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Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 18 – Primera Parte

24-08-2017 / Lecturas, Menos Mitos
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Nueva entrega, desdoblada, de una historia profusa en baldíos colosales, sombras esquivas, envidos con hiel y refranes chúcaros bajo una luz curvilínea de temores, destratos y vocales impronunciables.


Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 18 – Primera Parte

Por Juan Fragueiro.

Dibujo: Carlos Nine.

Capítulo 18 – Primera parte

De las virtudes y defectos de los korvazwchofoneses
(Con el debido visto bueno de la Fundación para el Fracaso).
(Sin la intervención del Honorable Ministerio de Asuntos y etcétera).
Introducción breve al tema:

Siembra vientos… Cosecharás sólo aire.
No por mucho madrugar… Se consigue trabajo.
El que a hierro mata… Aunque sea a palos muere.
No hay mal que pague peaje.
Al César lo que es del César, a la Marta lo que es de la Marta. Y a mí lo que es de mí.
Buey solo bien se lame… Pero la bueya lo lame mejor.
En casa de herrero… Cacerolas de bronce.
Dios le de pan al que no tiene dientes, luego, los dentistas son ateos.
Roma no se hizo en un día. ¡¡¡Korvazwchofona tampoco!!!

Atraído por los gritos de la Rufiana Calaña, un pastor con cara de bueno y alma de torero se acercó al lugar de los hechos. Bajo su túnica podía adivinarse que llevaba una pena colocada a plazo fijo. Si alguien hubiese olfateado su presencia hubiera asegurado, seguramente, que se trataba de un jornalero de esos que se bañan una vez al año. Pero, como ya quedó escrito, era sólo un pastor con cara de bueno y alma de torero.

Cuando habló, los viborones de poca gracia y mucho veneno huyeron, espantados, buscando refugio en una cueva y, al verse impedidos de entrar todos, salieron en manada hacia el llano.

-¿Quién es ese pastor con cara de bueno y alma de torero?
-Mi nombre es Zabiantuvio. Soy personero del Rey Moderno de la Corte del Águila Vencida, en el Norte argentino.

Tres feroces animalitos sentáronse en la barca del medio, dispuestos a oír el mensaje que traía Zabiantuvio (porque si no trajera algo lo hubiéramos echado a las patadas de la historia). Mensaje que en su interior cargaba gritos mortales de una piara abandonada en el chiquero de las tropas reclutadas en la Vieja Inglaterra, muy cerca del Canal de Suez.

-(…) mas, quiso el Destino maléfico que los pobres e inocentes cerditos se descompusieran antes de salir embarcados rumbo a la Nueva América. Nadie daba por ellos la mitad de un queso, apostaban a que ninguno de ellos volvería con vida, o al menos con sus partes anatómicas en perfecta posición y orden. De todos modos, los puerquitos salieron de la Vieja Inglaterra pero no llegaron con vida a la Nueva América, porque murieron de brucelosis. Sus captores se quedaron con las ganas de comer carne de chancho. Esto sucede a los angurrientos.

Los tres feroces animalitos escucharon el mensaje de Zabiantuvio, el personero del Rey Moderno de la Corte del Águila Vencida en el Norte argentino, conocido como el pastor con cara de bueno y alma de torero.

Los tres feroces animalitos quedaron extasiados… aboludados. Sólo la intervención de otro ente los puso en estado de alerta y movilización, porque corrieron a guarecerse en el Templo de la zona, ya que la cueva estaba ocupada por los viborones de poca gracia y mucho veneno.

Era, ni más ni menos (ni por ni dividido) que Arcano Ouroboros, el maestro universal Defensor de Causas Perdidas atraído por el cuchicheo ensordecedor de plegarias y sobresaltos. Entre el maestro universal y el personero del Rey Moderno de la Corte del Águila Vencida en el Norte argentino se desató el siguiente diálogo referido a las virtudes y defectos de los korvazwchofoneses:

-Ellos son humildes, como el langostino frente al caviar -dijo Ouroboros.
-Pero menos imprescindibles que el café con leche -acotó Zabiantuvio.
-Mezclar el estómago con la mente no es aconsejable. En realidad pocas cosas, mezcladas, resultan como las imaginó uno antes de mezclarlas. Quiero decir, habría que soldar el futuro y levar las anclas del Aguacate antes de la madrugada para alcanzar el Cerro de los Enamorados. Porque en ese sitio se compenetran hasta las musarañas.
-Dese un respiro de soda monacal, amigo; déjeme decirle que no hay defectos sin virtudes y tal vez viceversa. Lo que a simple vista salta como una perogrullada que no dice ni bueno ni malo. Deberíamos aliviarle el peso al futuro… Para que llegue más pronto… Digo… No sé… ¡Creo que voy a vomitar!
-Vomite tranquilo, pero no manche el suelo. Hágalo aquí, en este balde ad hoc. No debe confundirse una cosa, que es una cosa, y dos cosas que son una huevada.
-Sin embargo Korvazwchofona importa poco. Hasta para sus fundadores. Ya lo ve, ni la historia de su propia Creación han sido capaces de redactar y apelaron al discurso oscuro y aburrido de un viejo ex griego, ex sabio, ex subversivo y chocho, anquilosado en las páginas del tiempo en lugar de acercarse al pensamiento de otro sabio cuyo libro es el de cabecera de mi Rey Moderno de la Corte del Águila Vencida del Norte argentono quien sí supo hallar el verdadero valor del tiempo. 
-¿Qué tiempo? ¿El nuestro, el vuestro o el de ellos?
-Apelaré a mi sagacidad paternal, a mi conjunto de seda cuaternaria y podré debatir gustoso con usted. Y con cuantos lo pidan.
-¡Bravuconadas no, eh! mire que después usted vomita las togas de los profesores adjuntos de teología y cachetean a diestra y siniestra (más a siniestra que a diestra, pero eso es ya otra histeria). Acúlpese de sus penas, desbraguetee su mente y comience a proclamar la sepultura de las íes, todas las íes.
-Y ¿por qué las íes, camarada?
-Porque corrompen el alma, patean el hígado y no queda muy elegante andar por ahí pronunciando íes. Además, seguro que en algún capítulo de la Biblia están prohibidas.
-Fíjese lo que son las cosas… Uno que siempre se anunciaba como dominador de las artes literarias y de pronto le sacan las íes. ¿Dónde iremos a parar?
-Si se apaga Balderrama, a cualquier otro boliche. El tinto y las empanadas no se dejan porque sí, como a las íes.
-No, no. ¿Dónde iremos a parar sin las íes?
-Probemos…
-Veamos…
-Hablemos…
-Actuemos…

Y Ouroboros se puso a discutir con Zabiantuvio evitando el uso de las íes, reemplazándolas con un espacio de aire breve:

-Usted habrá vsto que no es dfcultoso pronuncar oratoras, ddáctcas o no, obvando el térmno de marras. Tal vez al odo no suene ben, pero ha cosas peores.
-Una cosa es decrlo… otra verlo, o leerlo.
-¿Qué quere oler usted?
-¿Oler?
-S. Usted djo «Una cosa es decrlo… otra verlo olerlo»…
-No. Yo dje «o leerlo», del verbo leer.
-!Ah!
-¿Ah qué?
-¿Qué demonos le pasa? ¿Se quedó sn plas?
-S.
-¿S, qué?
-¡Váyase a la mierda, pesado!
-Oga, se olvdó de sacar la ; ¿qué le pasa?
-Morite, ¡vejete arrugado y pelado!
-¿Pelado yo? Má sí, infeliz, dale saludos a tu abuela. ¡Retrasado!

Ouroboros es un niño y como tal odia que le arruinen el juego. Zabiantuvio abandonó el sitio, dejando tras de sí al maestro universal pelando un chupetín Misky de leche. Algunos pasos más allá, siguiendo la línea hacia esta parte, tropezó con el pie descalzo de una pierna flaca y desnuda. Era uno de los miembros inferiores de otro miembro del Club para el Fracaso. Zain Otto Neugebauer.

-¡Cuidado! Le dijo el piojo a la lagartija, el IV Reich no perdona… ¡Igual que Shelltox con vapona!
-Disculpe caballero, no lo vi.
-No lo acuso ni lo culpo, pero ándese con cuidado. Y, si no lo toma a mal, ¿cuál es la causa, motivo o justificación preponderante para vuestra distracción, caminante?
-Vengo embalado de una pequeña discusión con un maestro, apellidado Ouroboros. ¡Me puso los pelos de punta el tipo!
-Ouroboros… El maestro universal Arcano Ouroboros. No se le olvide, pronúncielo. Ahora dígame, buen hombre, ¿por qué discutieron? Hombres y mujeres del mundo entero discuten sin saber el porqué.
-Habíamos dispuesto erradicar las íes de nuestro diálogo. En realidad lo dispuso él. Pero el tema era tratar de buscar los defectos y virtudes de los ciudadanos korvazwchofoneses.
-Tarea ardua.
-Ardua y alpedista, diría yo.
-Exactamente. ¿Tagen deutsch? ¿Tagen dotsch?
-No gracias, no fumo.
-Bue… ¿Bebe usted al menos?
-Mistela. Al mediodía, y una sola copita.
-Casi perfecto, casi humano.
-Hombre al fin.
-Y, por lo que presiento, recién llegado.
-En el envío de las 15:40 horas. Para colmo de males con un retraso ordinario de la estación de Vieja Inglaterra.
-¡Oh! ¡Es usted inglés! ¿Your speaking english?
-No. Soy argentino. Personero del Rey Moderno de la Corte del Águila Vencida en el Norte argentino.
-Ah… Argentina… Primer Mundo.
-De primera, sí señor.
-¿No será de cuarta nomás?
-…
-De cualquier forma, siempre han tenido sus virtudes y defectos a la vista, no como acá; usted lo ha comprobado, debemos decirles todo: qué ponerse y qué no, cómo hablar, cómo adquirir posturas creíbles, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera y etcétera.
-Bueno, fabricar virtudes y defectos no es tarea de largo alcance. Pronto se darán cuenta de los cambios y adoptarán otras costumbres y formas, de acuerdo a la moda.
-La moda… ¡Ay, la moda! Aunque la mona se vista de seda, mona queda.
-La moda mueve al mundo. Es una cuestión de cultura de masas.
-Yo le diría que es la masa sin hornear de la cultura. Una chabacanería no quita la otra.
-Pero a veces la empeora. Usted habrá observado el comportamiento social de las masas. Se meten los dedos en la nariz, hacen pelotitas de moco; se rascan el ojo como si quisieran extirpárselo y también adoptan formas rudimentarias de vivir, alimentarse, convivir y consumir.
-Lo que yo dije: un asco.
-Perdón, ¿usted sabe si a Korvazwchofona intentan adjuntarla al perímetro argentino?
-Por mera situación geográfica. Un accidente casi. Somos el producto decantado, pasteurizado, mejorado.
-Enmejorado, tal vez.
-Sin dudas.
-Caballero, ¿me daría su tarjeta personal? Tal vez lo consulte al final de la ronda, de esta tarea de investigación social.
-Tarjeta, tarjeta no tengo; pero le esbozo una. Anote: Zain, con zeta, Otto, con dos tes, Neugebauer, con be larga. Alemán, de Berlín Este… ¿O era Oeste? En fin, ya no recuerdo. Exiliado, Antropólogo, Defensor de Causas Perdidas y actualmente enamorado del ocio.
-Realmente. Inenarrable eso de estar enamorado del ocio.
-¿Usted estuvo enamorado del ocio?
-¡Y quién no!
-Canalla…
-¿Perdón?
-¡¡¡Canalla!!
-¿Qué bicho le picó?
-Cornudo tu abuelo…
-Oiga. Respeto. Es la segunda vez que se meten con mis antepasados. ¿Qué mierda les pasa?
-¡Morite, pusilánime!
-Má sí, manga de locos, ¡púdranse en el infierno!

Neugebauer es muy celoso de sus amores, aun de su amor al ocio. Zabiantuvio estaba casi convencido de que los personajes dominantes de Korvazwchofona eran más bien sujetos particulares. Un maestro infantil, un doblemente extranjero enamorado y celoso de su ocio… ¿Qué otras pesadillas le deparaba su estancia y visita en este país de fantasía fantasmal? Seguramente el aburrimiento no habitaba entre esas paredes sin papeles; y esto, ¿era virtud o defecto? ¿Podía la una vivir sin el otro? Sospechosamente se movieron unos arbustos bajos y el cielo comenzó a cantar una copla plañidera, con aires de melodía clásica. Algo así como una ópera, sin sopranos ni tenores.

Asustado por la inminencia de una lluvia torrencial, tipo «Caribe Mixto», Zabiantuvio se cobijó debajo de la copa de un árbol frondoso, con raíces subterráneas de… El árbol parecía hablarle. O al menos de su interior rugió una voz:

-¡No se le ocurra orinar, defecar, salivar y/o hablar en y con estas raíces!
-Perdón, no es mi intención realizar ninguna de esas acciones. Sólo quiero protegerme de la lluvia torrencial.
-¿Torrencial? ¿Lluvia torrencial? Usted debe estar loco…
-Como si aquí existiera la cordura.
-No juzgue a todos con la misma vara, podría equivocarse tanto como al tomar al pie de la letra lo que un párrafo o nota sintáctica quiere decir y en realidad no dice.
-Argumentos. Sólo eso. He visto la locura deambulando por estas calles, embistiendo el aire que respiro, tomándose de los pasacalles, sollozando frente a los albergues estudiantiles…
-En Korvazwchofona no tenemos albergues, mucho menos estudiantes; tampoco hay pasacalles y, seguramente, a quien usted ha visto y confundido con un estudiante albergado es al Doctor Segismundo Dimitrovich Plutarco Ponce, nuestro médico psiquiatra.
-Interesante persona.
-Y muy loca, a la vez.
-Disculpe, creo que no nos hemos presentado. Mi nombre es Zabiantuvio y soy el personero…
-…Del Rey Moderno de la Corte del Águila Vencida. Norte argentino.
-Pues … ¡Claro!
-No se asombre ni espante. De todas las vituallas que el Destino me entregó contra reembolso, la menos fabulosa es esta posibilidad de admitir que el pasado y el futuro se conjugan en un habilidoso presente… Rodolfo Bafometo, licenciado en Ciencias Ocultas. La gente me llama El Diablo.
-¡Semejante!
-Bien parecido nomás… ni mejor ni peor, casi igual.
-Entonces…
-Ya conozco sus anteriores altercados con mis camaradas. Minotauros del destino korvazwchofonés, si me permite la licencia metafórica y no le molesta admitirlo.
-En lo más mínimo.
-He presenciado, incorpóreamente, vuestro debate con el maestro Ouroboros y también la conciliación que a posteriori intentó hacer el antropólogo alemán Neugebauer.
-Por lo que parece usted es menos desubicado que esos dos. Más gente.
-No juzgue sin tener un buen elemento a mano… Irrefutable.
-A pesar de tanta artimaña…
-A pesar van las vacas gordas. Eh, perdón, no quise ofender.
-No soy tan rápido, señor Bafometo.
-Usted debe tener en cuenta que los habitantes de Korvazwchofona, para mantenerse al borde de la quiebra cotidiana, han debido superar y a veces imitar, ciertos paquetismos nuestros. Somos cinco desencontrados sin Destino y como tales debemos soportar pavadillas de la misma clase. Una de ellas, la menos insolente creo yo, es la discusión sobre defectos y virtudes de un pueblo casquivano, extrapartidario en la desgracia, poco adicto a las trampas hormonales, pero siempre dispuesto a luchar por principios idealistas. ¿Cómo no vamos a superar los incordios de la vida?
-Acá, en la China y el Vaticano.
-¡Bien dicho!
-…
-Algunos silencios me huelen a renglones mal tabulados. Pero aún hay posibilidad de darles otro color. El color del novio eterno, ese que durante años la fue de frotador zaguanero sin percatarse del paso del tiempo. O sin tener cuenta cabal de lo que significa una estancia familiar. Son los tipos que deambulan tras la zorra. Los hay a montones. Note usted que la desaparición de zaguanes y la incorporación a la vida casera del portero es una trampa del Destino que impotenta las relaciones amorosas al aire cuasi libre. Antes uno chapaba con la novia en el zaguán y estaba alerta… En cualquier momento el policía de ronda, buscando a la doméstica de la casa, o el hermano play boy de la jovencita zaguaneada que volvía al hogar a altas horas de la madrugada. Y, ¿para qué le voy a contar de la emoción que uno sentía cuando el padre de la criatura prendía la luz del porsche? Mientras gritaba: «Asumpta, ¡pasá a dormir!»
-Irrepetibles sucesos de la vida cotidiana…
-Pueden repetirse, volver cuando uno lo quiera… lo que cada vez hay menos son zaguanes.
-O novias zaguaneables.
-Casi le diría que es una cuestión de amores esquizofrénicos. Una parodia del romance hispano, o de las odas picarescas.
-No he leído tanto. Apenas si, de vez en cuando, un Corín Tellado o Fantasía.
-Se perdió el romanticismo cuando la era de la tecnología violó las reglas de la convivencia: todo o nada, fue una consigna metodista, carburada por siglos. El hombre se perdió en las cuevas de su comportamiento animal y los animales siguieron amándose bajo la luz de la luna. ¿Ha hecho el amor a la luz de la luna?
-No. Semejante travesía no es de mi época.
-Ya lo ve. Ustedes los jóvenes se acostumbraron a pelar bananas con el cuchillo. El encanto de la luna es realmente impactante, podría decirle que no hay luz de neón que la iguale. Uno se siente transportado a la esfera blanca, una sensación curvilínea se apodera de los miembros inferiores y maniata el placer… Lo detiene por unos segundos.
-Ideal para precoces.
-Y para debutantes.
-No hay práctica sexual teórica.
-Ni mal que dure cien años… Todos duran ciento diez.
-¿Perdón?
-Fue un introito que no debió existir. Dejemos las frivolidades para los frívolos. «Al César lo que es del César, a la Marta lo que es de la Marta y a mí lo que es de mí».
-Sabio y profundo adagio.
-No hay dos sin tres.
-No creo estar en condiciones de seguirlo.
-Debería hacerse ver por un médico. Tiene manchas en el rostro y asustan.
-Desde niño. En el colegio me decían «galleta malteada».
-Maldad de infantes.
-Y después en la facultad…
-Los chicos crecen, mas no su intelecto.
-¿Tiene hora?
-No uso. Acomodé mis tiempos al derrotero del mundo. Cuando el orbe gira me siento cómplice de la luna y del sol. Pero, calculando el logaritmo de la tangente de cualquiera, deben ser como las ocho de la tarde-noche o las veinte, si me permite el término cartiesiano.
-¿Cartiesiano?
-Si, fue un invento de los fabricantes de relojes Cartier.
-…
-Otros silencios parecen indomables, aunque repetitivos. No lo tome a mal, pero quien calla otorga.
-Es el sopor del ambiente. Abomba a cualquiera.
-Clima, psiquis… Todo en uno, igual que en las ofertas. Hace mucho tiempo que no veo el servicio que antes brindaban las estaciones de ídem: por el mismo precio de la nafta que cargaban en su tanque (sin derramar una gota), le limpiaban los parabrisas, medían el aceite del auto, echaban agua al radiador y hasta tomaban la presión de las gomas. Ahora, gracias que le meten la manguera -al auto- y le cobran a veces sin darle el vuelto.
-…
-Ese silencio fue interrogativo, ¿verdad? Quiero decir, que los cambios a nivel ecológico, la muerte de los pingüinos, el derretimiento de los polos, muchas veces superan las fantasías de Julio Verne, Sagan y Welles… ¡Altro que los viajes de Gulliver a Lilliput!
-¡Así! ¡Así es cómo me siento! Como si fuera Gulliver en sus travesías…
-Pero lo suyo es más que una travesía. Usted ha sido enviado por D. Diógenes del Suquía para estudiar, in situ la forma de entroncar a los Defensores de Causas Perdidas, nosotros, en el hilo de la Creación de Korvazwchofona… Quedamos al margen de algo que era nuestro, para lo que pedí una historia mitológica y él sale con los defectos y virtudes… Yo convoqué a Diógenes y me siento estafado.
-Su infancia debe haber sido dura.
-¿La mía?
-Claro…
-No más bromas que en la suya, ni menos pesares que en la de Van Gogh. Todos los niños hemos sido iguales de niños y desiguales de adultos. Es el climaterio de la vida.
-D. Diógenes del Suquía me envió sólo para corroborar algunos datos.
-Usted sabe, escribir bien no es fácil y se escribe mejor desde afuera de la historieta. Si las intromisiones fueran dinero ningún escritor pasaría hambre.
-El trato con D. Diógenes fue a plazo, no contado y cincuenta días.
-Nadie habló de pago.
-Usted defiende al vejete como si fuera su amo.
-No se sulfure, don Diablo, no iremos a ninguna parte.
-¡Jamás!
-Lo dije…
-Debí intuir su voracidad animal, señor Zabiantuvio.
-Equivocado.
-¡Ahora me sale con rasgos telefónicos!
-Equivocado.
-Ya le mandaron saludos a sus abuelos, así que…
-¡Con la parentela no eh!
-Corte de manga… e… ¡idos!

Bafometo resultó ser tan susceptible como sus amigos. Resignado a ser maltratado, Zabiantuvio ofreciose íntimamente no trabar relación ni conversación con ningún otro sujeto suelto. Pero las cosas, cuando van a suceder, suceden. Y cuando no van a suceder suceden igual. A las cosas les importa un rábano las circunstancias, casuales o causales. Por algo son cosas, nada menos.

Continuará.