Emoción registrada

Pablo Carrizo sobre Juan Gelman

27-09-2016 / Crónicas, Emoción Registrada, Lecturas
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El jueves 22 de septiembre en el Patio Mayor del Cabildo, el poeta cordobés compartió junto a María Teresa Andruetto y Cristina Banegas un homenaje al inolvidable autor de obras que marcaron a más de una generación. Aquí el texto que leyó y el registro audiovisual de una jornada para recordar.


Pablo Carrizo sobre Juan Gelman

Fotos: Dolo Ozo Ricotta.

En una tardecita hermosa, inicio del último fin de semana de la Feria del Libro, una multitud se acercó a la carpa montada en el patio mayor del Cabildo para celebrar la obra inagotable de Juan Gelman, desde escritos y lecturas de tres artistas notables.

En una mesa conducida por Judith Gerbaldo, los versos del gran poeta volvieron a abrazarnos desde la sensibilidad de la actriz y directora Cristina Banegas. Fue emocionante ese recorrido por una antología editada en México, marcada en varias páginas con anotaciones de su mismo autor, que llegó a manos de su entrañable amiga por intermedio de Mara La Madrid, compañera de Juan en sus últimos años.

Un ratito antes, María Teresa Andruetto compartió una aproximación genial a la poética de Gelman en el exilio, primero desde «Citas» y «Comentarios», textos publicados en 1978 y 1979, reunidos luego en un libro, que dialogan y celebran el castellano antiguo desde un tributo a San Juan de la Cruz y Santa Teresa, dos puntas del misticismo español para internarse «en la musicalidad de una lengua a medio hacer», en «la riqueza inagotable del lenguaje imposible»; luego, desde «Dibaxu«, publicado años más tarde, otra forma de acercarse a la idea de ausencia, de pérdida y soledad, desde la historia de los sefardíes. Otra búsqueda de lenguas exiliadas en pleno exilio del poeta.

María Teresa Andruetto – Un pasaje de su texto:

«Gelman relaciona a estos libros con el exilio y al exilio con ese castellano primero, todavía lengua romance, lengua pueblo entre el latín vulgar, hablado en la península y el castellano que se divulga por el mundo con la conquista de América, como si -lo cito- ‘buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a la vez del nuestro, hubiera sido mi obsesión, como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces de la lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua. Yo tampoco me lo explico…’ Vemos en estas palabras suyas, en estas explicaciones tan intensas como un poema, hasta qué punto el poeta va a buscar en esas regiones del desamparo el amparo para su corazón…»

Un ratito antes de la querida María Teresa, en el comienzo de la tarde, el poeta Pablo Carrizo abrió la tarde con un escrito de profunda belleza, por su abrazo a tantos compañeros de camino, escritores y poetas que podrían reconocerse en la obra de un «abuelo político» imposible de olvidar.

Es un gusto compartir estas palabras.

Pablo Carrizo – «Nietos» – Jueves 22 de septiembre de 2016.

Quizás, entre las arrugas de sus ojos se amontonaban poemas nuevos. O música de sus poemas viejitos. O silencios de sus poemas de amor. O sangre de sus poemas de victoria.
Quizás, sus poemas cantaban juntos cuando abría los ojos. Tímidos ante la extensión del tiempo, desafiantes ante la quietud del olvido, rasantes ante la comba del horizonte.
Quizás no sabía que tuvo muchos nietos políticos en esta ciudad. Que sembró una simiente de palabras bajo el cemento calicantado y semiabierto de esta ciudad. Que sembró nietos políticos como arroyos salvajes.
Quizás, Juan Gelman no sabía que aquí se embarazaban sentidos y ardores caídos desde sus versos.
¿Cuántos nietos políticos tiene Juan Gelman en Córdoba? ¿Qué matrimonios sin papeles fundaron esa herencia desordenada y cambiante?
No lo sé. Pero intuyo que Gelman tiene muchos nietos andando por aquí. Y diferentes. Y naciendo. Y abriendo a nacer.
Caprichosamente, siento su mirada en los ojos de muchos poetas, músicos, narradores. En cantos y preguntas. En modos de estrujar palabras con el aire del amor.
Caprichosamente, pienso en los filosos y cuarteteros versos de Lucas Tejerina, en el ardor interior de los poemas de Elena Anníballi, en la dulce proclama que raya los papeles de Ceferino Lisboa, en la sustancia murguera y llana de los escritos de Yael Crivisqui.
Pienso -capricho mediante- en las cándidas y ásperas notas de Camila García Reyna, en las palabras sembradas de Laura García del Castaño, en el hondo retumbar de los golpes de Álvaro Méndez, en el espesor vecino del decir de Matías Barnes.
Pienso en la dulzura estricta de Laura López Morales. En la vendimia musical de Mariela Laudecina. En la tajante lisura de Maximiliano Spreaf. En el intenso solfeo de Juana Luján. En las inquietas lucecitas de Florencia Ordóñez. En la sutil bujía de Rodolfo Schmidt. En el fuego ovillado de Cecilia Romero.
Siento la punción luminosa de Leticia Ressia. Los suaves relámpagos de Eloísa Oliva. La inmediata tersura de Marcio Olmedo. El calibrado pulso de Christian Hertel. La savia en las nervaduras de Juliana Bonacci.
A ellos, a ellas, los pienso y los siento nietos de Gelman. Nietos, al modo en que se deshilvana un río ancho en miles de hilos de agua. De hilitos. Rocíos. Vapores.
Sé que al nombrarlos, estoy cometiendo la injusticia de recortar un campo sin límites. Sé que al decir algunos nombres, por propia ignorancia, estoy siendo injusto con cientos de voces que también atraviesan las distancias de esta ciudad opaca y resplandeciente.
Con cientos de voces y con miles de sienes, que también recrean una luz para hacerla miles de luces.
Nietos. Cientos de voces y miles de sienes que preguntan o cantan o se callan, con la misma curiosa ternura en combate de los ojos de Juan Gelman.

 

Un ratito más tarde, en el Teatro Real, se presentó «Nota IX. Homenaje a Juan Gelman», espectáculo ideado por Patricia Coppola y Blas Rivera, con la participación del trío musical integrado por Claudio González en voz, Nicolás Barci en piano y Alejandro Arneri en guitarra, y con un invitado especial, el gran Osvaldo Bayer. Aquí el registro de una jornada para recordar.

Homenajes a Juan Gelman