La nueva ofrenda

Vivi Pozzebón presentó «Madre Baile»

11-10-2011 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Con una banda impecable y músicos invitados de lujo, Vivi Pozzebón presentó su segundo trabajo solista en el Teatro del Libertador. Crónica de una fiesta.


Vivi Pozzebón presentó «Madre Baile»

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos cortesía de Fernando Vélez.

El servicio meteorológico informa cada cosa… Hay que revisar las fuentes de una buena vez. Estaba cantado que iba a llover por obra y gracia de la presentación de “Madre Baile”. Habrá escuchado usted de los ritos que la soberbia del culto judeo-cristiano amontonó y seguirá amontonando, por los siglos de los siglos, en la definición del paganismo. Entre tantas deidades compañeras, amantes de los tambores, del canto y de la danza, asoman las que se hacen rogar un poquito para hacer llover. No han hecho otra cosa desde la inauguración de las obras de riego en el cielo: sobrevolar pueblos en busca de ritmos que inviten a zapatear sobre las nubes.

Si todo hábito lleva al tedio, los dioses acumulan milenios de bostezos. Hartos de perdonar, prodigar buenas cosechas, curar enfermedades, y favores de menor rango como acelerar los papeles de un auto, destrabar un crédito o sacar del bolillero las unidades estudiadas, reviraron la secuencia. Antes de esperar los tambores para regar las sierras y el cinturón verde, mandaron el agua para pedir buena música. El viernes por la noche, Leonor Marzano, “La Leo”, nueva gestora de milagros, le habló en sueños a Vivi Pozzebón: “Mañana deberás honrar a los dioses. Usarás estas estampitas en señal de fe renovada”. Viviana confesó: “Leonor, yo no soy digna de tocar para los dioses, pero un cuarteto en tu nombre bastará para animarme”. Y Santa Leonor, patrona del tunga tunga, los ojos como nazarenas, bravas espuelas en el mirar, sentenció inapelable: “No te hagai la humilde otaria ¿ah? Mañana te zampá en el San Martín y la hacé chala hata que la gente haga trencito entre la butaca, me ecuchate?”

Parece que la escuchó. El resto es añadidura. Intentemos describirla. Gradas pobladas de creyentes: músicos, alumnos, amigos melómanos, periodistas melómanos, desconocidos melómanos. Sonrisas lloviznadas. Paz en el corazón. Luces apagadas. Inicio de la noche con la proyección del tráiler de “Madre Baile”. Imágenes y sonidos del proceso de gestación: palabras de la maestra de ceremonias; Bam Bam revoloteando en el estudio (primer aplauso de los creyentes); músicos invitados, contentos como verdeos bajo la lluvia; fotos de viajes; ritmos lejanos que chocan los cinco. Se calientan de colores los tachos. Se entibian de luz los instrumentos. Aparecen los músicos estables. Línea de cuatro en el fondo: Mariano Vélez en piano; Nacho Ducasse en Batería; Maru Chamella en coros y Julián Gómez en programaciones. Volante de contención: Federico Seimandi en bajo. En toda la cancha: Esteban “multifunción” Gutiérrez, marcador de punta con proyección, ayuda base, alero y pivot; imprime, fotocopia y scannea; pica, raya, licúa y rebana. Al frente: Pozzebón. Look para derretir sirios.

Arranque de la noche con el arranque del nuevo disco: “Santitos”, afrochamamé sembrado de detalles, con estribillo que presa rápido en la memoria cuando evoca a Gilda, “la que no se arrepiente de amar”. Los primeros milagros le acarician el alma a Violeta Parra en “Arriba quemando el sol”. “Na Cadencia do samba”, encuentro de funk y samba brasilero, preludia un punto alto de “Madre Baile”: “Zulky”, homenaje a Gustavo Cerati y a Domingo Cura. Versión plena de arreglos de coros en el final, para sumarse amablemente.

La próxima sorpresa funde la chacarera con el festejo en “Qué linda parejita”. Los peruanos Juan “Cotito” Medrano, Roberto Arguedas y Milagros Guerrero muestran sus honores en el escenario. En “Negrito”, tomado de una cuerda de candombe liderada por Gutiérrez, el San Martín saluda al Colón y al Solís. Gran momento, antesala de la consagración del disco. Pisan las tablas Leandro Liuzzi, violín felino, y los músicos de Jiménez, Martín Rosel y Daniel Franco. Suena “Madre Baile”. Para que se entienda rápido: un cuartetazo mal. Más de uno salta de la butaca y se pone a bailar el tunga tunga. Estribillo pegadizo y coro multitudinario en el final. “Santa Leo” corrobora desde el paraíso: “La etá haciendo chala”.

Baja la euforia para recuperar un clásico, “Cariñito”, con Gustavo Patiño, invitado al disco y a la noche. Siempre hay un cable más papista que el papa, espantado de tanta promiscuidad musical. Justo se la viene a agarrar con el charango de Gustavo, para enmudecerlo. Antes que el sonidista, la Leo le pone los puntos a la consola para devolverle la alegría al quirquincho encordado (mis disculpas, ¡no es fácil encontrar un sustituto de charango!).

Vivi Pozzebón ante el público del teatro San Martín
Después de la presentación de la banda, la gente se prende a los coros de “Nueva era”, tema del Pájaro Canzani. “Dragona” es el Haka del disco. Cuando suena, empuja como un scrum de Los Pumas. Antes de completar la lista de “Madre Baile”, un paseo por “Tamboorbeat” con “Pescador”, “La cumbia de la paz” y “Conga de flores”. Suben los peruanos para interpretar “Se me van los pies”, con una dedicatoria emocionada de Cotito al Bam Bam.

Fin protocolar de la noche. El teatro de pie. Llueven aplausos desde el  paraíso, la tertulia, las cazuelas. Todos en el escenario para los bises. “Magalenha” hace bambolear las bambalinas. “Madre Baile”, ya sin los músicos de la Mona, que se piraron a la Sociedad Belgrano, cierra la gran presentación del disco, con una fila de creyentes haciendo trencito entre las butacas y los dioses de la tierra, el agua, el fuego y el aire, abrazados en círculo, rodeando agradecidos la nueva ofrenda. Extasiada, digamos mejor, chochaza, La Leo enfunda el alma y baja por las escaleras hacia la calle, pensando: “La hizo chala”.