Tributo

Armando Flores celebra 20 años de música

15-04-2016 / Agenda, Entrevistas
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Este viernes 15 de abril, después de la medianoche en 990, la banda del Ají Rivarola celebra su historia, que es la del rock de Córdoba de las últimas dos décadas. Acá va un saludo colectivo.


Armando Flores celebra 20 años de música

Por | redaccion351@gmail.com

Es imposible resumir una historia de bastante más de 20 años si el personaje central parece estar en varios sitios al mismo tiempo. Como en los procesos más interesantes para recorrer, hay en la música independiente de Córdoba un nombre-bastión. Un apodo rebotando en encuentros interminables con infinidad de otros nombres que lo reconocen como punto de referencia imposible de evitar y agradecer.

No se puede hablar de la escena local sin pasar por la familia Rivarola y quedarse un largo rato. Es casi una denominación de origen de esta parte del país.

En el centro de esta historia, un pelado maestro. El Ají.

Esta noche,para redondear mucho, Armando Flores, la banda del Ají, festeja 20 años de música en 990. ¿Dónde si no?

La idea de convocar diferentes voces para homenajearlo encontró estas respuestas, ordenadas simplemente por orden alfabético. Un gusto enorme poder compartirlas antes de una fiesta que será histórica.

Carlos «Pelusa» Rivarola

 

Carola Salas

El Charade nos había dejado a pata por enésima vez. Después de haber pasado esa misma tarde y el día anterior en el centro de Tucumán -ciudad hasta la que viajamos desde Tafí del Valle para asegurar el auto- y luego de haberle comprado una cubierta nueva, de pasar por las manos de mecánicos dudosos y recorrido una docena de casas de repuestos en busca de platinos nuevos sin éxito, en medio del altísimo, oscuro y neblinoso Infiernillo tucumano y camino al próximo toque, esa misma noche el flamante neumático recién puesto se pinchó. Un par de tripulantes veníamos de oídos atentos ya que ante la mínima arruga del asfalto el guardabarros rozaba el piso, pero igual seguíamos, controlando el reloj de la temperatura y el zumbido del noble, nobilísimo motorcito de tres cilindros que nos arrullaba durante el viaje. La foto a lo lejos de esa navecita naranja trepando semejante paso de montaña a más de 3000 metros, ha de haber sido una imagen digna de retratar. Un nuevo ruido nos alertó de que algo raro (otra vez) estaba pasando, Mati asomó la cabeza y avisó:

-¡Frená chancha! Frená que pinchamos.

Txema giró la llavé y el sonidito continuo y esforzado del motor, que ya venía levantando temperatura aunque lo llevábamos a 5 por hora, fue suplantado por un crujido espeluznante de agua en ebullición a punto de estallar. Como un cohete en pleno despegue. Se me heló el pecho literalmente, en ese preciso instante. Y luego de vibrar con espanto los tres escalofríos que acababan de recorrerme la espalda, me dije a mi misma asumiendo angustiada: “Este es el fin”. Sin embargo fue enorme y grato mi asombro cuando pude advertir que los Armando Flores en pleno habían iniciado un despliegue de habilidad aventurera, que por un rato los transformó en algo así como un equipo técnico de Fórmula Uno nocturno de altísima categoría. Después de desarmar cuidadosamente y a una velocidad admirable el tetris que permitía acomodar los bultos en el baúl -instrumentos incluidos- y llegar hasta el auxilio que estaba al fondo, sin siquiera usar el gato levantaron el auto a lo macho nomás y cambiaron la rueda mientras el Ají amenizaba lanzando bromas de lo más variadas e irreproducibles. Recuerdo cómo invariablemente me hacía reír a carcajadas a pesar de la angustiosa situación.

Así fue como en unos pocos minutos dejaron la máquina nuevamente bien paradita y lista para seguir rodando. Ahora faltaba ocuparse del motor. Por suerte contábamos con bidones de agua y aceite, trapos viejos y todo lo necesario ante cualquier ¿inesperada? emergencia que pudiera llegar a surgir. Le tirábamos agua en el depósito y mientras la chapa hirviendo gritaba satánica a la vez que tragaba como animal sediento a punto de perecer, densas nubes de humo blanco se lanzaban hacia la negritud de ese rincón en las alturas. Cubierta reemplazada. Baúl vuelto a acomodar. Motor enfriado, agua y aceite repuestos. Girar la llave y que arranque hubiera sido lógicamente motivo de un gran alborozo, pero aunque así lo anhelábamos todos y cada uno de los presentes, el motor no pudo.

El reloj seguía corriendo y aunque no queríamos mirarlo, la madrugada ya estaba entradísima y pronto llegaría el turno de la banda para tocar en el lugar al que afanosamente, intentábamos llegar. Aún nos faltaban varios kilómetros por ascender hasta llegar al destino planeado. Mensajes de texto mediante, cuando la señal de los celulares lo permitía, íbamos avisándole al dueño del boliche que pacientemente nos esperaba en la plaza del pueblo. La ruta en medio de la montaña estaba desierta. En el momento que tuvimos que frenar acabábamos de atravesar dos lomas muy pronunciadas que de poder agarrar en bajada, quizás le permitiría al auto arrancar en velocidad. Lo empujamos y giramos en dirección contraria hasta donde más pudimos. Y allá fue el Charade en el silencio de las alturas, sin más ruido que el de sus ruedas chillando solitarias, con el Txema al volante y nuestros ojos y esperanza puestos en las dos bajadas que podían llegar a salvarnos la vida… O el toque. Contamos los segundos. Un glorioso quejido de motor arrancando nos inundó de alegría pero tal dicha no perduró ya que el sonido siguiente fue el silencio. Algo así como un gol en contra. O un tiro en el palo.

El Lauti indignadísimo pateaba piedritas hacia la nada oscura y maldecía. El Ají mientras tanto me mostraba como unas nubes que estaban suspendidas a la altura de nuestros ojos parecían sólidas de tan quietas que se veían. Un nuevo grito del motor y las aceleradas apasionadas subsiguientes nos hicieron saltar esta vez sí, como en un gol de media cancha. En la segunda lomada pudo arrancar! ¡Ese es mi amigo carajo! Aullaba el Ají y su voz hacía eco en la inmensidad. Nos abrazamos de alegría, ¡ante semejante mal pronóstico habíamos logrado reactivar nuestro único medio de transporte! Sonreímos irremediablemente el resto del trayecto. El mal trago duró algo más de media hora pero ahí estábamos ya de nuevo: andando y rumbo a Santa María, Catamarca. Una vez dentro del auto y nuevamente en camino pude relajar. Yo iba sentada atrás junto al Ají. En ese momento decidimos revelar la sorpresa que teníamos guardada para una ocasión especial: había llegado ese momento y saqué el Ron dorado que teníamos escondido en mi mochila. Entre las tantas vueltas que dimos con Txema por Tucumán city, invertimos en esa espirituosa con la idea de sorprender a todos en el momento propicio. Ya era imposible en esa vastedad infinita y en medio de la noche encontrar un solo policía de la caminera, por lo que decidimos abrir la botella y chofer incluido, finalmente descontracturados nos dedicamos a celebrar lo que la vida nos estaba regalando: poder seguir andando en esa catramina celestial que nos llevaba ya sin pausa al lugar que queríamos.

En ese momento le pregunté al Ají:

-¿Vos creés que nuestros seres queridos que ya abrieron esa puerta y no están más en este mundo con nosotros… ¿nos están cuidando?

-Claro que sí. Claro que están. Nos cuidan.

Acto seguido recordé a dos personas: a mi vieja y al Titi. Ella fue quien me hizo escuchar a Armando Flores por primera vez y juro que pude sentir su presencia cálida y guardiana. (¡Perdón por hacerte laburar fuera de hora mami!) Y en la mirada segura y protectora del Ají me acordé del Titi y rememoré con emoción cuántas veces su hermano, en ese instante junto a mí, me había hecho lagrimear cuando empezaba a cantar “Cerca de tí”

“ (…) y mi mente está muy cerca de tí,
ya cruzamos el umbral de el dolor,
la morfina se ha encargado de mí,
y el cuerpo se respira y se deja,
este mundo se termina para mí.

La mañana siguiente de aquel controvertido toque, salimos todos a la ruta pues el bolichito quedaba a su vera y una veintena de lugareños sonrientes con sus hermosas tonadas se iban turnando para improvisar rimas. ¡El Ají también tiró las suyas, claro! En momentos como este y en otros tantos pude apreciar cuánto cariño le tienen al pelado por aquellos pagos. Mucha gente se le acercaba y le hablaba afectuosamente, siempre con un abrazo y una sonrisa. El paisaje era tremendamente bello, ya era de día y pude entonces apreciar la inmensidad que nos rodeaba. Con la vista podía llegar muy lejos pues los cerros se extendían hacia donde mirara. Mientras inevitablemente me deleitaba escuchando y observando, un pensamiento gracioso llegó a mi mente: estábamos indudablemente junto a la gente más copada del pueblo!!

Este es sólo un fragmento de una de las intrépidas aventuras que me tocó (y elegí) vivir junto a gente muy querida. El Ají uno de ellos… Y creo que somos varios los que coincidimos en sentirlo así: un tipo inevitablemente querible. Músico generoso si los hay y carismático como pocos. La imagen típica del pelado vertiendo whisky sobre las cuerdas de los violeros cuando se mandan el solo, es una de sus clásicas locuras. No me olvido de aquella vez en Cafayate cuando en un show hizo lo mismo pero sobre sí mismo y echando tierra sobre las cuerdas del bajo… ¡Eso sí que fue la mugre necesaria para hacer rock! Personalmente, un recuerdo muy gracioso: apenas se despertaba y abría los ojos, también abría la boca y tiraba un chiste, de lo que fuera. Un militante de la alegría, siempre resistiendo desde lugares felices, a como dé lugar. Hace unos meses me tocó en la guitarra un blues que compuso para el Sergio Barbosa y otra vez se ganó un poco más de mi afecto. Y no me queda mucho más por decir que «Gracias» Ají picante, culiado y querido. Gracias por decir cosas con tu música, gracias por crear, por seguir y así inspirar. Gracias por hacerme cantar y bailar con muchas ganas. Gracias por hacerme reír, siempre.

¡Feliz cumple Armando Flores!»

Armando Flores – Papel de Arroz – A mí con lo que gano

 

Enrico Barbizi

Hoy un emblema de la música de estas pampas festeja nada menos que 20 años de hacer. 20 años de sostener y resistir; de construir y brindar una instantánea de cada momento histórico que esta bendita ciudad pasó. Ají… El Ají… Un tipo (valga la redundancia) picante. Ají: A vos quiero decirte que siempre, de costado o de frente o de perfil, te he seguido y he aprendido en ese acto. Hemos compartido músicos que estaban en ambos proyectos y hemos compartido escenarios. A vos Ají, quiero decirte que me sumo a esta celebración pues siempre es para levantar copas sinceras el festejo de la constancia, el trabajo, la perseverancia y la coherencia… Esas son banderas que yo, entre otros, he tomado de vos.. Porque aquí (y en esto también has sido y sos un referente) no hablamos de géneros, estilos y esas parcialidades estancas que sólo limitan, sino que aquí de lo que hablamos es de compañeros y hacedores que día a día e hilo a hilo vamos construyendo esta trama de cultura con amor, pasión, trabajo, compromiso y profesionalismo.

¡Salud!

 

Esteban Kábalin

Uno de mis recuerdos es allá cuando tenía unos 20 años recién cumplidos. Con un amigo «Leo Presta» nos enteramos de que tocaba Armando en 990. Llegamos y había una cola de media cuadra, el lugar reventaba pero pudimos entrar. Se respiraba Rock, el baterista en aquel entonces era César Young, a quien yo conocía porque era profe de un compañero de banda. Al rato que el grupo comenzó a tocar ya estábamos en el pogo, y mientras saltábamos pensaba: ¡quiero hacer esto siempre! Luego de años, cuando Ají volvió de México, establecimos comunicación y logramos una amistad. Lo aprecio y respeto mucho, sin dudas se trata de un eslabón fundamental de nuestra música.

¡Larga vida a Armando Flores!

 

Félix Scotto

Armando Flores, mi primer amor, mi forma de vida por 12 años aproximadamente. Ají Rivarola siempre dijo con palabras lo que con sonidos mi guitarra quería decir. Conexión a tiempo real. Poesía urbana, canción real, Mitad sonora presencia, mitad sueño lejano. La esperanza en la palabra, el hollín de la guitarra, bajo que escupe, limpia y resfrega la tierra, canción de madrugadas, percudidas siluetas…

Con Armando Flores aprendí a ser un peón de la canción, un mensajero. Mi amor, corazón, y el mayor grito de mi guitarra vivirán en mi dentro de las canciones de Armando Flores.

 

Fer Caballero

20 años… Recuerdo a todos prendidos fuego, una generación de enormes convicciones y ninguna especulación. El arte era el norte.

Recuerdo al 990 del Indio cuando entraban 600 personas. Al Félix bajo/guitarra/coros/arenga mistica.

Recuerdo que en el 990, en 2005, conocí al Gabi Pedernera (me lo presentó el Pai Pichi Pereyra). Recuerdo a Valentín y los viajes federales de Armando.

Recuerdo al Ají todo el tiempo repartiendo volantes y visibilizando donde sea.

Recuerdo a Armando + Locotes (dúo sideral, el loop de doo boop inmortalizado). La juventud que creció y se transformó en referencia y movimiento/oleaje para otras generaciones.

Recuerdo el homenaje al Bam Bam en las puertas del Teatro del Libertador: nos fuimos con Dirty Ortiz al 990 y de ahí directo a Belle Epoque, ¡tocaba Armando Flores! El Ají me dijo: “Más vale que toques un tema con nosotros culiau”, y así lo hice. Recuerdo que Nete me ha dicho las palabras más calidas que un percusionista puede tener para con su instrumento.

Recuerdo al inolvidable Titi cuando nos fuimos al Dixon de Rosario, a su homenaje que le hizo Eruca: en el viaje, una clase de autogestión tras la grabación del Cemento de Dios, grabado por los hermanos Herrera.

Y recuerdo a la Pao, a Jenny, a Germán, a Félix, a Lula, Gabi, Brenda. Y digo: Armando Flores ha construido historia.

Armando Flores – Cosecharán

 

Gabi Pedernera

Escuché de Armando Flores una vez que tocaron, no me acuerdo exactamente dónde, pero fue hace muchos años, ’96 o ’97 creo, con La Vela Puerca, que recién arrancaba. Un lugar para 100 personas. Ellos tocaban ahí, lo escuché por la radio, si no me equivoco era La Rocka. Después tuve la posibilidad de verlos en vivo, cuando fue la tragedia de Lapa, año ’99, Hicieron un concierto en el que cortaron la calle, cerca del Patio Olmos. Yo tenía 13 años. Me produjo un impacto muy grande. En ese momento estaba César Young tocando la batería, estaba Titi Rivarola, el Agüelo, y el Ají. Me pareció impactante lo que ví, la fuerza de las historias que estaban contando, muy actuales. Hacían canciones como «Desocupado», «No sabes computación», «Don Eufrasio», canciones que me marcaron porque nunca había visto un grupo tan cercano, de mi misma ciudad. Aparte lo que sonaban, increíble.

Después, creo que fue en 2001, no sé por qué razón fueron a tocar a Collegium, donde yo estudiaba, y a fin de año hicieron como un evento y venía a tocar Armando Flores. Yo estaba en la secundaria todavía. El Ají dio una charla y ahí lo pude conocer un poco más, pude charlar con él, me dijo que sabía que yo tocaba la batería, porque ya había tocado con Titi, otra persona muy importante en mi vida. Entonces, en el medio de la charla previa al show, estaba con su bajo y preguntó si alguien quería tocar con él, y ahí subí. Fue una experiencia increíble poder compartir música con este tipo que en ese momento ya era una figura muy importante, representaba mucho para ese movimiento local.

Tiempo después vino el show en mi escuela y me invitaron a tocar una canción. Ya estaba Félix, Nete Ruiz Díaz, La Morsa, Horacio Roldán. Más o menos por ese tiempo empecé a tocar con Félix en un grupo paralelo. De a poco me empecé a meter en ese mundo. Empecé a ir a los shows como asistente, como técnico. Me enloqueció. Estaba fanatizado con esa música, con ese poder que el tipo tenía cuando hablaba, cuando decía las cosas que decía arriba del escenario. Era muy claro con eso, y verlo siempre fue muy impactante. Ya trabajando como técnico, tenía la posibilidad de sentarme en la batería y tocar. Fue un período muy corto.

En un momento se fue el Nete, el baterista. Yo tenía 16 años, año 2002. Un día me llama Félix por teléfono. «Che, se fue el batero, ¿no querés tocar con nosotros?» Y dije que sí, por supuesto, era el sueño de mi vida tocar en un grupo, estaba todavía en la secundaria. Entonces me dice Félix: «Buenísimo, tocamos mañana», o la semana que viene, una cosa así. ¡Uh! Bueno, nos juntamos a tocar, se dio algo increíble, una magia muy especial y a partir de ahí empecé a tocar con Armando Flores. Me acuerdo de una de las primeras experiencias. En ese momento había un par de temas reggae, un estilo que yo no había tocado en mi vida. Entonces en un momento se me acerca el Ají y me dice: «¿Vos nunca tocaste reggae no?». «No… La verdad que no, no me manejo, no sé bien cómo es…» Al otro día cayó con una pila de 20 discos. «Tenés que escuchar esto» me dijo. Increíble… Cosas como esas me pasaban todo el tiempo. En los ensayos, escuchando cómo me exigía siempre más… «Necesito escuchar más esto, menos esto otro; necesito que en esta parte le subas el volumen a la batería y lo bajes en esta otra…» Es lo mismo que yo hago ahora cuando estoy produciendo un disco o tocando. Son aprendizajes que yo hice con él.

Estoy muy agradecido. Me enseñó mucho, cómo trabajar en función de la música, de una canción, a qué cosas prestarle más atención, cuando uno está en el proceso creativo y cuando está arriba del escenario. Me enseñó la importancia de lo que se está diciendo, de respetar eso, de ser lo más transparentes posibles cuando estamos sobre un escenario. Tenemos que estar todos los miembros del grupo cantando la misma canción, mirando para adelante y siendo muy concretos con lo que tenemos que decir. Trabajábamos mucho en las voces, en que fuera claro lo que estábamos diciendo y que no le quedaran dudas a nadie de que nosotros estábamos queriendo decir eso. Era muy insistente en ese punto.

Podría estar 40 mil horas contando cosas. Haber estado en Armando Flores y aprender del Ají fue definitivamente inolvidable, una experiencia única en mi vida. Voy a estar agradecido por siempre de haber conocido un tipo tan noble, tan verdadero, y haber podido compartir muchos años de música con él. Terminamos siendo grandes amigos, compartimos no sólo música sino la vida, muchos viajes hermosos, muchos momentos muy grossos.

No tengo más que palabra de agradecimiento.

Armando Flores – Si vale la pena

 

Luci Rivarola

Armando flores… Recuerdos dorados, infancia rockera, la casa se llena de poesía, estamos todos juntos. Celebramos los riesgos de tener un pensamiento propio, de la expansión de las ideas, la magia de la rebeldía y lo profundo de estar vivos. Armando flores es una forma de ser, es nuestra historia, es la voz de una generación. ¡Feliz cumple Armando! Gracias por tantos años de rock, por partirnos la cabeza en tus conciertos, por darnos una enseñanza inigualable. ¡Chin chin!

 

Lula Bertoldi

Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en Armando Flores es lo bien que la pasé las veces que fui a verlos, lo mucho que me gustan sus discos, sus canciones. La verdad que el Ají es un personaje importante dentro de mi vida como artista y de Eruca como banda. Es un referente muy importante, todos los Rivarola han sido referentes muy importantes en nuestras vidas. El Ají tiene una particularidad que es esa felicidad y energía que contagia siempre. Es una persona con mucha energía de vida.

Recuerdo que estábamos grabando el primer disco de la banda en Buenos Aires y se nos ocurrió que un tema tenía que tener un rapeo del Ají, queríamos que él metiera algo de lo suyo. Lo llamamos y justo estaba por volver de México. Le dijimos «Ají tenemos que engancharte justo cuando vengas porque tenemos un tema para vos. Cuando vengas lo armamos acá en el estudio, nos tomamos unos mates y lo hacemos.» Nunca le mandamos el tema, en realidad fue onda «voy al estudio y lo grabo», y fue mágico porque el tema ya estaba grabado, fuimos al estudio y tenía una cantidad de vueltas para que el Ají meta lo que se le había ocurrido. Tampoco sabía la letra, o sea, iba a ir al estudio a ver qué onda. Estábamos en el control escuchando para ver qué podía hacer y dijo: «Mirá, justo venía en el avión y escribí esto.» Le pusimos el tema por primera vez, le dijimos «acá entrás». Empezó a rapear sobre el fragmento que habíamos dejado… ¡Y entró perfecto! La letra, todo. Fue mágico y muy loco. El tipo no sabía ni qué tema era, ni qué decía la letra y lo que escribió tenía la cantidad justa de palabras para entrar en las vueltas que habíamos dejado. El tema se llama «No pueden» y está en nuestro primer disco «La Carne». En dos tomas tuvimos el tema cerradísimo. Fue muy emocionante.

 

Miguel Amaya

La noche se está poniendo linda, los humos dulces flotan en el aire y la música nos pone en sintonía junto a ese vino tinto y fernet que osamos mezclar, hoy hay rock en la ciudad universitaria y Armando Flores es su número central. Un bajo tira un slap furioso y un personaje cubierto con un pasamontañas y con el costillar al aire rapea mientras la gente se prende fuego, un bajo que escupe y amasa la tierra….. Eran los ’90 y el Ají nos mostraba su mundo y nos enseñaba lo que era la Córdoba real, la del barrio, la de la vecina barriendo la vereda y del trabajador partiendo muy temprano a buscar el mango, y si hoy alguien me pregunta qué es el rock de Córdoba, sin dudas le mostraría los discos de Armado Flores y «Don Eufrasio» se le pegaría como chicle en su cabeza, ¿que dudas hay de eso?

Ya pasaron 20 años de esa anécdota y hoy la ciudad se florea con propuestas muy interesantes de rock de diversos estilos, todas originales y tremendas, pero yo sigo sintiendo que la intensidad y la urgencia del decir cosas que salen de las tripas por ahí nos están faltando y tal vez Armando Flores sea el camino. Salud querido Ají, verte surcar las calles en tu bicicleta es parte de lo que puedo entender como libertad.

Que siga sonando y que ese bajo siga escupiendo.

 

Pol Castillo

¡Grande Ají! ¡Tantos años luchándola! ¡Te conozco de varios frentes! ¡Mirá si no me va a poner contento esta fiesta, si sos además de un talentoso músico de familia talentosa, un gran tipo! ¡Fue un placer y un honor compartir las tablas del Teatro Libertador San Martín con vos, vieja loca!

 

Txema Torrabadella

 

Vivi Pozzebón

¿Que qué puedo decir del Ají Rivarola? ¡Lo conocí cuando tenía pelo y rulos! Jajaja, de eso hace 25 años. Buscábamos junto a Fernando Mánguz un bajista para la banda que él lideraba, La Zona Roja, de la cual yo ya formaba parte. No me acuerdo si lo fuimos a buscar a su casa o al –por ese entonces– Bar El Castelar, pero dimos con el Ají. Andaba con unas muletas, creo que lo había pisado un auto… Venía de Buenos Aires, tenía un bajo blanco chiquito y sin clavijero, ¡todo un personaje! De ahí, ensayos en barrio 1º de Mayo, la por entonces casa de Titi Rivarola y Jenny Náger. Shows, noches… Él empezó a groovear y aportar al grupo sus primeras, creo yo, bases funkys, y su humor tan cordobés que lo caracterizan. Después viene la parte que ya todos conocen, la de su Armando Flores, donde pudo plasmar todo su delirio y personalidad; me acuerdo de la primera etapa, grabé un par de temas de su primer disco. Hace mucho no lo veo en vivo…

El Ají es un gran luchador de su música y de la vida. Parejas, hijos, mudanzas, viajes, ciudades, países, cantidad de formaciones y generaciones de tremendos músicos que han pasado por Armando Flores y él la sigue guerreando, poniéndole el pecho, con sus convicciones intactas.

¡Felicitaciones por la garra de todos estos años y por mucho más Ají y su música!

Armando Flores – Baila el Mono

 

Agendá:

Armando Flores celebra 20 años de música. 

Viernes 15 de abril – 23.45 horas.

990 Arte Club – Bv. Los Andes 337.

Entrada anticipada: $70 en Edén.