Por Juan Fragueiro.
Arranquemos con que no fue una guerra. Ni sucia, ni despareja. Con el apoyo de civiles y sacerdotes, los militares trabajaron de asesinos irredentos.
Los botines de guerra suelen ser arrebatos despiadados. Según la época, casas, ranchos, armas, animales, riquezas, amancebamiento de mujeres, explotación de menores y asesinato de ancianos que no servían más que para comerse las pocas regalías.
En los ’70, en Argentina, los genocidas se repartieron, para tomar el sentido del título del documental que nos convoca, un «botín» mucho más grave: la suerte y destino de cientos, miles de niños o bebés cuyo «pecado original» fue nacer de padres militantes.
La obra de David Blaustein cuenta sobre las Abuelas, esas incansables luchadoras que alejadas de las vivencias de sus hijos, se postergaron en vida para encontrar a sus nietos, entregados al nacer a familias más o menos cómplices, cuando no a los hogares de los mismos asesinos de sus padres.
La música de «Botín de Guerra» convocó a varios músicos para interpretar «Sin Cadenas» de Los Pericos. Ahí están Pedro Aznar, Gustavo Cerati, Ciro Pertusi y Gusavo Cordera.
«Sin cadenas» – Versión para «Botín de guerra»
Hasta hoy, 2017, han aparecido y han sido restituidos en su identidad 122 nietos. El resto permanece en la oscura conciencia de los que se animan a solicitar una condonación de penas, el aborrecible dos por uno.
Desde su propio espacio personal, cada quien podrá argumentar sus razones para ver o ignorar este trabajo documental, pero lo cierto es que antes de cagar fuego, hay un deber moral de conocer cuál fue el «botín» de eso que, de guerra, no tuvo nada.
«Botín de guerra» – Documental completo.
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