Entrevista

Fernando Morales presenta «Pachi. La leyenda. La historia»

21-01-2016 / Agenda, Entrevistas
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La música de una leyenda del Cerro Colorado, el Indio Pachi, revive en un documental que reúne testimonios de sus familiares, amigos y referentes ineludibles de la música popular, como el gran Carlos Di Fulvio. Compartimos palabras de su autor, a esta altura, uno más del pago donde descansan, bajo un roble, Yupanqui y el «Chúcaro» Ayala. Este sábado 27 de febrero, el estreno tan esperado, en Cerro Colorado.


Fernando Morales presenta «Pachi. La leyenda. La historia»

Por | redaccion351@gmail.com

Entre otras inquietudes para agradecerle, Fernando Morales ha desandado la obra de músicos que dejaron una marca indeleble en la cultura del país. Con su voz y su guitarra, pero también con su interés por ahondar en historias que tienen el encanto y el valor de la austeridad, el músico nacido en Pergamino y aquerenciado con Córdoba se encuentra por estos días en la previa a la presentación de un documental sobre la vida y la obra de Patricio Barrera, más conocido como el Indio Pachi

Antes del estreno, incluso antes de conocer datos posibles de fecha y lugar, sus primeras imágenes soltaron las ganas de compartir la alegría por este registro a través de una charla.

Avance de «Pachi – La leyenda – La historia»

 

-¿Recordás tu primer contacto con la historia del Indio Pachi?

-Allá por inicios del 2004 llegué con mi guitarra y una mochila a Cerro Colorado. Era víspera de fiestas en el pueblo por cumplirse un aniversario más de nacimiento de Atahualpa Yupanqui. Por la historia “yupanquiana”, que vengo andando desde hace varios años, conocía el pueblo de nombre y de la existencia de su casa transformada en museo, pero no había viajado. Decidí entonces asentar la alpargata en esa tierra rojiza. Cuando llegue al pueblo sonaban nombres entre los guitarreros, Atahualpa Yupanqui, artísticamente el más importante, y los nativos de Cerro Colorado, Luis Del Cerro y Patricio Barrera, conocido como el Indio Pachi. Había muchas mentas e historias. Sobre todo que Don Pachi tocaba muy criollo, componía sus canciones y a la vez era picapedrero y trabajaba en el campo. En esa misma ocasión me invitan a participar de La Algarrobeada, el festival del pueblo. Decido, a raíz de la convocatoria, quedarme unos días más. Así fue que alguien me recomendó hospedarme en las habitaciones de Doña Blanca, la esposa del Indio Pachi. Creo haber ido al Cerro Colorado por tres días que al final se transformaron en veinte. Inicie una amistad con Doña Blanca al compartir todos los días con ella. Le tocaba la guitarra en la galería, le hachaba leña, bajaba al pueblo para hacerle los mandados, comíamos juntos algún guiso, compartíamos el vino, charlábamos mucho. En esos días no sólo la historia de Don Pachi fue ganando mi interés, sino la idea de dar  con su música, que hasta ese momento jamás había escuchado; sólo eran relatos de los paisanos del pueblo.

-¿Cómo surge la idea del documental?

-Bueno, a partir del primer viaje, siempre volví en distintos momentos del año, no sólo en época del festival u homenajes a Atahualpa Yupanqui, sino también entraba siempre que iba o volvía del Norte. Hice grandes amigos, músicos, artesanos, paisanos, criollos que me prestaron sus caballos para salir por esos caminos.A medida que pasaba el tiempo iba encontrando cada vez más información sobre Pachi, sus amistades, entre ellas Aníbal Sampayo, el Chango Rodríguez, Cafrune y el mismo Atahualpa. Pero a la vez, buscando en internet, no había demasiado. Todo estaba allí, en sus amigos, su pueblo, su familia. En un momento, un guitarrista amigo de Córdoba, Roberto Del Lazo, me paso unas obras que él mismo le había grabado a Pachi tocando. Luego, su familia me brindó grabaciones, en cassettes, de guitarreadas entre amigos. Así entré en contacto por primeva vez con su música y me puse a sacar los temas de “oreja”; después hice la transcripción en partitura. Siempre pensando en hacer un documento más que nada para mí, pero al encontrarme con tanto archivo, ya tomó forma de película documental.

-Y se sumó más gente.

-Claro, le tiré la idea a Hugo Mamani, un amigo que trabaja en medios y con mucha experiencia en cine, cortos y documentales y enseguida nos pusimos de acuerdo, sobre todo en el criterio del trabajo. Trabajar con el Indio Pachi es muy especial por la historia en sí y por el ser humano que fue y cómo sigue vivo en su pueblo. Yo tenía una breve experiencia en un documental que realizamos allá por el 2008 con Víctor Pintos como director, en mis pagos, en Pergamino, sobre Atahualpa Yupanqui, y nada más. Así que comencé a estudiar sobre este nuevo terreno del cine. Bajé a papel toda la película que estaba dando vueltas en mi cabeza y que posteriormente, fue el guion. Nunca había escrito un guion para cine así que en ese brete le pedí ayuda a Víctor para darle forma. A medida que el guion iba tomando forma, nacía conjuntamente la necesidad de la música que viajaría de la mano con las palabras. Así fue que compuse siete obras para la ocasión, todas bien criollas, con el estilo del campo, con ese decir buscando profundidad más que virtuosismo. Así es la música de los paisanos de la zona y así es la música que también me fue regando desde siempre.

-¿Cómo cerró el equipo?

-Conformamos un equipo de dos cámaras, sonidista, iluminación, producción y salimos rumbo a Cerro Colorado a rodar las primeras imágenes en noviembre de 2014. Casi la totalidad del trabajo está rodado allí, y hay entrevistas en Mina Clavero y Córdoba Capital.

Equipo completo:

Dirección, Idea original y guion: Fernando Morales.

Producción: Evangelina Ghelli.

Cámara: Hugo N. Mamaní.

Montaje: Hugo N. Mamaní.

Sonido: Nicolás Ceballos Figueroa.

Locución: Víctor Pintos.

Fotografía: Paula Fassina.

Diseño grafico: Noelia Gaillardou.

Diseño web: Homero Paz.

Música original: Fernando Morales.

 

-Habrá personas muy importantes que nombrar entre los impulsos para concretar el documental.

-Hubo dos impulsos en igual grado de importancia. Uno fue el de la familia de Pachi, sobre todo su esposa Doña Blanca y su hija Teresita Barrera. Ellas me apoyaron desde el primer momento y colaboraron con todo lo que tenían a su alcance y con todo lo que yo les iba pidiendo. Y el otro es mi familia. Eva, mi compañera en esta vida, fundamental para mi caminar. Además de formar parte del equipo de trabajo, como producción, cámara en algunas ocasiones, ya que somos un equipo pequeño y todos tenemos varios roles, Eva debía cumplir el rol más hermoso, de mamá. Cuando iniciamos el trabajo nuestro segundo hijo Ankatu era un bebé de meses y viajábamos todas las semanas, con días de clima muy difícil y altas temperaturas, en enero y febrero. Fueron momentos de zozobra en varios viajes y eso es lo especial del fruto del trabajo. No sólo cuando la familia te apoya en lo que emprendés, sino cuando es parte del proyecto, lo disfruta y lo padece en determinadas ocasiones. Sin mi familia todo esto hubiese sido como galopear entre vizcacheras.

-El avance de la película muestra al gran Carlos Di Fulvio, hablando de un «decidor de pensamientos callados». «Que no se quede callado quien quiera vivir feliz» sigue diciendo un verso… El documental le da voz a personajes del lugar que se nos aparecen como historias tramadas por el silencio y que felizmente salen a la luz.

-Todos aquellos que aparecen en la película están porque deben estar y porque cada palabra y cada historia van pintando un cuadro, el cuadro de un personaje que después de cien años seguimos nombrando, por su legado. En esos tantos viajes que he realizado a Cerro Colorado fui creando hermosos vínculos. Sin ir más lejos, Doña Blanca, la esposa, no sólo apoyó el proyecto de entrada sino que estuvo dispuesta desde el primer momento a participar activamente en los rodajes. Sin ningún inconveniente, repetimos algunas escenas y ella parecía estar jugando. Disfrutó mucho estos días. Fuimos muy felices. En septiembre de 2015, Doña Blanca partió hacia otro plano y seguro que de donde esté disfrutará “su película”. En el boliche más famoso del pueblo se conocieron Yupanqui y Pachi, y era el punto de reunión de todos los guitarreros de la zona. Sin dudas el testimonio de Hugo Argañaraz, propietario, no podía estar ausente. Don Dardo Ibarra era ahijado de Pachi. Uno de los que más lo conoció. Con él tuvimos una rica charla además de una linda amistad que nos unía con su familia. Desde Carlos Di Fulvio, sus amigos del pueblo, su esposa Blanca como también la visión periodística de Víctor Pintos van moldeando justamente esta historia silenciada. La vida de un personaje casi convertido en mito. Estoy convencido de que este trabajo va a fortalecer la importancia de esta figura, bien definida por Di Fulvio: “Pachi fue un decidor de pensamientos callados”.

-Hay mucho por conocer que podremos disfrutar en el estreno. ¿Podemos adelantar algo sobre esa forma de tocar la guitarra tan particular?

-Lamentablemente la forma de tocar de los paisanos en el campo se ha ido extinguiendo. A veces los músicos avanzamos en teorías y nos desvela sumar conocimientos pero lo que hay que recuperar es el sonido. El sonido es el sello de cada uno y así lo supieron dejar bien plantado guitarras y pulsaciones como la de Eduardo Falú, Atahualpa Yupanqui o el mismo Jimi Hendrix. Lo particular de este guitarrero era que tocaba del lado zurdo pero sin invertir las cuerdas, a diferencia de Yupanqui. Esa posición hacía que su mano izquierda llevara el compás de las chacareras exactamente y se escuchaban como dos guitarras en vez de una. Pachi llevaba el paisaje a su instrumento y el sonido que lograban esas manos de trabajos con la piedra, era un sonido rústico, pero  también con mucha hondura y calidez.

-Cada visitante del Cerro Colorado vive emociones marcadas por el tiempo de estancia (unas horas, varios días), por el apego a tanta música que floreció en su entorno, por la historia de sus personajes… ¿Cómo es el Cerro Colorado de Fernando Morales?

-Cuando viajo me gusta adentrarme todo lo que más pueda en el terreno, no sólo por los compromisos que llevo por trabajo, sino también para entender y conocer a la gente. Siento una necesidad fundamental de relacionarme con la gente del lugar. Uno va andando y por esa fuerza de atracción casi siempre cae en lugares donde por distintos motivos siente que debe estar. En el cerro mis amigos, la mayoría, son gente de a caballo, como yo, a tal punto de haber viajado a caballo desde mi Pergamino a Cerro Colorado en el 2008 durante un mes y medio. Allí me reciben siempre esos amigos, los criollos, los del vino en el bar y la truqueada. Pero también los mismos que supieron estar y están en momentos difíciles. He tenido la posibilidad de brindar todo un año de taller de guitarra para todos los chicos del pueblo y colaborar en lo que pude y me han pedido en las ediciones de la pre Algarrobeada. El Cerro Colorado para mí es un lugar donde, además de la natural atracción que generan las historias sobre el paso de Atahualpa Yupanqui y el patrimonio pictográfico, siento ir más adentro, a su gente, sus personajes, sus artistas, el silencio. Creo que el Cerro es todo eso, más caminar de madrugada donde sólo se marca la silueta del cerro y las estrellas se ven como no las he visto en otro lado. Como diría el poeta; “un lugar donde se puede estar sereno”.

-Hablaste de Pergamino. Tus primeros años transitaron la tierra que vio nacer a Yupanqui. ¿Qué cosas del maestro reviven cada vez que vas a tu pago?

-Lejos está ese Pergamino de 1908 y el yuyal se ha encargado de tapar huellas y sitios de importancia histórica. Mi infancia y hasta los veinte pico fueron de trabajo del campo, y la guitarra. Ensillar, salir a recorrer hacienda, los molinos, la época de esquila y todo lo que tiene que ver con manejos de campo y hacienda. Muchas veces siento añoranza de épocas que van pasando, momentos que están en esas canciones de Yupanqui, como la reunión de paisanos en la matera, las grandes yerras, el paso firme y tembloroso del tren, entre otras cosas. Todo eso ya casi ha desaparecido, porque cada vez quedan menos vacas y hay más soja, y con ello ya nadie aprende a tirar un lazo y porque ya los campos se recorren en cuadriciclo. Yupanqui pintó ese paisaje, mi paisaje, el Pergamino que visito de vez en cuando. En cada vuelta al pago me revive esa vida de los paisanos y me vuelve a ganar el pensamiento cada vez que paso por ese Campo de Cruz en J. A. Peña con la definición más bonita que he escuchado sobre la pampa, de Yupanqui: “Para mí la pampa es un cielo al revés”.

-¿Qué te gustaría que pase con el documental, además de que lo vea y lo disfrute la mayor cantidad de gente posible para expandir la obra del Indio Pachi?

-Poder llegar lejos con una obra siempre es el objetivo y que además perdure en el tiempo. Así quedan grandes discos, libros, poemas, las canciones que tarareamos muchas veces casi olvidando su autor o transformándolo en anónimo. En primer lugar, mi objetivo fue hacer conocer a este criollo y su obra, que no fue mucha en cantidad tal vez, pero sí en contenido de autenticidad de nuestro folklore. Me gustaría que llegue a los colegios para que los chicos tengan la posibilidad de conocer personas como Patricio Barrera y la importancia que tuvo en la cultura musical de Córdoba y ojalá este trabajo sirva para representar bien una región, sus costumbres y su gente. Salvo a los políticos de turno, actuales y de la anterior gestión, que desde hace dos años vengo pidiendo que me den una mano y claro está que no les interesa este tipo de trabajos. Todas esas personas que me prometieron una mano y al final ni responden los mensajes o los teléfonos, salvo a ellos, al resto les gustará seguro conocer la historia de un músico cordobés y saber que los que no somos famosos ni llenamos estadios también le ponemos el cuerpo y el alma a la cultura de nuestro país.

Estreno:

Sábado 27 de febrero – Cerro Colorado.

19.30 horas: Inauguración del Busto al Indio Pachi, obra del artista plástico Juan Carlos Antuña.

21.30 horas: Proyección del la película frente a la iglesia mediante el Cine Móvil de la provincia.