Pura emoción

Maru Chamella y Mariano Vélez presentaron su gran disco

26-05-2015 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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El jueves 21 de mayo, la cantautora y el pianista compartieron las obras de «Patio estrellado de una noche de verano», su primer trabajo, en Studio Theater. Aquí una crónica con final feliz.


Maru Chamella y Mariano Vélez presentaron su gran disco

Por | redaccion351@gmail.com

En la noche del 21 de mayo, la veredita de Rosario de Santa Fé al 272 tiene algo de pasadizo. Caminando desde la última cuadra de Chacabuco, doblando a la izquierda y llegando a Studio Theater, aparecen sonrisas de colores en los escalones del ingreso, flores abrazadas a las columnas del hall, corcheas enredadas en las arañas y un telón de fábula como saludo de bienvenida al gran salón, con su herradura mágica y la gran bola de espejos en el alto centro. Habrá quienes multipliquen los destellos con sus miradas.

Pasadas las diez de la noche, el gran salón de Rosario de Santa Fé 272 es un fotograma cenital de otoño con luz de patio estrellado en los palcos. Si fue un teatro, hay algo que no se puede definir en el aire del recinto, que tira más para el lado de “salón”; un aura que enarca las cejas y mejora las conversaciones de la espera. En el exacto momento de ese pensamiento, comentan dos amigas: “Este lugar me hace acordar ‘El Baile’, la película de Scola. ¿La viste? Es una maravilla”. El recinto de “El baile” es un salón, no un teatro. “Yo vi ‘La cena’. La pasaron una vez en el Cine del Teatro. Con Vittorio Gassman. Qué viejo divino…” De ahí a “Fitzcarraldo”, al papel frustrado de Jason Robards y Mick Jagger, a la locura inolvidable de Klaus Kinski, al amor interminable por su hija, al día de la bomba en el Ángel Azul, a los videoclubes, al destino de las videocaseteras, al rebote de los gritos de aliento y felicidad de los músicos, a pocos metros, antes de salir a escena. “Después la seguimos…”

Una pantalla enorme cubre el fondo del escenario. Lectura de instrumentos: una guitarra y un cuatro; un contrabajo; un set de percusión; un vibrafón (¡un vibrafón!); dos teclados (uno para sonar como piano y otro para parque de diversiones); una notebook de la manzana mordida; un cello apoyado sobre la silla. En el centro, como director de orquesta, un djembé mini (un yembé bebé… Debe tener otro nombre…) como director de orquesta. Lectura del aire: humo, luces, destellos de metales. Lectura del público: músicos tremendos entre las filas, amigos y seguidores anónimos. Una alegría la cantidad de seguidores anónimos; si hay una felicidad recurrente, es la cantidad de seguidores que no son músicos, amigos ni familiares. Habrán escuchado las canciones en la radio, habrán comprado el disco y les encantó y compraron la entrada, y ahí están, aplaudiendo el ingreso de Maru Chamella y Mariano Vélez al escenario para presentar “Patio estrellado de una noche de verano”.

Apuntes.

De un lado, vestido claro, peinado con sombras azules, mirada y sonrisa de fábula. Ahí cerca, pantalón blanco, camisa gris, barba licenciada en contentura y dibujito melómano en la sien. Detrás, Fede Seimandi de negro y contrabajo eléctrico; Marcos Ramírez de boina y percusión.

Cuando Maru toma la guitarra, el recuerdo viaja al librito del disco. “Niña Luz” tiene tres posibilidades de abrir la presentación. Es el tema que inicia el disco; es uno de los pocos donde Maru toca la guitarra; es una belleza para distraer cualquier ajuste que sea necesario. Confirmado. “Niña Luz”. Si alguien ajustó algo, bien gracias. El sonido tiene que respetar el clima de la canción. Confirmado. Allá vamos, surcando mares. La pantalla inicia un juego de efectos y dibujos en vivo a cargo de Guillermo Mena. Un árbol comienza a tomar forma, luego surgirán estrellas. El final del piano se desvanece en la estela que va dejando el océano de Ramírez.

(Carta al Niño Dios: “Señor Niño Dios: Me gustaría mucho un océano a mí. Ese coso redondo que hace ruido de olitas quiero yo. ¡Porfi porfi!”)

Se va Marcos y queda Federico. “Abriendo camino” también va con guitarra. De algún costado del teclado de Vélez sale una luz color cielo que le azula la barba y los párpados. De la pantalla salen líneas horizontales que cruzan las cuerdas del contrabajo. “No hay puerta cerrada si todos los días la vida es cantada…” El final es de graves y coros, de aplausos y saludo de Mariano, que por lo que dice, pero sobre todo por cómo lo dice, parece que está bastante contento. Más bien chocho de la vida. Con alguna especificidad: Chochazo.

En medio de la emoción del “Buenas noches”, vuelve Marcos, y aparecen músicos invitados. Luci Rivarola, Santiago Bartolomé y Rosalía Pérez. Mariano presenta su primera canción en el disco. “Vamos con ‘Lágrimas…’”, y Maru completa: “…de lágrimas”. Y Mariano: “de lágrimas… de lágrimas… de lágrimas…” Y Maru canta junto a Luci sobre el ritmo del bombo de Marcos. Cada música tendrá sus imágenes de fondo; con “Lágrimas de lágrimas” crece una urdimbre de lienzos que protegen las palabras de Mariano, recitando en el final, sobre las cuerdas del cello de Rosalía, el bombo y el contrabajo.

Hay una presentación de todos a cargo de Maru, antes de que dejen solo al dúo para “Otra vez”. En las palabras previas a la canción, una dedicatoria con todo el corazón a Sebastián Teves, que agradece apenas levantando el antebrazo que dice «Sur Oculto» en letra gótica. Suena el cuatro y el acordeón. La letra fluye como los ríos de la penúltima estrofa y ya nos vamos acercando a la mitad del disco… De repente, como en el programita de la compu para dibujar y pintar, aparece en la pantalla un cursor que empieza a trazar alas inmensas para Maru y justo viene el estribillo. “Difícil eeeeeeesss sentirme en libertad cada vez…” se queda flotando en el aire. Pura emoción. Hay que tomar un poco de agua.

“Acá se viene el patio…” dice Chamella para referir a una canción que refleja el alma del encuentro, y que cambió su nombre para dejar el verso final como título del disco. Justo se escucha un “Hola” con voz de poquitos años y Maru responde “Hola” con voz de “te conozco”. “Fugaz” suena con Marcos, Luci, Fede, Rosalía y Santiago. El fondo se estrella y las luces cambian del azul al naranja fuerte, al de la fruta misma, esa grandota que viene con ombligo, que a veces crece en el patio del vecino y hay que saltar la tapia para robarse un par, porque como dicen los hombres sensibles de Los Naranjos, las naranjas de ombligo, como los higos, las tunas y las granadas, no se piden ni se compran: ¡se afanan!

“Un canto alado” pone a Marcos sobre el cajón, le alcanza el arco a Seimandi, deja un haz cenital para la autora y Luci baila hasta el grito resucitador de Mateo. El coro “Tunguelé” de la última parte sacude las luces y suelta un pájaro en la pantalla. Vélez desata un solo de piano como quien acaba de saltar la tapia con el buzo dado vuelta, haciendo bolsita, lleno de naranjas. Es una fiesta. El pájaro se vuelve flor y el público una ovación.

“Hola pa…” dice la voz de poquitos años. “Hola” responde Mariano con voz de “Azulunala del color del cielo”. “No te duermas…” le pide. Y canta: “Pegado quedé… Tirado… Como buscando perderme…” Rosalía lo acompaña. Para «Quererte así», el fondo es una espiral de nubes y hay un coro hermoso de murmullos de Maru y Luci.

“Hasta aquí el disco” dice Chamella, mientras desenrolla el cable del micrófono. “Ahora un bloquecito”. Se escuchan canciones nuevas. “Pare ese motor”, con Marcos en la percusión, con juegos de voces y una figura que gira y cambia de forma y de tamaño en la pantalla. Luego “La hechicera”, de Maru, un landó divino en homenaje a Susana Baca que pone a todos en escena. Después, “Brillo a tu alrededor”, cumbión con letra de Mariano, que canta de parado, en principio dedicada a Seimandi, por todos los momentos vividos.

Hace su ingreso Ile Pez, la dama del vibrafón, para otra canción nueva. Ahora sí todos en escena: Santiago, Rosalía, Marcos, Luci, Federico, Maru y Mariano, que pide aplausos para los músicos y para el público. “Como se pone el sol”, es una hermosura de instrumentación con base de escobillas y partes para que se luzcan todos. Bartolomé manda un solo de trompeta que enloquece el cursor en la pantalla. (Carta a Guillermo Mena: “Muy estimado Señor Guille Mena: yo también quiero dibujar en la pantalla yo. ¡Porfi Porfi!”). Luego, cierra los ojos, apoya la trompeta en un muslo y hace palmas con el otro. Aparece el cello y el contrabajo. En medio de un solo de Federico, Maru deja el escenario. Seimandi sigue haciendo lo que quiere con el contrabajo y el público lo que puede con la emoción. De repente se va el pianista. Queda la banda. Hay varios bravos en el final, muchos abrazos en los costados y quedan los autores de “Patio estrellado” en el centro del escenario, con sus nombres en la pantalla. Las luces alumbran el jardín de los presentes. Mariano es una sonrisa que anda a los saltos por el escenario. Y Maru: “Qué rápido se pasó… Recién ahora me estoy relajando… ¡Bueno empecemos de nuevo!… Pasaron once temas… Se fueron… Ya está… No vuelven más…”

La lista de los agradecimientos, como corresponde, va por Rosario de Santa Fe hasta Chacabuco, dobla en bajada por Maipú, cruza el río y se pierde en algún pasaje del Abasto. Cuadras de familiares, amigos, amores, músicos que fueron importantes como Vivi Pozzebón, Juan Pablo Toch (¡No vino la mama!), y claro, los técnicos, la prensa, el vestuario, todo.

Quedan las últimas canciones. “Pliegues”, de Mariano, suena entre una luna que domina el fondo de nubes. “Caminando”, que según su autora, nació en un caminito de San Juan, donde apareció de repente un cementerio entre la belleza del paisaje. Los trazos anchos en el fondo, la voz aniñada… El final ya es parte del aire.

Mariano saluda a los amigos que se llegaron desde Paravachasca; los amigos que llegaron desde Paravachasca saludan a Mariano. Vuelven todos para el cierre del disco y del recital, con “La Lucero”, aunque tal vez la Lucero ya se haya dormido. La trompeta con sordina de Bartolomé atraviesa una instrumentación de ensueño, casi arropada por los susurros de Maru.

Fin. Los músicos se abrazan y saludan. Los espectadores aplauden de pie y piden más. El bis le canta a Mateo con alas en la pantalla y la bola de espejos estrella el salón. El cierre encuentra a todos los instrumentos brillando.

Se termina una presentación varias veces emocionante. No puede ser que se termine. ¡Otra! “¿Dónde anda el Juampa? Na… Jodeme que justo se fue a baño… Vení Juampa…”

Se escribe “Juan Pablo Theaux”. Se pronuncia Toch. Se escribe “Brillo a tu alrededor”, se canta “Acabo de escribir una canción… Y es para vos”. Se baila en las filas. Se manda un solo de viola el invitado. Se termina el recital.

Se espera unos días a ver si aparece alguna cosa. ¡Aparece! Se pide permiso. Se autoriza.

Aquí las palabras de Maru, para que la noche se quede a vivir:

Ya de regreso a casa, por fin quieta… Intenso fin de viaje y recién ahora sentadita con teclado en mano después de varios días de rodar, aún no puedo poner en palabras lo que sucedió el jueves… Explicarlo, tratar de hacer una cronología parte por parte, momento a momento, me cuesta horrores. Cito cosas incompletas, sensaciones aisladas, revoluciones internas, percepciones externas, movimientos, colores, detalles y el que no fue me mira con incertidumbre, complaciéndome con un «Aaaah… Qué bueno… Muchas cosas, bien variadito…» Jajaja

Lo cierto y verdadero es que sucedió, transcurrió. Juntos nos sumergimos en el viaje, nos despojamos de todo y nos entregamos a que sucediera lo que debía. Público y escenario estábamos listos… Ya no queda nada o queda todo eso, intangible, hermosamente inexplicable, tan grande, tan vasto e innombrable … «Sólo se trata de vivir». Sentir y dejarlo ir, ¿no?

La agenda cósmica citó a todos los que debíamos estar en ese Patio Estrellado. La sala de noche y en silencio, las risas teñidas, colores y sombras, los ojos espiando, las manos aplaudiendo, recibiendo, abrazando, sonando juntas para decir lo mismo, aunarse para brindarse… Así arrancamos a sonar, así como desde el final, con un aplauso que jamás voy a olvidar…

Sentí unidad, aplausos que excedían a las personas Maru y Mariano, agradecían y celebraban más que un disco… Era un aplauso colectivo a la música, a lo que nos genera, a cómo nos hermana, nos conecta, nos excusa para encontrarnos y hacer cosas juntos una vez más, nos hace sonreír hondo y eso me emocionó profundamente… Tanto que me costó un montón empezar, estaba dura, inmóvil, paralizada…. En ese momento se apagó todo. El escenario bajó al ras de piso y estábamos todos en un gran patio celebrando, bendiciendo…

Una vez que el encuentro se da, comienza la transformación y esa sensación de que todos estamos formando parte de lo que sucede… Hasta hoy lo siento… Tan claro, tan claro… La complicidad, la alegría, las gracias, todo es compartido, propio y ajeno a la vez, pero nunca lejano, indiferente… Pura presencia…

Cada vez que ello sucede, la objetividad desaparece y el corazón amanece. La eternidad se presenta real; nos va tatuando el cuerpo, el alma para todo el viaje… Ya no existe esa noche más que en los recuerdos y no puedo no recordar la nota de Pablo Arietti, (citando a Viento Nómade): «Vivir los momentos recordando en simultáneo su destino ineludible de grato recuerdo»…

Ya se fue… Ya sonó… Se hizo aire, luz, se vió, se iluminó y luego pura oscuridad… Todo se muestra y se va… No hay más que caminar…

Gracias compañeros del camino. A todos, a cada uno. A los músicos hermanos de la vida, familia elegida por tanta música y tanto amor… Nada hubiese sido igual sin su presencia, su música, su brillo, ¡su energía!

Gracias por inspirar, contagiar: Fede Seimandi, Luci Rivarola, Santiago Bartolomé, Marcos Ramírez, Rosalía Perez, Ile Pez, Juampa Theaux.

A Juan Alberto Aristas, Lilín Herrera por capturar la magia, conservarla, descubrirla y darle luz…

Guille Mena por hacernos vivir horas de ensueño, por sumergirnos, llevarnos y llenarnos de magia con cada proyección, con cada dibujo,en cada color.

Gracias a mi gran compañero Bernardo Sabroe Yde por su estar incondicional, por su abrazo constante, por las luces de la noche que fueron imprescindibles para habitar cada momento…

Gracias Mariano Olmedo por hacernos sonar así, por sumarte con tanta generosidad y entusiasmo, brindándote entero…

Gracias Ariel Migliorelli por llegar, por estar una vez más así de presente, ¡y a Pablo Granja por nunca irse! Fue muy importante y preciado parir esta música con ustedes amigos queridos…

Gracias Gustavo Turco Mauhum y Enano De Huerta de Panza Contenidos por confiar en nosotros, por el amor puesto en todo momento para que todo sea de la mejor manera, para que volemos… Por pechar siempre en pos del disfrute, de la alegría, por querer que todo sea siempre con una sonrisa.

Gracias Guille Brylle Grass Báez por llegar a fotografiar desde Río Tercero con tanta buena y necesaria energía. Hermoso tenerte ahí otra vez, con tu arte… ¡Ansiosos esperamos tu recorrido de la noche, tu mirada!

A mi querido Nono Gonzalo Bissón por ser parte de este equipo vendiendo los discos en puerta, por brindarse a colaborar de puro corazón con lo que sea que necesitáramos…¡Gracias amigo! ¡Gracias!

¡Gracias Vane Toranzo por la prensa y compañía cotidiana. Gracias Juan Ramia, Natalia Ferreyra, Nacho García, Juan Sassatelli y a todo Disco es Cultura por poder ser los número 148!

Sabri Lescano porque sin ella la magia no se hubiese posado de igual modo en mi voz, en mi ser entero y en el de cada uno de los músicos que recibió tu arte en telas, colores, texturas hechas con tanto amor… Ese vestido me hizo sentir parte de un cuento de principio a fin… ¡Gracias por escuchar de esa manera! ¡Fue un placer inmenso trabajar juntas!

Gracias Ana Anitx Sosa San Román por esos trazos de película sobre mi rostro, luz, brillo, contornos, sombras, mundos, hadas… ¡Millones de seres a la vez me sentí! Precioso.

Gracias Pelado Fundun por siempre apoyar, confiar y acompañar…

Seguramente me olvido de mucha gente pero no quería dejar de agradecerles y compartir públicamnte el agradecimiento porque nada de lo que vivimos podría haberse dado sin todos ustedes.. Nunca estamos solos, nada pleno, puro, completo, verdadero puede lograrse en soledad…

¡GRACIAS de todo corazón y VIVA LA MÚSICA!

Foto del gran Fede Flores que por suerte fue. ¡Y qué lindo fue verlo ahí!»