River y la dignidad de la derrota

19-02-2016 / Deportes
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Por alguna fecha del campeontato, en un monumental colmado de pollos dignos de un disco repleto de zanahorias y zarzuelas arruinadas por Luis Cobos, el local sufrió el rigor de la estepa rusa en la zurda de un jugador de Godoy Cruz que debe tener nombre y apellido, como cualquier criaturita de dios que merece amar y ser amada.


River y la dignidad de la derrota

Por Elpidio Monforte.

El combinado millonario vino a menos con la renuncia en pleno primer tiempo de un señor de apellido Pisculicci o Pisculichi o alguna cosa parecida. Parece que se puso de acuerdo antes del comienzo del partido con el símil pelirrojo que actuó de refereééé y promediando entonces los veintipico de minutos le propinó tremendo milanezón de pie a un mendocino, bien de atriqui, justo como para ver el cartón carmesí, tremendo peliculón, y haciéndose el amargado se fue al vestuario y de ahí a un restaurant de Palermo Jólivud porque trascendió que la suegra cumplía las bodas de oro como directora del Normal 7 y le dio el ultimátum: “O venís o desheredo a mi hija y no te dejo ni los chanchos del criadero de Junín”.

Con un gol en contra y un zurdo menos, el equipo del Kent Gallardo rempujó como bollo de pan al bicho que se tragó Lali Espósito y en un santiamén, después de una corajeada de algún jugador cagado y pintado a un personaje de “Metegol”, igualó los tantos con un zapatazo combado del Pritiau Martínez. Medio segundo después de que el esférico carreteara, el arquero de Godoy Cruz pensó: “Mierda no llego”, y los reflejos lo hicieron volar como garza viajera, para efectivamente no llegar. Uno se pregunta: ¿Para qué se tiran los arqueros si saben que no van a llegar? Porque una cosa es demostrar el amor por la camiseta y otra muy distinta es trascender en una instantánea infructuosa.

Un par de cabezazos torcidos, dos o tres cantitos aburridos y ciento cuarenta y tres panchos caros vendidos en la platea baja que da a la Figueroa Alcorta, y se terminó el primer tiempo. Y siguen los cortes de luz en La Paternal y Pino Solanas muriéndose de risa de los 5 minutos de protesta permitidos antes de la remake del temón de Los Violadores.

El segundo tiempo arrancó con un River hecho una jauría a lo David Viñas. Sin poder pasar la mitad de la cancha, el conjunto cabernetero se atajó como pudo ante un nivel de enjundia inesperada en el manejo del fulbo, que cuando quiere va donde tiene que ir, más bien al arco. Pero bien por el arquerito che. Buen mozo dijo la nona con el queso y dulce a medio terminar sobre el reverso del plato, porque el postre se come sobre el plato dado vuelta.

Mientras tanto, en los alrededores de Núñez

 

De repente un cabezado de Godoy Cruz a metro y medio de Barovero y Barovero pone las manos y evita lo que no podría a los pocos minutos. Voló un pedazo de batata de los postizos de la nona y en pleno fragor de la selección peruana, ya con dos jugadores menos por un ataque de fiaca de uno que se fue a hacer plata afuera y volvió para dar lástima, una serie de rebotes cayó en los pies del goleador visitante. Volea y 2 a 1. A pelar el monte.

Una toma repentina mostró un perfil de Gallardo. Presa de la pecundria, la lectura de labios reveló un soneto de Quevedo, porque la poesía salva.

Con un amontonamiento de partidos por delante, y miles de hinchas volviendo a las casas con un magún valeroso, comenzó la operación de prensa para alejar al técnico. Ya hay varios nombres que suenan: Roberto Cossa, el australiano Pedro Handke y Miguel Puch, que se alejaría por un tiempo de la afinación de pianos.

La novela recién comienza.