Queridos muchachos

La Madre del Borrego y Toch se presentaron en Club Paraguay

10-05-2016 / Crónicas, Crónicas a Destiempo, En Vivo
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El sábado 23 de abril, dos bandas de Córdoba colmaron el local del Abasto. Fue una misa.


La Madre del Borrego y Toch se presentaron en Club Paraguay

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Eli Kenny.

Todo lo que se llama Club Paraguay es un templo de onda tamaño Abasto. Amigos que se conocen de sobra; amigos más o menos nuevos, caras de contactos en las redes sociales que por fin se saludan y cómo andás loco, amigas de amigos de amigas y cómo andás loca; músicos conocidos que loco te felicito por el disco hagamos algo; prenseros que che te mandé un mail; estudiantes que rinden el lunes y ponele que está todo controlado; laburantes a los que les tocó domingo a la mañana y ponele que un termo de café será suficiente… Todos moviendo alguna partecita, alguna partezota o más bien el cuerpo entero con las andanzas de Fede Flores.

El segundo párrafo podría buscar orquídeas para dignificar la belleza de una noche hermosísima y encontrar yuyos y más yuyos. Quitando la maleza de adjetivos desalineados, adverbios de modo en tres válvulas y figuras retoricas con detalles de chapa, se podría amontonar lo ocurrido en dos tiempos. Ejemplo:

El sábado 23 de abril, pasada la medianoche, Fede Flores se subió al escenario de Club Paraguay y puso música. Después subió La Madre del Borrego y dio un gran recital con las siguientes canciones: «La vida en las veredas»; «El león»; «Mil preguntas»; «Eso que nos lleva»; «De par en par»; «El sabor de la alegría»; «Conmigo acá»; «Belisario»; «Volando alto»; «Sonidos de las ciudades (con los toch y los vientos); «El Fabuloso grandote»; «Esencia» y «Tu yo»; «Adrián»; «Q’ vamo hacer» y «Chacamelia».

 

Luego subieron los Toch y después de una intro con «De andar como ando» a lo Fede Flores; tocaron «Ciudades» (con la Negra Marta Rodríguez y Santiago Bartolomé en vientos y saludo del bajista y cantor: «¡Muchas gracias por venir! ¡Qué alegría más grande!»); «Te fuiste sin saludar» (con los mismos vientos: trombón y trompeta); «Donde ha de terminar» (arrancando con palmas, con el mismísimo Marquitos Ramírez en el escenario y con otro saludo: «Es un gustazo enorme… Cuántos amigos que hay acá.»); «Punto ciego» (con Ellena cantando cada vez mejor y el bajo en las alturas); «Y no me quiero ir» (con Bartolomé y su fluguelhorn); «La nebulosa» (con esta presentación: “Pasaron como catorce días grises… Y salió el sol finalmente…”); «Voz de león» (con algunos integrantes de la Madre del Borrego presentados por Andrés); «Cóndor» (con agradecimiento previo a Sebastián Palacios, o Seba Palacios, o Sé Palacios por el sonido); «Famatina» (dedicado a Chilecito); «Como flotando»; «Buscando un corazón» (con una improvisación de bajo en el final); «Catcho Farías»; «Pido que vuelvas» (con un corito en el arranque); «Naranja lima»; «Joven Toch»; «Niña Rasta” (con solos de vientos en la parte del guaso que se parece a He-Man o Jimán, y un aviso parroquial por alguien que perdió una llave); «Pore waso” (con un agradecimiento a Club Paraguay, a Hebe Sosa, a toda la gente que hizo posible el concierto, y la presentación de las guitarras de La Madre del Borrego); y «La Serranita», con un saludo final y la continuidad con Un Oso Pasadiscos.

 

Y eso sería todo. Pero en realidad, nada. Porque las canciones no sonaron solas. Porque los músicos no miraron el piso de Club Paraguay mientras tocaban y cantaban. Porque no se presentaron dos bandas ante un puñado de asistentes ocasionales que conversaban a los gritos «con música de fondo».

Hubo que estar ahí para volver a entender que hay canciones que, a fuerza de talento, aura, sensibilidad, carisma, magia y radios que las pasan, se cantan de punta a punta por cientos de seguidores.

Tres cosas importantísimas: talento, ganas de mostrarlo y medios que se interesan por difundir, sobre todo aquellos que tienen las audiencias más grandes.

¿Cuánto falta para que los cientos de seguidores de La Madre del Borrego y Toch se conviertan en miles? ¿Cuanto falta para que los cientos de miles de habitantes de Córdoba que escuchan música en cualquier radio (habrá quienes no escuchen música o no le presten atención) sepan que existen bandas como La Madre del Borrego y Toch (entre muchísimas, entre cada vez más), tanto como saben que existe La Mona Jiménez, La Barra, La Bersuit, No te va gustar, Ricky Martin, Tan Biónica, Marama, etc?

 

Y bueno, faltará que saquen más discos, es decir que no se separen, que sigan y sigan, que viajen mucho, que se sigan haciendo querer, que se cuiden de las mezquindades que aparecen con «el éxito», o de las que aparecen mucho antes.

Parece que vienen bárbaro. Cada vez son más los que cantan sus canciones de punta a punta. Y cada vez son mejores músicos. Un ejemplo: la noche antes de Club Paraguay, Juan Pablo Toch acompañó con su guitarra a Gaby Beltramino en una bellísima presentación en Tren Azul, donde también estaban Bruno Cravero con sus teclados y Fede Seimandi en contrabajo. Repertorio de jazz, canciones de «Senses», el gran disco de Gaby, y clásicos sin tiempo. El mismo violero que se mandó unos solos estupendos con su Telecaster, se subió 24 horas después al escenario de un local en el Abasto, junto a su hermano Andrés y a Martín Ellena. Después de andar a los abrazos con todo el mundo, los tres se pusieron detrás de sus instrumentos y cada canción fue una misa. Sí, una misa, como la de, por qué no, Los Redondos.

¿Se fue al pasto el cronista? El cronista, un yuyal en verano, tiene unos cuantos recitales de los Redondos y de los Toch como para creerse con todo el derecho de establecer comparaciones: no importa la cantidad. Importa la pasión del público cantando. En todo caso, habrá quienes hayan presenciado recitales de Patricio Rey a mediados de los ochenta, en tiempos de Oktubre y El Baión, cuando sus seguidores aún no se contaban de a miles; cuando los cientos que cantaban juntos terminaban con un brillito compartido en las miradas. «Famatina», «Te fuiste sin saludar» y «Pido que vuelvas», por ejemplo, fueron una misa de cientos.

Algún lector habrá escuchado este salmo:

Juntooooos como hermaaanoooos,
miembroooos de una iglesiaaaaaa,
vaamooooos caaaminandooo
aaaaaal encueeeeentro del Señoooor.

Algún lector la verá picando a la altura justa:

¡Juntooooos como hermaaaaanoooos,
miembroooooos de una fiestaaaaaaa,
vaaaamoooooos caminandooo
aaaaaal encueeeeeentro de los Toooooch!

¡Ojo eh!

También estuvo Fede Seimandi, que como la Negra Marta y Santiago Bartolomé, aparece en cualquier repertorio: por ejemplo en el clásico con la Orquesta Sinfónica; en el folklórico con José Luis Aguirre; en el rock con los Toch; en el jazz con Gaby Beltramino; en el de canciones de autor con Rodrigo Carazo, por citar algunos de varios nombres.

Y también estuvo gente que viene transitando la escena de la música de Córdoba desde antes de que todos los que se subieron al escenario aparecieran como renacuajos en la primera ecografía de sus benditas madres. Ellos sabrán comparar mejor que nadie, aunque no se trate de comparar nada. Sólo se trata de vivir la música de por acá, esa es la historia. De disfrutar, como flotando, el sabor de la alegría de este tiempo.