. Por ejemplo al Negro Aguirre, a Fandermole, a Sandra Corizzo, a Baglieto… Hasta León pasó por allí. Cuando nos escuchó tocar por primera vez, nos propuso grabar. ¡Casi obligó a irnos a Rosario! Jaja. Nos dijo que debíamos grabar eso que hacíamos así como se nos veía, así como sonábamos juntos, solitos, sin nada más… Que no había que perderse la oportunidad de que esa música así de despojada, sencilla, profunda, libre, fuese registrada y compartida…

 

¡Y fue un sí!

¡Sí!  Teníamos muchas ganas de todo: de tocar, de grabar, pero íbamos de a poco. Nos estábamos conociendo; estábamos construyendo algo que ni sabíamos hacia dónde iba, pero esta propuesta lo aceleró todo y en febrero de 2014 ya estábamos en Rosario con las canciones a cuestas, todo gracias a la generosidad extrema de Ariel, que se brindó entero con su trabajo, su espacio, su tiempo, a cambio de nada de lo que siempre se da a cambio… ¡Sólo música! Después, Pablo Granja, aquí en Córdoba en su estudio 1961 haría lo mismo con el resto de lo que quedó por grabar, y la masterización del material.

 

La canción que abre el disco, «Niña luz», es una de las canciones más hermosas que escuché en los últimos tiempos. Los arreglos de piano llevan hacia un estribillo, (perdón por la emoción) sublime. Cuando escuchamos «Brotará de ese árbol una flor, blanca serás en la inmensidad… Y te irás surcando mares, Niña luz, como partir sin decir adiós.» Una belleza total. ¿Recordás el momento que inspiró esa letra?

Esa canción nació luego de ver la película “El laberinto del Fauno.” Me pasé la película mirando a esa niña, perpleja por su brillo, su claridad, su magia en medio de tanta sangre, tanta incoherencia, tanta violencia… Se abría con su presencia siempre un hilo de luz desde donde pensar la vida, el pasar, los días, la magia, el asombro, el pulso vital…Y claramente un llamado a la niñez, a la mía, a la de todos… Lo del estribillo tiene que ver con su partida en la película y el florecer paradójicamente blanco de un sinfín de reflexiones, de preguntas, sensaciones…

 

«Abriendo camino» tiene un inicio que lleva la música del disco a cualquier estación del año. De patio estrellado de una noche de verano a una sobremesa de otoño, donde hay un fueguito, un sofá, un pullover gordo de lana y un sol que entra por la ventana. Me imagino lugares donde ya sonaron estas canciones en vivo. Podrás rescatar alguno, el que quieras, por alguna vivencia particular.

«Abriendo camino» fueron las palabras que en una siesta le dediqué a mi querido Juan Pablo Theaux de los Toch, luego de regresar de su clase… Encuentro al que iba con muchas ganas y salía con muchas más, contagiada, feliz, no entendiendo cómo es que yo estaba componiendo canciones, que salían y salían… Esas palabras fueron en agradecimiento a él, al camino que me mostró, al que me invitó a ir y descubrir.

 

«Lágrimas de lágrimas» es la primera canción de Mariano en el disco. Los créditos muestran composiciones individuales, interpretadas por ambos. ¿Cómo cerró este tema? ¿Los arreglos de coros son tuyos?

Este tema me traspasó desde que lo escuché… Una gran composición de Mariano. Las voces son las que quedaron a medida que empecé a cantarla y definimos esa segunda voz que le hago. El resto de las voces que luego metí son las que el tema siempre me pedía, voces bagualeras, montaña, soledad, noche, pensamiento, aridez, viento… Ahí la maravilla de intentar bajar todo eso que vas sintiendo, viendo, intuyendo a la voz, que la voz diga tal cual como lo sentís y oís…

 

«Otra vez» es la única canción del disco donde te escuchamos sola con tu cuatro. Es otra composición bellísima tramada de preguntas finales. «Qué pasaría si los ríos pensaran, dónde morirían… Y si el viento tuviese formas y colores, acaso sentiríamos mucho más sus dones.» El estribillo es pura introspección, pero nos abarca. ¿Cómo son tus momentos de composición? La pregunta es por tu inspiración, por los momentos donde surgen cosas como esta canción.

Un llamado a mí y a todos a soltar los pensamientos, habitar lo cierto del momento, no dudar, no encajonarnos… Desatarnos y simplemente habitar, estar, ser presencia. Por eso es la analogía de los ríos y el viento… La introspección abarca y es tan lindo cuando sucede… Ese darnos cuenta de que el hombre le habla al hombre con todo lo que ello abarca… Éso siento que son las canciones, o allí me paro… Sabiendo que eso que siento, pienso o creo, se lo pueden haber preguntado tantos, y tantas veces, ¿no?

 

«Fugaz», de Mariano, deja entrever algún momento que finalmente nos lleva al concepto del encuentro como semilla del disco. ¿Qué fue primero? ¿La canción o el encuentro?

En esta canción dedicada a las canciones, a cómo llegan, a cómo se posan sobre nuestra voz, nuestras manos, cómo se van entretejiendo solas y habitando un espacio que antes no estaba o no era ocupado por ellas… Al final de este tema se escucha «Patio estrellado de una noche de verano.» Una vez ensayando, charlando, pensando, cuando llegamos a esa parte nos miramos y dijimos «esaaaaa esa es la sensación más clara de esta música…» Pero el tema se llamaba «Patio estrellado», osea que no daba para nosotros ponerle el mismo nombre que un tema. Recién estando en 1961, el estudio de Pablo Granja, cerrando el disco, editando, terminando de retocar cosas del sonido, le compartimos a él que no teníamos el nombre del disco, que había muchas sensaciones, pero que no llegaba el nombre… «Patio estrellado»… «Fugaz»… Rondaba por ahí… Pero este tema se llamaba «Patio Estrellado», y Pablo muy sabiamente dijo: «Y cámbienle el nombre a ese tema por otro». Y no sólo eso… «Tiene que ir la oración completa, imposible de cortar». Y ahí estallamos de risa ante la simpleza de la solución y no se habló más… ¡Habían caído un par de estrellas a la sala!

 

«Un canto alado» incluye un verso universal, como esas frases que quedan. «Nunca te fuiste, seguís cantando, ¡si estás más vivo que unos cuantos!». se podría tomar para tantos músicos queridos que andan por ahí… Imaginemos: hay que elegir un par de canciones de Mateo para mandar a la inmortalidad. ¿Cuáles serían para Maru?

¡Ufff que difícil! Van: «Uh, qué macana» – «Espíritu burlón» – «Canción para renacer» – «Kin tin tan». ¡Siento que dejo tantas afuera!

 

Hay músicos invitados repartidos en varias canciones y se juntan todos en «Un canto alado»: Marcos Ramírez en percusión; Fede Seimandi en contrabajo y Luchi Rivarola en coros. ¿Cómo fue grabar con esta gente?

Una maravilla que confluyan la admiración, la amistad, la música que compartimos con el mismo amor, la misma entrega, caminos recorridos con similares equipajes… ¡Nada nos hace más felices que ese compartir con los hermanos elegidos!

 

Vienen dos canciones de Mariano. En «Quererte así» canta él; en «Pliegues» cantás vos. Todo suena de una manera muy natural. ¿Fueron necesarias varias tomas?

«Pliegues» fue un tema que Mariano trajo y de una dijo que era para que yo lo cantara, que pensó en mi voz y así lo escuchaba. Apenas la entoné, lo sentí mío… ¡Increíble! Me lo apropié al toque y luego me entero de aquella intención. Todos los temas fueron grabados el primer fin de semana que fuimos a Rosario. Fue una carrera, pero jamás la sentimos. Fue todo tan natural… El disco refleja lo bello que la pasamos esos tres días en el estudio, entrando al alba y saliendo cuando ya no sabías cuántos amaneceres te habías perdido… Cada canción tuvo dos o tres tomas, para luego elegir una que pudiéramos dejar casi entera, retocando muy pocos “errores”… De hecho a estos últimos no los contemplamos como tales en pos de salvar la música, la intención, el momento, lo genuino… Pero «Quererte así» tuvo un grabado de varias capas de voces que luego superpusimos.

 

Después de «Caminando» otra hermosura total, viene «La Lucero», que cierra el disco con el canto a dúo. ¿Qué podemos saber de quien da título a esta última canción de Mariano?

Lucero es la hija del medio de Mariano y es una canción dedicada a ella, a su energía, a su niñez… Y cada vez que la tocamos, cuento un cuento que habla de ella, de todo lo que sé y comparto con ella… Es un viaje de hadas para todos porque ahí nos sumergimos sin saber dónde termina todo. De hecho hasta el cuento que quedó en el disco salió de una sola vez y no repetí toma, no quise tocarlo. Sentí que había sido muy real y vivido lo que fui contando… Como que la veía a ella. Sólo después le agregué voces y sonidos como ambiente…

 

Llega el momento de la presentación, después de varios escenarios donde pudimos disfrutar estas canciones, como el Mujeres al Griego y tantos más. ¿Cómo vienen los ensayos?

Los ensayos vienen muy bien. No pudimos concretar tantos generales, pero sí parciales y eso se hizo muy interesante… Poder encontrarnos en la pequeñez de los sonidos y luego sentir todo ampliado con el resto, es una locura… Además ayudó a reencontrarnos con los temas porque había muchos de los chicos con los que no volvimos a tocar, o lo hicimos muy poco. De todas maneras, con todos hay una comunicación que excede lo que podamos escribir o dirigir. De hecho no hay tanto de eso, no era lo que queríamos.

 

¿Qué sentís que va a pasar?

No sé qué va a pasar… Sólo sé que está pasando y qué deseo que pase! Jaja… ¡Lo que sea estará bien! Somos muchos trabajando, un equipo humano precioso: amigos, familia, novios… Compartir las ganas y la alegría como propias por el simple amor que uno se tiene y que le tenemos a la música es un regalo más que enorme… Sólo quiero que el disfrute se apodere de nosotros y que lo contagiemos a cada uno de los que vayan el jueves y que el viernes todos despertemos un “pelín” distintos… ¡Que sea un viernes de verano en la sonrisa para cada uno!

 

Nos espera una noche para encontrarse con los semblantes de muchos escuchadores agradecidos. Para escuchar y ver a los autores en vivo, para conocer nuevas canciones, para disfrutarlos sin mientras tanto, en un espacio de celebración.

 

Agendá:

Maru Chamella y Mariano Vélez presentan «Patio esrellado de una noche de verano».

Jueves 21 de mayo – 22 horas.

Studio Theater – Rosario de Santa Fé 272.

Entradas: $60 en Edén