Literatura Cordobesa

«Todos quieren llegar a un lugar que nadie sabe dónde está»

5-06-2011 / Entrevistas, Lecturas
Etiquetas: , , ,

Alejo Carbonell le pone el cuerpo a la literatura. Escritor y editor. Analiza las letras cordobesas. Tiene una mirada ácida pero también optimista sobre los escritores locales.


«Todos quieren llegar a un lugar que nadie sabe dónde está»

Por | saguirre@redaccion351.com

“Creo en Alejo.
La poesía es más que un libro escrito.
Es un pedazo de carne del escritor echado a la suerte.”

Iván Ferreyra

Cuando la puerta de la casa de Alejo se abre, quien ingresa encuentra un universo poblado de palabras, pensamientos, creaciones. Ese espacio tiene dos génesis fundamentales.

La primera: una biblioteca desprolija, propia de un cronopio. Según Cortázar, los cronopios dejan los recuerdos sueltos por la casa para, a cada paso, encontrarse y dialogar con ellos. Así están los libros de Alejo, dispuestos en un azar donde esperan que el destino los redima: una mirada que vuelva a sus páginas, unas manos que coqueteen con sus hojas, la humedad de una lágrima en el papel, una oscuridad compartida en el silencio.

La segunda: la cabeza del dueño de la biblioteca, donde la inminencia de la calvicie parece proporcional a la fuerza de los pensamientos que de allí emanan. Alejo rescata, en una de sus obras, que “un hombre es una idea (…) y también una bala”.

La luz del sol de la tarde se cuela entre las cortinas blancas y su reflejo anida en la limitada cabellera del entrevistado. Cuando las ideas de Alejo se hacen expresión, la metáfora visual encuentra sentido.

La entrevista se desestructura y, gustosamente, pasa a ser una charla desordenada. Mientras el intercambio toma forma, no es difícil percibir que la literatura de Alejo está inscripta en él. Sus libros son, en todo caso, el lugar donde reside una parte recortada y estática de su poética, las hojas donde encontraron morada algunas de sus palabras. Pero las otras, las palabras que se refugian en su voz y que decora con sus gestos, son las que dejan- parafraseando a Ferreyra- su carne de escritor librada a la suerte. Ese arrojo se enmarca en el abismo literario. Y él disfruta de zambullirse ahí.

Crítica a las “Instrucciones para escribir en Córdoba”

Alejo habla de la literatura cordobesa con el afán de quien juega de local. Ese es un lugar ganado por este entrerriano que, hace catorce años, encontró en Córdoba un terreno fértil para cobijar libros, hijos, árboles. Abrazó la literatura local con obras de su autoría como editor en La Creciente y, actualmente, en Caballo Negro Editora.

¿En qué están trabajando actualmente en la editorial «Caballo Negro»? by Redacción 1

En ese guiño de pertenencia, encontró devoluciones que lo llenaron de júbilo y otras que, según el mismo afirma, le dan mucha pena.

Critica a quienes se “desesperan” por entrar en el mercado literario de Buenos Aires. A contramano, propone -antes que nada- generar desde acá; entender al arte como una práctica sin rumbo fijo, que debería trascender a la propia obra para colarse entre el café de los bares, los manteles de las casas, las preguntas sin respuestas.

-¿Qué opinás sobre la literatura cordobesa actual?

-Hay muchos autores que escriben sobre lo que escriben otros. Trabajan en función de lo que se escribe en Buenos Aires, escriben como se escribe allá, para seducir al poeta y al crítico porteño. Eso es insoportable, porque si dentro de cinco años cambia la tendencia te tenés que tirar al río, tenés que hacer todo de nuevo. Ahí hay muy poco de genuino. De todas maneras hay un montón de gente que hace cosas muy relajadas, que propone desde un lugar honesto, propio. Somos un montón los que escribimos sobre cosas cotidianas.

-En un ámbito como el literario, donde la riqueza está en la diferencia, ¿esa ambición por imitar la escritura que se legitima en Buenos Aires no es algo absurdo?

– Sí, totalmente. Pero no sólo eso, también está la cuestión de la discusión con el otro. Ese es justamente el trabajo de campo que no pasa. Que yo me pueda sentar con vos y decirte “loco, tu libro me parece que es una cagada”. Expresarte mis fundamentos, discutirlo, que vos me des la razón o no. Que puedas decir “bueno lo que pasa es que yo estoy trabajando adentro de esta tradición, me gusta esto y a mí me parece una cagada tu comentario” y que después todo eso termine, nos tomemos un vino y ya. Acá parece que todas las peleas en términos literarios son finales.

Hay mucho tribal también. A mí hay un grupo de poetas que no me nombra. Gente que laburó conmigo, gente que yo publiqué y que no me nombra. Por ejemplo, en la editorial La creciente éramos tres. Y hay un flaco que nombra a los otros dos nada más. O sea, podés discutirme todo, podemos no estar de acuerdo… pero que lleguen a eso no me angustia ni me da bronca, me da mucha pena, me parece una torpeza. Eso no discute nada, es una torpeza. Esas cosas pasan y son incomprensibles.

Además, supongamos: si lo que yo hago no le gusta a nadie, nadie me lee, nadie compra mis libros, nadie compra mi editorial… ¿y? (las cejas y los hombros de Alejo se mueven hacia arriba al unísono de tal manera que parecen estar manejados por un titiritero). “Lo que yo escribo es anticuado”, ¿y? (el titiritero imaginario vuelve a accionar esa dualidad gestual) ¿cuál es el problema?. Si estamos hablando de arte, ¿para dónde hay que ir?, ¿hay un lugar adonde hay que ir con el arte?…

Cuando plantea estas preguntas como disparador habla de  la función del arte, critica «el sistema de sobadas» para llegar a ser un escritor consagrado y ejemplifica la idea de que «hay otros caminos». Rescata el trabajo de Elena Annibali -entre otros- , y sostiene «no va a pasar nada» con Juan Terranova. Su palabra, en este video.
 

La literatura, la política y la ideología

Alejo Carbonell introduce en su poesía a la tierra que lo vio nacer y crecer: los personajes, las anécdotas y la naturaleza de Entre Ríos llegan al lector con la naturalidad de quien contempló la vida desde los oficios; el horizonte desde el río; la ciudad desde sus calles. Y de quien supo disfrutar a la literatura desde los escritores que vislumbran -como él- lo trascendente desde lo cotidiano.

-¿A qué escritores admirás?

-Quedé muy fascinado con Roberta Lannamico, una poeta que vive en Sierra de la Ventana. Después, con todos los poetas entrerrianos, que tienen muchísimo esta cosa del río. Juanele (por Juan Laurentino Ortiz) habla mucho del río pero lo utiliza para referirse a la política, pasa que eso está de manera muy sutil, no es panfletario. Tiene un poema que se llama “La rama hacia el este”, donde hace referencia a la naturaleza pero está mirando hacia el este porque en ese momento en el este está el bloque soviético, no por el viento del oeste. A eso lo puse en un poema. A mí ese tipo de cosas me gusta mucho, ver cómo trabajar la profundad discursiva posible en términos políticos, ideológicos y filosóficos, pero sin perder la poética. Es muy difícil. Casi nunca sale bien. A mí nunca me salió bien, de hecho. Pero eso me gusta hacer.

En el siguiente audio Alejo habla de los escritores locales: nombra una larga lista de colegas a los que  admira,  intuye que «algo va a pasar» con la literatura de quienes «se arremangan», sostiene que «hay que pelotudear menos» y explica por qué se refiere a él mismo como «un escritor mediocre».
¿A qué escritores locales admirás? ¿Por qué hablás de vos mismo como «un escritor mediocre»? by Redacción 1

escritor y editor Alejo Carbonell
Alejo Carbonell

¿Escribir sobre quién? ¿Escribir para quién?

Alejo, con su letra, redime del olvido  las reuniones de los panaderos anarquistas, los momentos en que el jardinero fuma con los poetas, el canto del albañil mientras trabaja, los ruidos y el olor del taller del bicicletero.

-En muchos momentos introducís en los poemas a los personajes de tu lugar natal. ¿Creés que es algo innato de los escritores del interior esa capacidad para referirse a las personas en su cotidianeidad, describiéndolas hasta el detalle en sus oficios, en su vínculo con la geografía?

-No sé si es característico porque se usa mucho. La cuestión es para qué lo usas. La poesía es una arquitectura muy plagada de sutilezas. Si vos ponés un personaje, por algo tenés que ponerlo. Ese personaje te va a traer una imagen, un montón de sentido, una nueva discursividad que va a interactuar con la tuya propia. Por algo tiene que estar.

Ahora: si vos ponés a un personaje que es el poeta no sé cuanto que es tu amigo, entonces lo que estás haciendo es instalarlo. A su vez, a mí me interesaban ese tipo de personajes porque son personajes que me interesaría que me lean.

También está esta cosa que el escritor es muy jodido con el lector que elije para escribir. Para muchos escritores un lector crítico vale cinco puntos y un lector panadero vale cero. Es una cuestión de “legitimidad” con “el que te va a entender”, porque también está ese prurito de que vos “sos especial”, “sos mejor”. Eso está vinculado con buscar que te lea el que no te va a poner en cuestión. O por lo menos no ridículamente, como un tipo que te diga “qué pelotudo que sos, no entiendo una goma lo que escribiste”, y siga con lo suyo.

-Pero la crítica literaria también puede hacer comentarios que dejen en estado vulnerable a una obra…

-Sí, te pueden destruir, pero con tus propios materiales. Pero, ojo: hay muchos escritores que cuando mandan un libro se lo mandan a un crítico que es amigo y que saben que va a dar una opinión favorable. Después… “yo te nombro en mi blog y vos me nombrás en el tuyo”, ¿viste? Son todos negocios, intercambio de legitimidad. Y nombrar, nombrar a los amigos. Todos quieren llegar a un lugar que nadie sabe dónde está, ni qué se reparte, ni quién está arriba. Y esto pisando la cabeza a los otros. Eso es muy loco, porque además en la literatura no hay nada para repartir, esa es la verdad. ¿Qué vas a repartir? ¿una beca, un premio?¿una publicación? ¿cuánto más? Esto debería generar placer y reflexión.