Un lujo

Magnolia presentó «Se acaba la mufa»

14-10-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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En la antesala del fin de semana largo, el cuarteto de cuerdas subió al escenario de Cocina de Culturas para estrenar su nuevo trabajo. La noche del jueves fue una fiesta. Compartimos algunas imágenes.


Magnolia presentó «Se acaba la mufa»

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Laura Ciámpoli y Lali Zanotti. 

El jueves 9 de octubre de 2014, un nuevo disco fue presentado en Cocina de Culturas.

Magnolia es un cuarteto de cuerdas integrado por dos mujeres y dos hombres; por Sofía del Moral, Luciana Marzolla, Julio Gutiérrez y Hernán Soria; por un violoncello, una viola y dos violines; por obras propias y de otros autores; por melodías que vieron un pentagrama apenas nacidas y otras que lo encontraron tiempo después, felizmente; por amigos que aportan arreglos y más amigos que suman su música y su canto; por seguidores que conocen muy bien las obras originales y celebran cada interpretación y otros que descubren autores a partir de trabajos como «Se acaba la mufa».

Fuimos al encuentro de un nuevo trabajo, tan esperado.

La noche del jueves 9 de octubre de 2014 es una hermosura. Clima perfecto, noche estrellada, amigos que ocupan las mesas del lugar, tranquilamente, bajo una música previa que acomoda el ánimo hacia lo que vinimos a disfrutar.

A las diez y doce de la noche, se apagan cuatro luces amarillas y quedan dos tríos de luces celestes, como semáforos horizontales, para abrirle el escenario a Hernán, a Sofía, a Luciana y a Julio. Con el clima de cada obra, los semáforos irán variando sus tonos.

Entre un rumor de calle, surgen dos soles entre los semáforos y la música del segundo disco comienza a sonar desde el violoncello de Sofía. El tema que da nombre al disco es un tango de Hernán Soria que nos lleva a pasear la mirada por las calles del centro de la ciudad. Un recorrido posible vuelve al escenario de Cocina de Culturas, a ese piano que suena hasta cuando no suena. «Se acaba la mufa» dibuja a San Pugliese sentado al Steinway, martillando los graves para bendecir el recital.

 

La segunda de la lista, «Milonga para el rata», de Damián Torres, es una belleza que inicia con un cello fúnebre y un pizzicato de sus hermanos menores. Javier Pérez, invitado a la grabación y al recital, suma dramatismo desde el contrabajo. La melodía central remite a lo que cualquier vida pueda haber juntado de hermoso, para que una música lo evoque en forma de ausencia y agradecimiento. Las proyecciones a cargo de «Pepa» Gianola muestran la fachada de una casona -protagonista del arte del disco-, y gente que va y viene por su vereda.

«¡Bueno, llegamos!», saluda Julio. En sus palabras hay un camino recorrido entre los dos trabajos del cuarteto y el desafío de presentar música nueva. «Subirse acá tiene sus cosillas». Haber podido sentarse a escucharlos también, claro.

Habíamos escuchado «Vidala de la copla» en presentaciones anteriores de Magnolia. Sabíamos que aparecería en el disco. Lo que no sabíamos sorprendió en el inicio. Un cruce de palmas y de cajas a cargo de Eduardo Sosa saluda desde la intro al Chango Rodríguez, proyectado entre semáforos soleados.

Los aplausos pasan la posta del micrófono a Hernán Soria, responsable del arreglo de casi todos los temas. El saludo incluye la presentación de «Panambí», una joya del Chango Spasiuk y una dedicatoria a tres mariposas queridas. «…Una anda volando por ahí…» Semáforos verde litoral para una melodía reposada en un cello que es puro río.

Las primeras cuatro interpretaciones bastan para volver a abrazar un criterio de selección de músicas que ya nos había convencido en el primer disco. «La chacarera del 55», de los Hermanos Núñez, despega los primeros «bravos» de las mesas. «Cerro azul», de Hernán, invita a Jorge Galizia para hacer lo que también hizo en la grabación: embellecer los vaivenes de la zamba con su guitarra eléctrica. Hay una imagen y sonido de río serrano que Soria guarda para sí como inspiración.

Después del saludo de Luciana, el paisaje cambia. «Los Pinta» es una reverencia dignísima al maestro Jorge Arduh con semáforos de milonga como para correr las mesas y cabecear a una dama antes de que termine la primera selección.

Llegados a la mitad del disco, dos o tres observaciones: El sonido es perfecto, las empanadas también. La música es, hasta aquí, una invitación a pensar el repertorio elegido e interpretado desde alguna cosa leída hace un tiempo. En una entrevista publicada por Ana Emilia Lahitte, Hugo Mujica abordó la poesía de una forma que podemos usar para la música -finamente, es lo mismo. Sobre la inspiración como «poética de la receptividad», dice: «… El artista, el creador, siempre constató que algo más inicial que su acto de voluntad precede a su propia creación. Siempre constató que crear es más una recepción que una acción, constató la creación como recepción, o su opuesto: la ‘sequedad’, la imposibilidad de crear algo exclusivamente desde su voluntad.

Una palabra, un tono, una idea… Algo otro que pareciera descender de lo alto, como una iluminación espiritual, o surgir de lo hondo, como un impulso arcaico. Vertical u horizontal, pero adviniendo, imponiéndose o sugiriéndose… Lo otro, lo que se me dona (…) La inspiración, lo otro que yo en mí, lo otro que quizás también yo soy creación, esta conciencia de no ser el total autor de la propia obra, tanto en su inicio como tantas veces cuando el despliegue no sigue nuestro plan sino que nos lleva, nos llama o arrastra hacia donde ella misma parece dirigirse, la errancia que vamos leyendo, conociendo, al ir plasmándola».

Y es que por ahí van, plasmadas con belleza, las creaciones de Magnolia, todas tan suyas, más allá de las firmas. Por ejemplo, el tango «Nada». Hay obras cuyas letras son tan fuertes, tan densas, que su interpretación instrumental sitúa a quien escucha cantando en silencio las estrofas, al compás de la música, lo cual supone, tal vez, un desafío: el de superar la distracción del oyente, acaso más atento a evocar los versos que a seguir los detalles de los arreglos. «Nada», por Magnolia, opera al revés: distrae de la letra para seguir los aportes de Damián Torres.

 

«Viaje a Argüello», de Ciriaco Ortiz, es un paseo en jardinera por calles floridas que el tiempo cambió de nombre. El vals es un canto a esos jardines de antaño. «Medellín», de Soria, es otro paseo de sol. De regreso a la casona verde turquesa, la pantalla de fondo recorre de punta a punta una rajadura de la pared.

Con semáforos fucsias y tramas proyectadas, suena «La diablera», zamba de Hilda Herrera. Gran versión. Vaivenes de la melodía que llevan las estrofas y el estribillo a otro espacio. Fragmentos de la letra asoman por la pantalla. Inevitable recuerdo de otra posibilidad, tan diferente pero igualmente emocionante de Liliana Herrero.

En su posta de micrófono, Sofía invita a Guadalupe Gómez, gran cantante cordobesa, para interpretar «Serás verdad», canción de Quique Sinesi, con quien editó, hace días nada más, «Canción hacia vos» otro disco imperdible, también presentado en Cocina de Culturas. En la noche de la presentación de «Se acaba la mufa», sube Guadalupe a cantar su canción, que es puro paisaje. Gran saludo a Quique, de viaje por algún rincón del planeta.

Vienen los agradecimientos. A «Chacho» Marzetti, al «Negro» Sosa, que por ahí anda, y desde las «tres paginitas» de Julio, a Roberto Cantos, a Gustavo Gutiérrez de Latitud Sur, a Rubén Ordoñez, técnico de sonido del disco, quien aceptó los caprichos de todos, quien se bancó todos los «así sí», «así no» y «así sí y no» al mismo tiempo. A Susana Guzmán y Mariano Villegas, a Natalia Ferreyra, a «Pepa» y Constanza Gianola, a Laura Ciámpoli por las fotos (excelentes) que aparecen en el disco, a los músicos invitados, a nosotros, a todos.

Si Guadalupe es parte de la familia de Magnolia, «Chacho» Marzetti casi que también. Antes del final, escuchamos su voz en off recitando «Primavera», poema de Jorge Escudero que nombra a un pájaro brujo, ilusionador de un tiempo de plenitud. A quienes invitan a «Chacho» a participar en sus discos recitando bellezas, a Ramiro González por ejemplo, a Ale Drube, a los Magnolia, a otros que también lo hicieron y lo harán: Gracias.

El fin del disco y amague de fin del recital, es un gato de Julio Gutiérrez: «El abrojal». Una hermosura de violines alegres haciendo palmas, sarandeo de viola y violoncello zapateador. Por ahí anda la mitad de uno de los dúos más queridos de nuestra música, contento como gato con ovillo de lana nuevo.

Aplausos, saludo en línea. Despedida. Aplausos. Regreso. «¡Ahora tenemos como 15 bises!». Suben todos los invitados para una de Spinetta. «Barro tal vez»? No. ¡»Asilo en tu corazón»! Guadalupe cantando «Asilo en tu corazón». Gracias.

Segundo bis: «La olvidada». Despedida y aplauso feliz. Fin de una noche gratísima.

Tercer bis: el disco de Magnolia en una mesita, cerca de la puerta.

Cuarto bis, el que no termina: «Se acaba la mufa», de Magnolia, en los estantes de la música de Córdoba, que no para de crecer.