Canciones de Cerca

Lucas Heredia y Gastón Testa se presentaron en La Fábrica

21-04-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Los músicos volvieron a cruzar voces en un repertorio impecable.


Lucas Heredia y Gastón Testa se presentaron en La Fábrica

Por | redaccion351@gmail.com

Dos infidencias.

La primera. Hace unos días, habiendo transcurrido la cerveza con maníes y aceitunas en la previa de un asado, surgieron dos o tres intercambios de pareceres sobre la música local. De carambola, Lucas Heredia y Gastón Testa aparecieron en la charla.

Disparó quien prendió el fuego: …No sé… A mí me gustan pero… ¿No son medios agrandados? Como que se jactan de que son buenos.

Corroboró el que había salado las costillas: Da un poco esa sensación, sí.

Blandiendo un cuchillo serruchito de esos que causan gracia en manos de un grandote, pensó en voz alta el encargado de las ensaladas, aunque sería más preciso apuntar que pensó menos de lo que sintió: Lucas Heredia no es bueno. Es de los mejores cantantes que se hayan escuchado en los últimos tiempos. Le sobran recursos. Puede cantar lo que sea y brillar. El otro loco, el Gastón Testa, tiene una voz más que interesante cuando canta solo y es una gran segunda voz. Che a mí la achicoria me gusta cortada gruesa eh… Al ajo no le voy a sacar el coso del medio así después discutimos más lindo. ¿Qué les estaba diciendo? Ah, el Lucas Heredia. Me parece además que lo que hace con la guitarra le pelea la punta a lo que hace con la voz. Y lo que Gastón hace con el Nord basta y sobra para pedirle que toque lo que quiera toda la noche, porque además tiene una memoria casi patológica. Le preguntás si se acuerda de la música de V Invasión Extraterrestre y te saca la melodía de la serie y de las publicidades de Colbert y del Tubby 3 y Tubby 4 que pasaban en la tanda. Haceme un lugarcito en las brasas así tiro las papas y las cebollas. Los pimientos y las berenjenas todavía no, en un ratito.

Sigue el ensaladero: Los loquitos estos se conocieron hace unos años. Habrán escuchado a Masliah, se habrán cambiado las cabezas para abreviar un cruce interminable de discos, y ahí nomás se habrán admirado el pasado y adivinado el futuro. De tamaño hallazgo recíproco no puede brotar sino la felicidad, ¿no? Digo, imagínense los primeros encuentros:

-¿Tenés ésta del Flaco?
-Más vale, escuchá a ver qué te parece…
-¡Faaa!
-¿Viste ésta parte? Le torcés la intro y parece ésta del Cuchi fijate…
-¡Uhh! A ver hacela un tono más arriba que quiero… A ver…
-¡Faaaa!

Y sí, un ¡Faaaa! detrás de otro… Y de repente, germinan discos, crecen los ¡Faaaa! y sus variaciones terminan sentándolos frente a públicos que desparraman efes como focas, con sus variantes de ¡Ufff!, ¡Foooo!, por ahí un amontonamiento de eres para coronar alguna zamba con un sintomático ¡A la mierrrrrrrrrrda! Pongan los pimientos y las berenjenas y remuevan un poco las papas. Esa costilla está para darla vuelta ¿no?

Siempre el de la achicoria: En el ida y vuelta, las efes y erres se enredan y escriben recitales enfervorizados. Del fragor de las interpretaciones a la fiebre de los aplausos. Me parece que es toda la explicación. No es que se agrandan. En todo caso no es importante. ¡Están felices por cómo les sale lo que hacen! Imaginen que alguien les pida «Che, canten más fulero y no se hagan caritas cuando terminan cada tema sino parece que se hacen los lindos»… De nuevo, son lindos y están contentos. ¡Ustedes son los amargos! Vayan a verlos de nuevo. Es una de efes y eres… Fuerza, frescura, frenesí… ¡Fernet! Preparate un comunitario. ¿Ya están los chorizos? ¿Comemos?


…¿Le falta sal?
… (Nadie habla, había hambre).

El fogonero: ¿Che y cuándo tocan de nuevo?

Al otro día del asado, la noticia de una nueva edición de «Canciones de cerca», espectáculo que reúne a Lucas y a Gastón en una noche de composiciones propias y amigas. Invitación al fogonero. Respuesta a dos pasos del no: Si no me voy a ningún lado vamos.

Una semana después, jueves santo. Mensaje a pocas horas del toque: ¿Pensaste que no iba a ir no? ¿A qué hora nos encontramos?

A las 10 de la noche en Caseros casi Mariano Moreno. Desde el cartel de La Fábrica llueven efes y eres que se filtran en los bolsillos de los asistentes. Contra la presunción de escasez de público por el comienzo del fin de semana largo, no hay mesas libres. Fogonero plomo: ¿No reservaste? Achicoria: Pará un poquito, vení vamos acá a los banquitos estos, pedimos unas papas y chau. Hola maestro, unas papas por favor y una cerveza.

De frente, el escenario. A los cinco minutos, con las papas amigas y su cazuela de cheddar en la falda, saludamos a los intérpretes de la noche sin aplaudir. Porque se van a tener que ganar el aplauso qué tanto.

Predomina el rojo: del telón de fondo, de la remera de Lucas y del Nord de Gastón. Hay dos guitarras en sus pies y dos puños hermanos que en el choque se dicen «vamos papá» o «suerte vieja» o «huevo huevo huevo».

Canciones de cerca es un título que cumple fácil: tenemos a los músicos a dos metros y tenemos las canciones a dos centímetros del pecho, del lado de adentro. «Me voy quedando», música y letra del Cuchi Leguizamón, es un inicio como para sentir que ya tenemos media felicidad en el bolsillo, ahí donde asoman las efes y eres. La obra nace del miedo a la ceguera, pero mejor, del traslado inevitable de los contrapuntos de la vida a la música. Dijo alguna vez su autor: «No tuve más remedio que hacer una zamba, para que sea la zamba la que se ponga triste y yo pueda seguir tranquilo, viviendo con las cataratas». Primer ¡Faaaa! en la mesa de al lado.

Testa da la bienvenida a «esta misa ricotera». Heredia propone «cancionera» y la impronta del Uruguay suma dos porotos de entrada. En representación del Montevideo de Fernando Cabrera, la calle Yuspe de «El tiempo está después»; en representación del Montevideo azul con paraguas de unos años antes, «Por ejemplo», del mismo Fernando, con coritos cordobeses a falta de Mateo. Los arreglos de voces desdoblan la letra y el piano se va despacito, como paseando por la Rambla. Comentario del fogonero como para dar a entender que ya está contento: el disco de Cabrera y Mateo es una especie de «La La La» uruguayo. Achicoria: Ponele.

Cuando Fandermole escribió «Cuando», encontró una forma sublime de poner al cristiano contra las cuerdas. Los amores nos sobreviven y se pueden alimentar con una quimera. El poeta sueña con llegar a ver un día los brazos de su padre en las banderas. Hay otra canción de Jorge que celebra esos mismos «tallos de metal que soportan dos jazmines», acunándolo de tarde en tarde, empujándole la voz para cantar. Y bueno, es Fandermole, no venimos a descubrir nada. El tarareo en falsete de «Cuando»es una belleza. Gran interpretación de Gastón, que entre los aplausos toma un poco de vino.

La quinta de la lista es de Lucas. Charlita de cumpas, porque los temas se presentan y se charlan un poquito. «Le letra es un bajón» dice el autor. «Hay gente que se pone contenta con la tristeza ajena», dice el cumpa. «Y yo encima lo compuse en mayor». Dos apuntes sobre «Las deudas de mi alma». Uno: La introducción es un vitral melódico. ¿Cómo? Eso, un vitral melódico.

Escuchen y fíjense sino.

Dos: en la versión en vivo, la voz de Heredia en el final es una suelta de palomas auspiciada por la federación colombófila que nosotros queramos.

«Vencida canción» es la segunda de «Amaría a María», trabajo de Gastón que supimos conseguir y celebrar. El sonido del Nord es un tuuuu… tuuuuu… de un teléfono que nadie contesta. Testa canta y el resto no cuenta porque quien cuenta no conTesta. ¿Se entiende no? No está más con Gastón. Se fue, por eso no conTesta. Bueno, quedó justo, perdón. La letra es un desacomodo emocional que se traslada a los acentos. «Nada tuyo en mis diás». Igual queremos que vuelva, se ría y se bañe en camisón. ¡Volvé María! No, dejá, no vuelvas… Volvé dale… No, eh… No.

Cambio de viola y «Resumen porteño». Tremenda versión, para quedar como Ricky y que nos canten «Esa tristeza» de Mateo, una estrofa cada uno, con un funky por debajo y las voz de Lucas otra vez a las nubes. Es así el morocho, de escaparse y volver para hacerle la guitarra a «La perspectiva». Gastón canta en homenaje a los kilómetros largos de horas oscuras que hay que transitar antes de «advertir el horizonte para saber que entonces se ve algo que no hay». Y apura el vino.

«La perspectiva». O «Canción de mirar el techo»

Otro cambio de cuerdas. Lucas dice «Ahora sí, una aburrida» y canta la Zamba del Laurel, para darle manija al fogonero: ¿Viste que se hacen los lindos? ¿Por qué la presentó como aburrida si se la vienen pidiendo desde que empezó y sabe que la canta y es una ensalada mixta de ¡Faaaaa!, ¡Foooo!, ¡Uffff! y ¡A la mierrrrrrrda!? Peor que los chicos el fogonero. ¡Callate o no te traigo más eh! Prestá atención mejor, que cuando este pibe deja la guitarra, saca el micrófono del pie y se para es porque viene algo tremendo. Después contame si lo que escuchás no es la felicidad misma. Este loco es un pibe feliz. Cualquier problema que pueda tener será un lapso de aburrimiento entre dichas. El aburrimiento de hacer cosas para ver un mango y vivir; encima la entrada al recital de hoy cuesta lo que queramos poner en un sobre. ¿Dónde está la soberbia? Soberbios son los perros que cobran entradas siderales y desafinan. No me hagas enojar querés. ¿A ver qué viene? Zamba del carnaval. Sí Faaaaa. Ahora decís Faaaaa…

Otra cerveza y listo, que lo que siga se desordene en la crónica. Justo cuando dejamos de anotar los temas para que juegue la memoria, «Memoria de pueblo» del Negro Aguirre. Tal vez siguió «Recuerdo», del segundo disco de Lucas; seguro nos emocionamos con «Tres agujas» de Paez, tema que ganó la atención de García y Spinetta y una petit discusión de cerca: que uno le grabó el tema, que el otro le dio laburo, que ya no queremos más nadar en piletas, que sigan las joyas «Del ’63» y Gastón cante «Viejo mundo», para Uffff de los que aún guardamos el cassette. ¿Alguien decía «la» cassette?

«El canto de ordeño», por Lucas, es otro momento de la noche para dar vuelta los bolsillos y liberar las interjecciones que hayan quedado enredadas en los flecos. Ahí nomás, otro gran monento. Venido de San Cristobal, el padre de Gastón anda por ahí, emocionado de la emoción, por la pasión del hijo e tigre y por las sonrisas que genera. No se lo esperaba o sí, pero su hijo lo saluda con un tema que corre por las venas desde la infancia y Lucas se lo canta. Achicoria no conoce y más tarde pregunta. Hijo e tigre: la canción se llama «My Home Town», es de Alan Price, y forma parte de la banda de sonido de una peli de culto en los ’70, que luego la dictadura censuró y mandó quemar todas las copias. Bajaba línea como loco, parece ser. Mi viejo tenía el disco porque había visto la peli y lo ponía cada tanto (se ve que bastante, porque la verdad es que después no la escuché más… Seguro que los acordes son otros, pero bue, toqué según la memoria de mocosito). La peli se llamaba «O Lucky Man», en Argentina creo se estrenó como «Un hombre de suerte». En la tapa del disco me acuerdo que estaba el loquito de «La Naranja mecánica», que también protagoniza esta peli, y de hecho creo que hay algunos puntos de contacto entre las dos pelis.

En el final, el morocho se para y el tecludo se arremanga. A la marosca. Se nombran Los Beatles y nos empezamos a atajar. La versión de «Oh Darling» de Lucas Heredia sirve para terminar cualquier discusión, con el fogonero, con el que preparó el fernet, con el encargado de buscar el helado y con el que trajo la pipa.

La cosa se termina porque vienen los Alma Nómade y Receita de Samba. Habrá que escucharlos en vivo para charlar en otro asado.

Hay abrazos antes de irnos.

Segunda infidencia: Al fogonero le dicen Mister Hyde.