Lleno total

Raly Barrionuevo detonó la Sociedad Belgrano

15-04-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Una nueva edición de la Peña Trashumante dejó un saldo de miles de changos felices. Crónica con empanadas.


Raly Barrionuevo detonó la Sociedad Belgrano

Por | redaccion351@gmail.com

Foto: Federico del Prado

El primer adjetivo para una peña con Raly Barrionuevo se puede pronosticar como se pronostica una lluvia cuando ya está lloviendo. Informe para la Trashumante: se va a poner hasta las curvaturas convexas, propias de las hembras de los mamíferos, que protegen el alimento primordial de los neonatos.

Es un viernes a la noche. Hay artistas como para sacar a pasear a la Sociedad Belgrano por el aire de Residencial América, de Centroamérica, de SantiagodelEsteroamérica, de Latinoamérica.

Hay mesitas con sillas ocupadas por los primeros en llegar. Al rato, serán los primeros en dejar de ver el escenario, tapados por los cientos que serán miles.

Como la Peña es una especie de madre (como otra Peña que también pasea por estos aires), inician las mujeres. Paola Bernal, Jenny Náger y Lucy Rivarola. Ahí nomás se suma Felix Scotto. Un repertorio exquisito, acompañado por la danza de Chiqui La Rosa y Belén Guioldi, nos desconcentra del aroma a empanadas en malón desde el otro extremo del inmenso galpón, que por cierto quedó hermoso por el esfuerzo de varios vecinos. Aplauso fuerte para todos.

Fotos: Federico del Prado

 

Cálculo de concurrencia en este arranque inmejorable: Se está poniendo. Pasó las botamangas. Llegando a las rodillas.

Sigue La Cruza, formación de Villa El Libertador que viene ganando espacios a fuerza de canciones que molestan donde tienen que molestar, pero antes y durante, a fuerza de tocar y cantar bien. Desde los primeros metros de la pista, la muchachada de Paganas danza como muchos de nosotros quisiéramos y no nos sale y por eso nos contentamos con verlos a ellos que lo hacen de maravillas.

Fotos: Federico del Prado

 

Asistencia en ascenso, trepando muslos hacia los montes y valles de la progenie.

Sigue Vivi Pozzebón con su banda de músicos notables y su Madre Baile, para que la danza cambie los pasos en su viaje por el continente. Imagen del momento: jóvenes bailando con un sanguche de cuántas veces tendremos que decir que se dice mondiola, en una mano, y en la otra un vasito chicón, esos de litro. La música celebra al tunga tunga y los paneles del techo, que tienen más bailes de Jiménez encima que… No, encima no; debajo. Entonces, vamos de nuevo: los paneles del techo de la Sociedad Belgrano, que tienen más bailes de Jiménez debajo que estampitas tiene Santa Leonor, se chocan entre ellos para aplaudir.

Fotos: Federico del Prado

 

Público presente: hasta las costillas de Thalía.

Sube Raly Barrionuevo y con la criolla canta «De mi madre». No hay caso. La noche sigue girando en torno a esas viejas que nos alumbran desde más acá o más allá. Más tarde, cuando cante «Luna cautiva», volveremos a pensar en las versiones definitivas y en sus condiciones de posibilidad. Para jugar con ciertas versiones que defendemos como insuperables, presuponemos al menos dos existencias: 1) la de una obra excepcional, esto es, un clásico interpretado en distintas épocas; 2) la de un intérprete excepcional, alguien que genera la sensación de discusión terminada. Yendo por la misma vereda llegamos a entender la magnitud de intérpretes que, cuando estrenaron una obra excepcional, empezaron y terminaron la discusión el mismo tiempo. Si no le sale ningún ejemplo, vaya por la blanda arena que lame el mar. Mientras tanto, suena «Mujer caminante» y danzan los chicos de Casuarina.

La peña viaja a Traslasierra. Doña Jovita aparece en el escenario montada en un vehículo insólito, para cantarse un rap junto a su chanchito con bocina y para contarnos la historia de un prófugo del fisco. Las sonrisas se modifican hacia la admiración cuando la entrañable vieja se quita los anteojos, el pañuelo y la peluca para mostrarnos la mirada buena de José Luis Serrano.

Convocatoria actualizada: Montón mal.

Baja la abuela de Traslasierra y tras presentación con agradecimiento que suena como agradecimiento con presentación, sube el maestro de Cañada Rosquín. Los autoamontonados ovacionan y cantan «El país de la libertad» y «El desembarco»; después, saltan y corean «El Fantasma de Canterville» y «Pensar en nada». Primera guitarra: Rodolfo Barrionuevo. Cada vez toca mejor. Mientras suenan un par de himnos más, surge un pensamiento amontonado: a los puñaditos de palabras que pintan el español argentino, como «Maradó… Maradó…»; «Más bueno que Lassie atado»; «Viva Perón carajo»; «Calavera no chilla» y veinticatorce mil más, habría que agregar «Gracias León Gieco». O que el «Olé Olé Olé Olé» sólo quede para «Olé Olé Olé Olé… León, León».

Fotos: Álvaro Corral

 

Viene Elizabeth Morris, amiga de Chile, de visita por primera vez a Córdoba para presentar su música, junto al anfitrión en primer término y luego con su formación de violín y percusión. Del primer encuentro con la Peña queda el recuerdo de un aplauso que pronostica nuevos abrazos entre la ciudad y su obra. Algunos datos. Elizabeth Morris nació en 1972. Chile en 1972… Allende en 1972; Neruda en 1972; Jara en 1972… El nervio de la vida misma. Morris en 2014, con tres discos repletos de canciones para demostrar su virtud en la composición, en la ejecución de la guitarra y en el canto. Busque a Elizabeth Morris y vaya haciendo lugar en el estante. Puede empezar con «Pájaros», su último trabajo.

Imagen de la Sociedad Belgrano a las 3.30 am: El infierno está encantador esta noche.

Desde 1959. Cincuenta y cinco años cantando. Cincuenta y Cinco. ¡¡¡Cincuenta y cinco!!! Se ganaron un cambio de letra en la chacarera de los Hermanos Núñez: «…Para los cantoooores, para los Manseeeeeros!» ¡Y que la agreguen al repertorio de este año! En su presentación, cuenta el crédito de Frías: «Les propuse que cantemos un par de temas juntos y después los dejaba solos… ‘No -me dijeron-, nosotros subimos solos y después te invitamos…’ Listo… ¡Que suban entonces los Manseros Santiagueños!»

Suben los Manseros Santiagueños. El griterío inicia a metros del escenario y termina allá donde «Fatiga» perdió el poncho. Canto ecuménico: «¡Olé Olé Olé… Olé Olé Olé Olá!… ¡Olé Olé Olé, cada día te quiero más! ¡Oooooooh Los Manseros… ¡Es un sentimientoooo..!¡No puedo paraaaaar!» Si los gritos sueltos de cariño dibujaran trayectoria como rollos de papel, veríamos a Onofre, pasado el mundial, tratando de desenredarse. «Canto a Monte Quemado», entre otros clásicos, se canta solo; «Añoranzas» con el invitado al medio, levanta todos los brazos, desparrama zapateos y polleras imaginarias. Para el final,  «Entra a mi hogar» se canta como en la primaria, en la clase de música de la última hora del viernes. Tremenda ovación.

Fotos: Álvaro Corral

 

La leyenda se retira. A un costado, César Elmo se monta a la batería y suena la intro de «Alma de Rezabaile» como para que no decaiga el contento de muchos y los arrumacos de algunos que recordarán haber chapado con los Manseros Santiagueños. Un par de miles de manos se alzan como para que los que vienen con el vaso de litro jueguen a esquivar giros y contragiros.

Foto aérea del lugar: ¡Hasta los breteles!

La lista de canciones es una amabilidad. Algunas en desorden: «Oye Marcos»; «Chacarera del sufrido»; «Frías»; «Mochileros»; «Mujer de fuego»; «Niña Luna»; «Cómo danza la esperanza»; «Oye Marcos»; «Ey Paisano»; «Luna Cautiva»; «Cuarto menguante»; «Hasta siempre (el pogo más grande del palo del folclore, porque suena como un rock desnucante); «Somos nosotros» y «Chacarera del exilio».

Con el cansancio correspondiente, tasa tasa, cada cual a la casa de alguna amistad hospitalaria. ¡Pero rápido que hace frío!

Fotos: Álvaro Corral