Con Permiso

Un espejo roto

28-11-2017 / Con Permiso, Lecturas
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En estos días, mientras veía las noticias en distintos medios, pensaba que un presidente, un dirigente, un referente político, un funcionario, es un símbolo, una llave. Es lo que representa. Es a quiénes representa.


Un espejo roto

Por Luciano Debanne.

Un presidente es un colectivo más o menos definido, definible, identificable, en el sentido de que te podes identificar con él o identificarlo a él… no sé si me explico.

Me da la sensación de que no es una persona, no es un individuo, y por eso no importa su personalidad. Importa qué simboliza, quiénes se sienten representados por ese símbolo. Y a quiénes excluye, a quién niega, a quién silencia.

Es lo permitido y lo permitible. La llave para entrar al espacio público. Habilita ciertas declaraciones, las alienta -con el aliento que sale cuando pronuncia sus discursos- las recrea con su verbo, como Dios que nombró las cosas para que existan. Les da vida, les da poder.

Y entonces los más osados desfilan en un falcón verde por la calle principal. Son emisarios de la muerte, la avanzada, los que portan el estandarte.

Con él podemos, le dicen a los suyos. Me los imagino asomándose entre las cortinas cerradas del oprobio, temerosos aún; y sienten que puede salir de nuevo, y repiten: «sí podemos, ahora podemos.» Y el presidente confirma en la tele: «sí podemos.» Capaz por eso nos corre un frío por la espalda cuando escuchamos ese murmullo en la televisión, sabemos que es el conjuro para que vuelvan.

Y vuelven compañeros, vuelven. Vuelven al espacio público, a la palabra permitida, vuelven a ser símbolo común, salen de la justa condena del estigma a las que estaban sometidos después del horror. Vuelven a por nosotros, a por las mil flores que estuvimos pisoteando mientras jugábamos torpemente en el jardín. Vuelven porque nos odian. Odian nuestro canto, nuestras banderas de colores, odian a nuestros hijos, odian el producto de nuestras manos, odian nuestros sueños. Nos odian.

Un presidente es un espejo roto, pensaba cuando veía la tele y leía los mensajes desesperanzados de los amigos.
Es un espejo roto que nos refleja como pueblo, pero en su rotura lo que vemos es un reflejo deforme, lleno de vacíos, de disparidades, un reflejo que en sus grietas no deja ver la imagen completa, la esconde.

Quizás haya que concentrase en mirar de costado y no de frente, para ver también en el reflejo torcido a los nuestros, que están ahí como siempre, quizás escondidos por el tajo en el cristal con que miramos, quizás ocultos por nuestra mirada fascinada y obsesiva sobre el horror, como la presa mira los ojos del depredador que solo piensa en comérsela.

Quizás hay que encontrar nuevos modos de mirar lo que la fractura refleja y dejar de mirar de frente para intentar encontrarnos. Ya no estamos ahí. Quizás hay que buscarse en los margenes, con la mirada descentrada.

Quizás, no sé.