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Escalandrum y Paquito de Rivera homenajearon a Astor Piazzolla

22-06-2011 / Crónicas
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La banda que lidera «Pipi» Piazzolla dio un concierto en el que afirmó su impronta musical. Acá, los detalles de un tributo memorable.


Escalandrum y Paquito de Rivera homenajearon a Astor Piazzolla

Por | saguirre@redaccion351.com

Fotografía: Gentileza Tommy Ferrando

Tengo una ilusión: que mi obra se escuche en el 2020. Y en el 3000 también.
A veces estoy seguro, porque la música que hago es diferente.
Astor Piazzolla

Decir Escalandrum es decir jazz argentino. Decir que esta banda vino a presentar Piazzolla plays Piazzolla es decir que en su último álbum fusionan el tango con el jazz. La obra propone un desafío que, en vivo, se acrecienta. Pero la trayectoria de los músicos y la originalidad de sus interpretaciones hicieron que el show colme –y supere– las expectativas.

Afrontar el desafío, con estilo propio

¿Qué tienen en comúnEscalandrum, Paquito de Rivera y Astor Piazzolla? Podrán enumerar muchas similitudes (y también diferencias) pero hay un denominador común que atraviesa sus propuestas musicales: la marca de un estilo propio. A partir de allí, de lo distintivo de cada uno, cobró vida el homenaje al bandoneonista que revolucionó el tango. A 90 años del nacimiento de Astor Piazzolla, la banda liderada por su nieto, “Pipi” Piazzolla, se atreve a interpretar algunas de sus magistrales creaciones. Los músicos de Escalandrum sienten que atraviesan un momento de madurez que merece ese reto. Y salen airosos del intento. Detalles no menores para llegar a la presentación de este álbum: la banda tiene cinco discos anteriores y doce años de trayectoria con los mismos integrantes. “Pipi” lleva veinte años de músico profesional y cinco de terapia para –entre otras cosas– sobrellevar el peso que el apellido tiene en su carrera. En el programa del recital, afirma:

“El deseo de interpretar las obras de mi abuelo estuvo presente desde el inicio de Escalandrum, pero recién ahora me siento realmente preparado y con la confianza necesaria para enfrentar ese desafío”.

Un paraíso musical

El acomodador del Teatro del Libertador nos dice: “Ustedes van al paraíso” y su dicho parece una metáfora. Jóvenes, adultos y ancianos subimos las escaleras, cada uno a su paso, hacia lo más alto de la sala. Desde allí disfrutaríamos, cada uno a su manera, del recital que nos convocaba.

«Pipi» anuncia el primer tema y el público, con un extremo silencio, demuestra las expectativas que genera el concierto. Con las primeras notas de Vayamos al diablo la tensión invade el ambiente. Un corto pero intenso juego de entradas y salidas entre el contrabajo de Mariano Sivori, el piano de Nicolás Gueschberg y la batería de «Pipi» Piazzolla bastan para crear ese clímax inicial. Después, los tres saxofonistas suenan al unísono, sus notas parecen enredarse y desenredarse para sumar potencia al sonido. Los encargados de hacer ese aporte distintivo de Escalandrum son Damián Fogiel (saxo tenor), Gustavo Musso (saxos alto y soprano), Martín Pantyrer (saxo barítono y clarinete bajo). Allí donde otros eligen el violín, el bandoneón o la guitarra, la banda apuesta a estos instrumentos de vientos que suman excentricidad a sus composiciones.

El repertorio sigue con la serenidad de la milonga Romance del Diablo, una de las interpretaciones musicales que más similitudes mantuvo con los arreglos de la versión original.

La carta de presentación de Escalandrum ya estaba jugada. Con sólo dos temas, los músicos se movieron con solvencia entre la originalidad propia y el respeto que implica un tributo.

Si semejante capacidad se pudiese representar desde la lógica, quizás esta podría ser una propuesta: Vayamos al diablo + Romance del diablo = músicos endiablados = paraíso musical (= el acomodador tenía razón).

El momento central, entre aplausos y homenajes

Suena Escualo y la gente acompaña la rítmica tanguera moviendo la cabeza, los pies, e inclusive algunos simulan estar tocando algún instrumento. La presencia del saxo barítono de Martín Pantyrer da a la pieza un sonido inusual y delicado, mientras el resto de los instrumentos oscilan por diferentes timbres y crescendos que dan una estampa particular a la versión. Los silencios y el final, que combina precisión y rapidez, hacen que este tema detone la ovación.

«Pipi» Piazzolla se muestra emocionado y responde con un “muchísimas gracias”.

Después, presenta a Paquito de Rivera, a quien calificó como “una inspiración constante”.

Paquito asoma al escenario y el público agradece su presencia con un aplauso que costó apagar.

Sobre Escalandrum, el músico confesó: “Sabía que eran buenos, pero no taaan buenos”.

El intercambio de palabras entre ellos, completo en este audio
«Pipi» Piazzolla presenta a Paquito De Rivera by Redacción 1

Juntos interpretan Oblivion, donde se entremezcla sutileza e improvisación. Paquito hace piruetas con su clarinete. Por momentos, hasta parece mecerse sobre el blues y una tonada bolera que, combinada con la propuesta jazzística y tanguera de Escalandrum, genera un ambiente musical extravagante.

Tanguedia irrumpe con agudeza. Los músicos marcan el ritmo sosteniendo una coordinación donde la trayectoria profesional se hace ineludible. La improvisación, ese espíritu que heredan del jazz, vuelve a escena. Paquito nuevamente reluce su infinitud musical y elige fusionar con el mambo proveniente de su tierra natal. Antes de que la pieza termine ya hay aplausos.

Después, otros aplausos y De Rivera aprovecha la efusividad para rematar: “En vez de Libertango, esto vendría a ser un Libermambo”.

El músico cubano se pone a tono con ese clima desestructurado y recrea el momento en que Astor los llamó a él y al pianista Pablo Zinger para grabar el disco Tango Apasionado. En este audio sus palabras representan la admiración que generaba (y genera) Piazzolla.
Paquito De Rivera cuenta una anécdota sobre Piazzolla by Redacción 1

En Milonga para tres y Años de soledad los músicos de Escalandrum siguen confirmando que son un grupo consolidado, con una propuesta musical inédita. La delicada combinación entre improvisación y composición, los arreglos de las interpretaciones, los contrapuntos de sus instrumentos hacen de Piazzolla plays Piazzolla una obra conceptual singular. Paquito de Rivera y su fluidez musical enriquecen una puesta en escena que, definitivamente, merece su presencia.

Paquito se despide con un tema para homenajear a Dizzy Gillespie, a quien considera fue “un gran trompetista, un gran compositor, un ser humano espectacular”. A continuación, sus palabras sobre el músico y la interpretación de Dios recuerde a Dizzy, donde fusiona el jazz con el bossa nova. «Dios recuerde a Dizzy», tema homenaje de Paquito de Rivera Dizzy Gillespie by Redacción 1

El músico cubano se despide enganchando esa pieza con Salt Peanuts, donde invita al público a cantar. Sus notas llegan a lo alto y los espectadores acompañan en ese vuelo. La aclamación cobija el retiro de Paquito del escenario.

El final del final y la palabra de Astor

Los integrantes de Escalandrum dejan a Mariano Sivori solo en el escenario para que introduzca la célebre pieza Buenos Aires Hora Cero. Su contrabajo, definitivamente, es una extensión de él mismo. En esa fusión muestra el abanico musical con el que marca el ritmo del tema. Los aplausos celebran la aptitud de Sivori y el resto vuelve al escenario para hacer una versión extraordinaria, donde los instrumentos parecen batallar entre sí para entregar lo mejor hasta el final del tema (otro final sólido y contundente).

Paquito De Rivera
«Pipi»anuncia el final del concierto. Esta vez es el pianista el encargado de interpretar el inicio de otro clásico, Adiós Nonino. Nicolás Guerschberg, compositor y arreglador de la banda, deja entrever la capacidad interpretativa que posee. Hace que cada tecla transmita la desazón que invadió a Astor cuando, ante la muerte de su padre, compartió esa tristeza con el bandoneón. Después, el resto de la banda –junto a Paquito de Rivera que vuelve– dan cuerpo a la melodía. El disfrute es inevitable e invita a cerrar los ojos para percibir con más agudeza lo que se debe priorizar: la particularidad del sonido.

La ejecución emociona y el público, ya a esa altura, se puede confundir con el de una cancha que elogia a su equipo: la gente se pone de pie, alienta a los gritos, silba. El telón se cierra y, ante ese clamor, se vuelve a abrir.

El final no podía ser otro. Suena Libertango y los músicos rinden honor al título del tema. La improvisación hace brotar incontables aplausos. El saxofonista Gustavo Musso interpreta un solo tan complejo como atractivo. Lo sigue “Pipi” Piazzolla, ejecutando la batería con una destreza y una técnica envidiables. Entran nuevamente todos los instrumentos a la escena sonora. La banda no necesita más demostraciones para colmar las expectativas. El final del tema tiene una reincidencia hermosa ya citada: precisión, solidez e impacto. Lástima que este es el final del final.

Los jóvenes, adultos y ancianos ahora bajamos, cada uno a su paso, del “paraíso”. Las caras tersas, arrugadas a medias o del todo, tienen un denominador común. Al igual que Escalandrum, Paquito y Astor compartimos una marca propia, que es la felicidad que ellos nos dan con su música. Pero, dejemos que sean las palabras del homenajeado, el mago del bandoneón, las que describan esa sensación:

“La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón… es la lengua universal de la humanidad”.