7ma Jornada Anual de Capacitación y Actualización

Po(r)ética de lectura

4-08-2017 / Agenda, Política y Sociedad
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El Centro de Difusión e Investigación en Literatura Infantil y Juvenil invita a las actividades que tendrán lugar el 11 y 12 de agosto en el colegio Domingo Zípoli. Compartimos el programa y un montón de preguntas desordenadas, como invitación a mejorarlas.


Po(r)ética de lectura

Por | redaccion351@gmail.com

Hay un tipo de eventos cuyo anuncio genera tantas ganas de llegarse como interrogantes previos que alimentan esas mismas ganas. 

La simple lectura de los ejes en torno a los cuales se desarrollará la Séptima Jornada de Capacitación y Actualización organizada por el CEDILIJ libera preguntas a borbotones, tal vez muchas más de las que servirán como disparadores para las distintas actividades a desarrollarse este 11 y 12 de agosto en el Domingo Zípoli. 

Lo bueno de las preguntas es que no se terminan. Lo malo es que, mal dirigidas o demasiado abiertas por simple lejanía, pueden enroscarse hasta asfixiar cualquier buena intención. Por ejemplo:

¿Cómo aprenden a leer los chicos de hoy? ¿Es posible hablar de «los chicos de hoy»? ¿Tiene sentido disponer conceptos globales a la luz de las desigualdades que persisten a la sombra de la revolución de la información y las comunicaciones? ¿Cómo dimensionar tamaño claroscuro?

¿Se puede hablar de una poética de la lectura, o de una ética de la lectura, antes que de una política de la lectura? ¿Se puede hablar de una política que promueva las condiciones para asegurar un aprendizaje equitativo de la lectura, para poder pensar luego en la experiencia de la lectura literaria como derecho, como herramienta de pensamiento, de placer por la palabra escrita, de formación de una sensibilidad y un espíritu crítico? 

¿Qué valores humanos enriquece la literatura? ¿Qué otras expresiones artísticas podrían socorrer las necesidades que la literatura no cubre?

¿A cuántos de nosotros nos importan las expresiones literarias, o más amplio, las inquietudes artísticas que nacen de nuestras experiencias con el mundo que caminamos a diario antes que aquellos productos que la industria del entretenimiento nos mete en la vida aun cuando tratemos de esquivarlos por todos los medios?

¿Hay una posibilidad más o menos decente de pensar la educación desde carreras como Management o Recursos Humanos?

¿Podremos hablar hoy de un mundo simbólico propio, genuino? ¿Se puede hablar de una multiplicidad de lo genuino en la cultura digital? ¿Qué prácticas genuinas podrían diferenciar a los «nativos digitales» que caminan por donde caminamos de quienes caminan al otro lado de cualquier océano?

¿Cuánta literatura, o qué tipo de literatura consumen hoy los «nativos digitales»? ¿Qué formas de atención revelan en sus prácticas cotidianas? ¿Se puede leer un libro mientras se hace alguna otra cosa? ¿Cómo piensa un «nativo analógico» a un «nativo digital» cuando escribe sus poesías o cuentos? ¿Qué nuevos criterios estéticos y modalidades de producción literaria intervienen en medio de un mundo abarrotado de imágenes y palabras impuestas, pero también de inequidades?

¿Qué libros de qué autores de qué países integran los programas de lectura de los planes educativos de la enseñanza primaria y secundaria pública? ¿Qué historias ha elegido contar la materia de Lengua y Literatura por estos tiempos? ¿Cuánta literatura tienen tiempo de visitar quienes trabajan todos los días con los chicos y la palabra en su potencial de construcción intelectual?

¿Qué referencias intelectuales sostienen los lineamientos de quienes hoy deciden por millones de nosotros? ¿Cuánto habrá de literatura, de sensibilidad, de capacidad de aprehender universos simbólicos más o menos distantes, entre quienes van a disputar o detentan el poder? ¿Por qué resulta tan fácil pensar en la falta absoluta, no ya de literatura, sino antes de simple lectura siquiera instrumental, de quienes han llegado donde han llegado para, según sus intenciones declaradas, mejorarnos la vida?

Se podría imaginar, por un instante, y para descanso de los signos de pregunta, en esta escena de una mala película: alguien que ha nacido en un hogar rico y viene paseando a sus anchas por ese porcentaje mayoritario de seres pudientes calculado por Stiglitz, se ha convertido, a fuerza de tiempo y holgura, en un perfecto bueno para nada. No ha conocido el hambre, el frío, la violencia. Todo lo contrario, cada uno de sus caprichos se ha vuelto simple realidad a fuerza de verbalizar cualquier deseo en voz alta, sin la necesidad de un mínimo berrinche. Por supuesto no ha tenido el «infortunio de caer» en la educación pública. Su paso por instituciones privadas de lo más suntuosas podrían haberle asegurado una basta formación, integradora de saberes vinculados al arte, la ciencia y el pensamiento. Pues no. Su infancia, adolescencia, juventud y madurez bien podrían hilvanarse en una línea biográfica de placeres materiales y pretensiones fáciles de superar a fuerza de un apellido fuerte. De placeres intelectuales o emociones espirituales, nada de nada.

Llegado el caso, el personaje de la escena de esta verdadera película de terror podría convertirse, por estrategias calculadas a miles de kilómetros y con un sentido de la oportunidad implacable, en presidente de un país.

Por alguna insólita carambola de una campaña publicitaria para «humanizar» su imagen, nuestro niño rico imaginario, ya todo un hombre, fuerte, poderoso, ganador y máxima autoridad de eso que jamás llamará «patria» y mucho menos «matria», podría visitar una escuela pública de algún barrio ajeno, remoto a su universo de problemas resueltos de antemano. Como imaginar es gratis, avancemos: llegada al colegio protegida por un cerco descomunal de seguridad, fotos con los alumnos del último curso, bromas con las maestras y de repente un desafío. «Mucho gusto Señor Presidente, soy profe de Lengua y Literatura. Justo hoy teníamos evaluación. ¡A qué no se anima a participar! Gritos de los alumnos: «¡Seeee! ¡Haga la prueba Presi!» Cánticos: «¡Que-la-haga! ¡Que-la-haga!»

Y no va que el Señor Presidente, un piola de aquellos, se sienta y pide una hoja. Le toca el tema 3. El primer punto pide unir con flechas. A la derecha, ordenados desde arriba, Borges, Sábato, Marechal, Cortázar, Bioy Casares. A la izquierda, en el mismo orden, «El libro de arena», «Sobre héroes y tumbas», «Megafón o la guerra», «Rayuela», «La invención de Morel». 

Inicia la prueba. Por unos minutos reina el silencio hasta que el Señor Presidente completa el primer ejercicio y entrega su prueba. Ya estuvo bien. ¡A quién se le ocurriría que tenga que completar los cinco puntos de la evaluación! Todo vuelve al desorden de las fotos, el saludo, las bromas y «¡Aguante Boca Presi!» 

Al día siguiente, ningún diario publicará que el Señor Presidente cruzó todas las flechas. Pero una foto se hará viral, para regocijo de los medios de la oposición, que la multiplicarán, mientras las cadenas oficialistas minimizarán las conexiones Borges-«Megafón», Sabato-«Rayuela», Marechal-«Héroes». Y volveremos a los signos de pregunta.

¿Se estudia Borges en el secundario? ¿Ganó finalmente la idea de que «es difícil»? ¿Sabrán nuestros «nativos digitales» que hubo un escritor de su país que predijo la red de redes cuando escribió «El Aleph»? ¿Qué es hoy ese objeto sino una pantalla conectada? ¿Que podría haber pensado Borges de Internet?

¿A quiénes de tantos adictos a las redes sociales les interesa hoy la belleza de la palabra? ¿Por qué hay que aprender a escribir en 140 caracteres? ¿Por qué la red social más usada por los chicos tiene como eje una imagen y sus filtros? ¿Por qué una foto de perfil, o de un gato, o de un bizcochuelo que salió quemado tiene más «me gusta» que un poema, o una canción, o un intento de pensamiento?

¿Por qué es tan difícil el apego a las formas? ¿Seguirá importando la belleza de las formas? ¿Alcanza con percibir que la industria editorial sigue abarrotando librerías? ¿Quién compra esos libros enormes de cuentos con grandes ilustraciones, tan hermosos como prohibitivos? ¿Quién desmanteló tantos programas de lectura vigentes hasta hace un par de años? 

¿Por qué costará tanto aplicar eso de que las agudas terminadas en n, s o vocal llevan acento? ¿Será una antigüedad pensar en la constitución de las palabras como condición ineludible de su belleza? ¿Podemos disfrutar de un libro de poemas escritos para niños y para no tan niños con errores de ortografía en cada página? ¿Importan los errores? ¿Ya no importan? ¿Puede haber una poética del error voluntario, de la liberación ortográfica como nueva forma del pensamiento? ¿Qué esfuerzo o qué recorrido han hecho quienes postulan la decadencia de las formas? ¿Hay un pensamiento profundo acerca de las estructuras heredadas o sólo hay una modorra interminable?

¿Cuánto hay de derrota y cuánto de simple evolución de la lengua en la primacía exponencial de su aspecto funcional, indiferente al concepto de «belleza»? ¿Qué diferencias se podrían establecer entre el costado funcional, cotidiano de la palabra, y su utilización, igualmente cotidiana, desde los grupos mediáticos, hoy desenjaulados, para formar opinión día tras día, minuto a minuto? ¿Se puede hablar de «belleza» en el uso funcional, instrumental, pragmático de la palabra? ¿Para qué viene sirviendo el uso de la palabra desde los grandes medios? ¿Para la belleza o para el miedo?

¿Cómo vivirán los niños y jóvenes de hoy la emoción artística, para nombrar de algún modo esa fruición con la que muchos de quienes suelen pensar en estas cosas leían cuando eran niños y jóvenes, hace veinte, treinta, cuarenta, cincuenta años? ¿Habrá cambiado todo tanto por debajo, por encima o por los costados de una historia bien contada? ¿Qué herramientas han venido a reemplazar a la literatura en su rol de enseñar a leer entre líneas?

¿Cómo juega la literatura en un contexto de híper estimulación audiovisual derramado sin miramientos, por un lado, sobre niños y jóvenes con todas las necesidades básicas más que resueltas, que saben cuál es el último modelo de teléfono inteligente, que ya se vieron todas las series en Netflix, que se reúnen todas las semanas en cadenas multinacionales de hamburguesas y/o café, que escuchan música cuyo origen desconocen en plataformas digitales de moda, que siguen a decenas de Youtubers y comparten contenidos que sus padres desconocen ampliamente; y por otro lado, sobre niños que no llegan a comer dos veces al día y no salen de su barrio hasta que salen a ver todo lo que no pueden tener, y por último, todos aquellos niños y jóvenes de clase media que oscilan entre el manso disfrute y la envidia mansa?

¿Cómo pensar la literatura como un arte posible en medio de tantos que tienen de más y sentados en un sillón, como ilustra un aviso publicitario, ven una serie, chusmean las redes, miran mails, chatean, siguen un partido de jokey y compran auriculares, todo al mismo tiempo, y tantos que, al otro extremo, tienen de menos y piensan, o ya pensarán, en todo lo que no tienen, y sobre todo, en por qué no tienen todo eso que otros sí tienen de más?

¿Por dónde comenzar a desandar? ¿Por dónde seguir? ¿Por dónde ponerse en el lugar del otro? ¿Por dónde mirar? 

¿Por dónde leer?

Lo bueno de lo malo de tantas preguntas extremas que podamos hacernos es esa inmensa posibilidad de preguntar, mucho más cerca, por las cosas que convocan todos los días a quienes siguen creyendo en los pequeños gestos, en las historias como abrazos hacia quienes hoy necesitan, acaso más que nunca, de una palabra como caricia, como posibilidad de andar por el mundo con una sonrisa, lejos del odio y el miedo. 

Pero sobre todo, importan las preguntas mucho más certeras de quienes vienen pensando en todo esto desde hace décadas, a partir de una obra, de un estudio, de un constante estar cerca, de toda una vida destinada a comprender qué fuerzas encierra la palabra en cada uno de sus entramados. Ahí están las preguntas mejores, las que dimensionan la complejidad de lo que se nos presenta y afinan la puntería. 

Agendá: 

CEDILIJ invita a la 7ma Jornada Anual de Capacitación y Actualización destinada a maestros en formación, docentes de todos los niveles, bibliotecarios, mediadores de lectura y promotores culturales y profesionales de áreas vinculadas a la literatura y la educación.

11 y 12 de agosto – Colegio Domingo Zípoli. 

Eje temático

Una revisión crítica de las diversas problemáticas en torno a la lectura literaria, a partir de una mirada sobre el contexto actual en el que se desempeñan los adultos, los mediadores y los agentes que se ocupan de la
formación de lectores.

Con el objetivo de reflexionar, vivenciar y profundizar sobre las distintas y diversas poéticas, enfoques y miradas propuestas en torno a la lectura de literatura habrá conferencias, mesas redondas, talleres, mesas de libros y encuentros con autores, especialistas, ilustradores y editores.

Participantes 

María Osorio y Silvia Castrillón (Colombia); Florencia Gattari; Eduardo Abel Giménez; Eugenia Almeida; Cecilia Espósito; Nicolás Arispe, María Teresa Andruetto; y María Emilia López.

Informes e Inscripciones

Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ) – Pasaje Revol 56 – Paseo de las Artes – Ciudad de Córdoba. 

La actividad cuenta con certificación oficial y puntaje docente en trámite.

Programa