Oh, L´amour!, un musical pop

2-10-2011 / Entrevistas
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Es un musical de Hernán Espinosa, Fernando Israilevich y Ezequiel Ramos. Arte, polémica, redes sociales y censura.


Oh, L´amour!, un musical pop

Por | asciascia@redaccion351.com

Fotos: Agustin Carri Pérez.

OH, L´AMOUR! es un musical estrenado el 2 de septiembre de 2011 en el Centro Cultural María Castaña.

Libro, letras y dirección: HERNÁN ESPINOSA; música original: FERNANDO ISRAILEVICH; coreografía: EZEQUIEL RAMOS.

¿De qué se trata el musical? Homosexualidad, violencia y drogas. De este modo, vamos a lo concreto para prevenir a seres de pensamiento lineal y enlatado. ¿Por qué? Esta obra trascendió el hecho artístico, problematiza sobre distintas temáticas e invita a reflexionar desde varias perspectivas. Por un lado, remueve la polémica: diversidad de género. Y por el otro, pone en primer plano cuestiones invisibilizadas: la violencia en un sentido amplio y las consecuencias del negocio de las drogas en personas vulnerables.

¿Cuál es el origen de los estigmas y marcas de violencia, que generan desamparo en relaciones familiares y entre jóvenes?  Para ir más allá de lo discursivo, de las leyes y políticas, en el día a día: ¿qué hacemos?, ¿qué decimos? y ¿qué callamos?

Facebook y el blog son los soportes de difusión de la obra. Estos permiten interacción con la gente, así como también dan la posibilidad de generar discusiones. El trascendido fue cuando Facebook eliminó contenido publicado en la página Oh, l amour! Musical pop porque alguien denunció que ciertas fotos eran «impúdicas». Las imágenes eran fotos de las escenas del musical en las que se besaban dos hombres. A partir de allí, comenzó la polémica y discusión. Comentarios que buscan definir qué es lo «adecuado» desde sus parámetros de «normalidad».

En Oh, l amour! Musical pop se desarrollan temáticas contemporáneas como ejes centrales. Al mismo tiempo, las escenas son muchas historias poco profundizadas que suceden como imágenes con la lógica del zapping. Allí, todo pasa rápido y no permanece. Tal vez, no sea casualidad el desarrollo de los acontecimientos del libreto en relación al ritmo de vida actual.

Hay una combinación de lo dramático, lo divertido y lo tragicómico. Italo es gay, vive en Nueva Córdoba con Sofía, su mejor amiga y junto a sus amigos integran «Los emocionalmente discapacitados». Se representan distintas relaciones pasionales: parejas heterosexuales «aparentemente» estables, parejas pantallas para ocultar la verdad, parejas homosexuales que buscan un lugar en el mundo, parejas efímeras e inestables y, finalmente, parejas que no se buscan, pero se encuentran.

Italo es el personaje cursi y además narrador de la historia. Nacho es el protagonista seductor y manipulador, motor del relato. Con una personalidad intensa, busca instantes de éxtasis efímeros. Su destino trágico está en sus orígenes. Drogadicción y violencia familiar son las primeras marcas en su existencia.

Entre las diversas historias y personajes se cuestiona cuáles son los parámetros de lo normal y lo tradicional como modelo. Se habla de violencia, prostitución, discriminación y amor.

Ignacio Zimmermann tiene 19 años, es de Unquillo y estudia teatro. Es la primera vez que actúa en un rol protagónico. Con poca trayectoria, asumió el desafío.  Habló acerca de «Nacho»,  su rol en el musical.

Ignacio en el personaje "Nacho"

 ¿Cómo comenzaste con la actuación?

En este momento, estoy realizando la carrera de Licenciatura en Teatro, en la Universidad Nacional de Córdoba. Y lo que más se recomienda, en esta facultad, es seguir instruyéndose fuera de la misma, ya que más allá de que el título te avale para ser reconocido, el talento no es innato, el talento se construye y la cualidad más importante del artista, creo yo, es la pasión por el intento de profundizarlo y progresar, de esta manera, en lo profesional y como persona.

Comencé a investigar un poco al respecto, en el año 2009, en una representación teatral presentada en Unquillo por un grupo de jóvenes, incluido yo, de la obra musical “Blancanieves: la leyenda continúa”,  de Alejandro Dolina. Fue una experiencia increíble.

Probar esa sustancia adictiva, que es compartir algo con un público que te apoye o te critique y con un grupo de personas que disfrutan trabajar, fue lo que me llevó a seguir disfrutando la investigación de este universo artístico: el teatro.

¿Cómo surgió la oportunidad de participar en el elenco de «Oh, l amour! Musical pop» ?

Una de las integrantes del elenco es amiga mía y me avisó que uno de los protagonistas de ese proyecto decidió dar la baja, y que el director estaba buscando perfiles. Acostumbrado a ir a los castings, fui obviamente. Lo conocí a Hernán Espinosa, el director de la obra, y me contó cómo era básicamente lo que se proponía. Hubo un proceso de elección, ya que se presentó más de un actor por el papel y el 13 de Marzo, curiosamente también día de mi cumpleaños, me confirmaron como protagonista.

¿Cómo describirías tu papel en la obra?

«Nacho Bilbao» es un chico que tiene serios problemas familiares, con un padre ausente y una madre psicológicamente violenta, con una leve inclinación a las drogas y auto insuficiencia, por lo que se apoya en relaciones con hombres que no la toman en serio. Este niño tuvo la capacidad de ingeniárselas para sobrevivir, a su manera, en un entorno que a cualquiera le hubiera causado todo tipo de traumas a futuro. Él no fue una excepción. En el colegio, de muy chico, aprendió a alimentar su indiferencia, utilizándola como escudo; y también tuvo la habilidad de comprender cómo funcionan las personas, comprendió que siempre se las puede manipular a cambio de tal cosa.

Además de ser muy inteligente y calculador, es un chico moldeado por el entorno. Y esto es algo para resaltar. No considero ese papel como el malo de la obra, ya que si a cualquier persona la ubican desde la infancia en un ambiente de tales condiciones, esa persona va a tener muchos conflictos para inmiscuirse y sociabilizar en una comunidad, que en realidad para ser considerada civilizada,  ningún integrante de ésta debería crecer en un ámbito de tales características, con una educación así y una falta de apoyo sentimental.

Entonces, es lógico que sea frío de sentimientos y no piense en los demás cuando no pensaron en él. Es interesante ver la interpretación del público y fomentar el razonamiento de estas cuestiones. Más allá de que esta obra en particular te ofrezca todo el entretenimiento para que disfrutes sin pensar, está bueno detenerse en esas situaciones catárticas que ofrecen los personajes, ya que están pensadas para eso: generar una identificación con alguna escena o con algún personaje.

Otra de las características que tiene este chico es la indefinición de su sexualidad. Teniendo en cuenta que él juega con valores más fuertes que los estética y moralmente establecidos en una sociedad o cultura, él juega con el afecto de la gente. A él le gusta que la gente le rinda tributo. No homosexuales, no heterosexuales, no lesbianas, ni transexuales: la gente.

Escena de la obra

«Oh, l amour! Musical pop», es una historia donde se tratan temas como la homosexualidad, la violencia y las drogas, ¿cuáles son los desafíos que tuviste que enfrentar con tu papel?

Fue todo un desafío. Pero, el actor tiene que experimentar. En relación a la sexualidad, fue particularmente complicado porque, más allá de no haber estado nunca con un hombre, no había estado con una persona en escena. El clima que se tiene que generar para que quede estéticamente bello es importantísimo y requiere de mucho trabajo. No estoy seguro de que se haya logrado, pero yo rescato el proceso por el que pasamos todos para animarnos a presentar una obra tan polémica.

Personalmente, lo que me interesó de este proyecto era arriesgarme a jugar con el qué dirán, que tanto me condiciona a la hora de actuar. Y creo que, en esos términos, logré perder varios miedos que a cualquier actor sin experiencia le costaría perder.

La violencia en escena es una técnica muy complicada que implica predisposición y tiempo. Ahora bien, la violencia psicológica que se genera en varias escenas, para mí, es mucho más que fuerte que la violencia física y es algo a lo que se apuntó en el proyecto y en la calidad de actuación.

Con las drogas no se laburó mucho y es algo de lo que me arrepiento. Hubo escenas que estaban pensadas para hacer alusión a ese tema, pero que no pudimos presentarlo por el largo de la obra. Entonces, se remitía a las drogas desde el texto.

En lo personal, no me afectó porque desde el comienzo me predispuse a encarar el proyecto con aire de profesionalidad, dejando claro cualquier tipo de insinuación que pueda relacionar al personaje con el actor.

 ¿Qué pensás acerca de la sociedad y las diferentes posiciones con respecto a la homosexualidad?

Creo que en Córdoba hay de todo. Una de las cosas que más me gusta de este lugar y algo que nos caracteriza es la personalidad y simpatía con la que cotidianamente se maneja la gente cordobesa. Que tanto más bella sería si fuera abierta a la mentalidad que se necesita para estar unidos como comunidad. Mentalidad que debe abrirse o perecer en su ignorancia. Este año conocí a mucha gente, que puede darle uno la clasificación que quiera, pero que me enseñó una barbaridad de cosas. Y es impresionante la diversidad de culturas que podemos encontrar si nos abrimos a lo diferente. Que es igual, al mismo tiempo.

Cada uno es libre de pensar lo que quiera, no es necesario evangelizar a nadie. Pero, es absurda no so sólo la homofobia, sino cualquier tipo de discriminación en general. Ya estamos demasiado separados por cuestiones que la historia fue manipulando: razas; religiones; políticas; países; culturas; modos. No sigamos sumando subgrupos a esas divisiones.

A mí me gusta pensar: no lo comparto, pero lo respeto.