Apuntes de otra fiesta

La Trashumante, aquí y ahora

15-05-2017 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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La gran peña que Raly Barrionuevo lleva adelante desde hace años tuvo su primera edición del 2017 el viernes pasado en Atenas, junto a Ramiro González, José Luis Aguirre, DuraTierra, Toch, Ninfas y Fede Flores.


La Trashumante, aquí y ahora

Por | redaccion351@gmail.com

Y seremos, una vez más, miles a favor de la memoria y la vida. Creemos estar donde debemos, como invoca la canción, reunidos nuevamente, expresándonos de sólo estar, por ejemplo en las marchas como la del miércoles pasado contra el 2×1, por ejemplo compartiendo noticias, por ejemplo eligiendo espacios de encuentro, como aquí, bajo los paneles y banderines que cuelgan de Atenas, sobre las canchas de basquet, frente al viejo escenario que hoy se ha tomado un descanso del trajín de los bailes, para pintarse de danza, copla, trinchera, amistad, como invoca otra canción.

Noche del viernes 12 de mayo de 2017. Ahí están los creadores, desde La Rioja y Traslasierra, o desde Cuesta Blanca y Los Aromos. Ahí Ramiro González, ahí José Luis Aguirre. Ahí también Raly Barrionuevo, en el comienzo de la primera Peña Trashumante del año, como en cada otoño, pero esta vez movida de emociones y urgencias de abrazos por días de sombras que vuelven. Ahí afuera, por las calles y en los diarios, quisieron el “2x1” a favor de los genocidas y el silencio a favor del desmonte.

Cómo no llegarse hoy, hasta aquí, para sumar una pelambre y dos brazos a la marea de pelambres, brazos y palmas que sabrá fijar quien pueda tomar una fotografía desde el escenario, como prueba de esta alegría de estar que somos, entre canciones, mejillas dibujadas y pañuelos.

Un giro de la mirada encuentra todo en su lugar: la changada que vende bebidas al fondo de la cancha de volley, las viejas hermosas detrás de los tablones, con sus ollas de locro y sus vaya a saber cuántas docenas de empanadas, infaltables, inevitables, infalibles.

Aquí y ahora, empanadas y vino con hielo. Ese hilito dulce que se dibuja en el alma es el agua de los helados que empieza a fluir, por debajo del cansancio de la semana, a escondidas de los problemas que tardan en dejarse de joder y a favor de este presente de banderines y pinturas decorando el estadio desde los altos, por encima de los tableros atravesados de luces que vienen desde el escenario. Ahí está Micaela Vita, ahí están Saraco, Arroyo, Pagano y Diego Cortez. Ese que se ve con el acordeón debe ser el “Pollo” Raffo, maestro de maestros. ¡Ahí está DuraTierra en la Trashumante! Ahí están las ganas de “Saravá”, de “Sin patrón”, de “Chance”, de todo este gerundio interminable de empanadas y vino que por un rato impide las palmas con argumentos demoledores. Saluda Mica: “¡Qué noche! Gracias por recibirnos”.      

Eso que suena es “Pascual”, una tarantela de “Cría”. Tiene sentido esa danza de todos. Muchos de por aquí venimos de los barcos y en cualquier momento, maldición, gritaremos “¡A los botes!” Por lo pronto, Vita canta y afloja los piolines de los cuatro aros. Ahora sube Raly y juntos hacen “En el fresco de la noche” canción que, acaba de decir, nació en Córdoba. “Naranjas lucecitas, lavándose en los charcos…” Así estamos, ahora y mañana, cuando esta emoción se deje describir, improlija, para un recuerdo que ojalá encuentre lucecitas cercanas.

Hay una presentación recíproca, un agradecimiento mutuo y un cantar juntos “La de un quizás”, chacarera poligonal de Saraco y Basanta Finn. Hay que cantar esas cosas, así. Hay que bailar como bailan los músicos de la banda que subirá después, con esos giros y contragiros a dos metros de la isla de sonido.

Después de los abrazos, Mica anuncia la venta de “La Película de los Nuestros”, el primer disco de La Cruza VL en algún rincón de Atenas, donde también se podrá conseguir “Cría”, e invita a la presentación de los amigos de Villa El Libertador, el 24 de junio en el Centro Cultural Córdoba.

“Cuécala” del último álbum, “Curruñao” del primero -casi dedicado al gato con globos- y “Perro Negro” cierran la lista. Ahora que las empanadas mudaron de estado y el vino es un grato recuerdo, se puede aplaudir fuerte y pedir en silencio que vuelvan pronto.

Entre reacomodamientos de instrumentos, micros y cables, suben los chicos de la Red Nacional de Medios Alternativos a compartir un documento que habla de la necesidad de moverse un poco para descubrir todo lo que se genera desde la comunicación popular, desde las radios comunitarias y demás espacios que vienen sosteniendo proyectos a contramano de la codicia de los mismísimos de siempre, desbocada por estos tiempos. El documento termina con: “Sin medios comunitarios no hay democracia. “Sin medios comunitarios no hay libertad.”

Sube Fede Flores y suena Tamboorbeat (es decir, Vivi Pozzebón y el mismo Dj) con “Somos la tierra”. Hay un adelanto de lo que será la madrugada con un par de cumbiones que acompañan la subida de Toch, una vez más, a las tablas de la Trashumante. Vienen de una noche inolvidable con Raly en el Festival de Folklore de Cosquín y de la fiesta de los 10 años de música en Studio Theater.

“Vuele” y “Cóndor” abren la lista, con la participación de Elíptica Danza y de Diego Cortez en flauta. El tempo de la batería deja adivinar «Punto Ciego» antes de que entren juntos el bajo y el bandoneón. Hay que escuchar mucho un disco para ver cómo una canción que aparenta integrar su «Lado B», de a poco va quedándose entre las favoritas.

Juan Pablo presenta a Martín, que acaba de cantar, y habla de la felicidad de estar aquí, ahora, y justo aquí, ahora, aparece un amigo con un tinto flamante. ¡Grande Tito! Suben la NegraMarta Rodríguez y Santi Bartolomé para los vientos de una canción nueva cantada por Andrés, como adelanto del cuarto disco que no tiene ningún apuro en salir. “Niña Rasta” es un coro enorme, una vez más, hasta el baile a los saltos de medio Atenas. Sube Fede Seimandi para el bajo de “Dónde ha de terminar”. Las luces nos cubren, los versos del final nos agrupan, los bailarines alzan los brazos y queda un aplauso extendido de gratitud por este momento de canto en la noche, así, como un manto. 

Bajan los músicos invitados/estables de Toch. Suena una versión nueva de “Buscando un corazón”, con un enrosque de bajo y bandoneón, colgados de las pinturas, allá arriba. “La próxima canción está dedicada a La Rioja.” Como en los últimos cruces, y cómo no en la Trashumante, “Famatina” suena con Raly en la segunda parte. Vuelven los amigos para una versión de «Te fuiste sin saludar» y ya que venimos de La Rioja, sube Ramiro González para sumar graves a los coros. El clima del momento calza justo para la melodía de «El sol parece lluvia” desprendida de los vientos de la Negra y Santi. El contrapunto del Juan Pablo y Raly desatan una ovación. Después de los agradecimientos, suena «Pore Wuaso». ¡Tito teneme el vino!

Hermoso sube y baja de coros, saltos desordenados y cumbia de reglamento en el final y batería que se queda y se va a “La Serranita”. El locutor de los patos del Tajamar en vivo pasa el ritmo a nafta y otra vez el pogo. ¡Tito teneme las rodillas!

En el final «Pido que vuelvas”, con el estadio repleto de palmas para acompañar los versos de cierre y aplaudir a los músicos que saludan felices. Gran presentación. Justo en la retirada, una mujer joven se desmaya. ¿Será necesario aclarar que no estamos apretados como para que falte el aire? Por las dudas… En pocos segundos se abre un pasillo humano que atraviesa todo el ancho del estadio para facilitar la salida. A contramano de tantos recuerdos jodidos, la rapidez en el gesto del público de la Trashumante emociona. Aquí y ahora, aprendimos.

Dos menos diez de la mañana. Después de tremendo set de cumbias y otras agitaciones seleccionadas por Fede Flores arranca la tormenta de parches. César Elmo en la batería desata una nueva epidemia de palmas y ahí están los músicos que completan la banda de Raly: Sebastián Sayes en bajo, «Chivita» Páez en guitarra, Edgardo Castillo en flauta y guitarra y Cci Kiu teclados.

Como en alguna edición anterior, «Alma de Rezabaile” abre la lista, la danza, la fiesta. “Melodía viajera” desprende vientos que rondan el estadio como la memoria de Jacinto Piedra en “Un pájaro canta”. Hay cuatro aros para el doble de costado y con tablero de “La Rafa Touriño” y miles de sendas entre los bailarines para “Mujer caminante”.

El set llega al 6-0 con “Tata Nachi”. Media docena consecutiva de chacareras y los cuerpos no sólo se ponen como quieren sino como no quisieran dejar de querer. ¿Qué tendrá ese ritmo endemoniado? ¿Será el rasguido de la guitarra que cuando suena de entrada, sin percusión, se multiplica en corazones que anticipan mil retumbos? ¿Será el latido de un bombo que al resonar, reuniendo palmas, insinúa mil rasguidos? Cosa de Mandinga y sus amigos buenos eso que apenas comienza se adhiere a cada lado de la piel en menos que canta un Chango. 

La danza cambia el paso con “Si acaso vuelves”. Un grupo de chicas entonan «¡Mujer morena esto es amor!» y estiran la «o» con un copón en alto a la manera de trofeo del mundo mundial de aquí mismo y ahora en barrio Bustos. Y todavía no suena el coro, ni los parches del baterista. 

Primera zamba de la noche y hasta parece fácil cantar así. Es como una asistencia de Ginobili al negro Leonard entre las piernas de quien sea. Parece simple. No será tan complicado pegarle a los tonos. Faltaría nomás el vibrato, la colocación, la respiración de cada sílaba, el fraseo al ángulo por encima de la barrera y un par de detalles más. Con el curso acelerado de Boris Yeltsin se aprende a cantar «Zamba de Usted» en ciento ochenta y cuatro meses.

Sigue «Cuarto menguante», al otro palo, inflando la red. Momento de chapar, de acariciar mejillas y cejas, de hacer cosquillas y demás boberías luminosas de enamorados. Estaría justo para “Llora en mí”, que acaso habrá sonado alguna vez en la Trashumante además de en la presentación de «Noticias de mi alma» en el Comedor Universitario, hace como diez años, pero del mismo disco suena la “Chacarera de la espada”, con todo el rock posible como antesala de “Hasta siempre”, para que cada músico de la banda libere un solo estupendo y todo culmine con Elmo doblando el tempo y la velocidad de los saltos.

Una versión lunar de “Cómo danza la esperanza”, tramada de azules, conecta con los primeros arpegios de la zamba infinita del Chango Rodríguez, ya en boca de todos. Hay que escuchar “Acércate a la reja, sos la dueña de mi alma” una vez más, puesta en cada par de labios siguiendo una melodía nacida de alguien que, quién sabe -acaso la luna misma-, estará presenciando esta locura. Si alguien compone semejante belleza y no puede recibir este canto multitudinario a la vuelta del tiempo, la muerte es una trampa a esquivar por al menos quinientos mil años. 

La intro de “Chacarera del sufrido” es un incendio de bailarines que ensanchan el estadio. Dos y media de la mañana, ahora. Elvira debe estar durmiendo. Otro día podrá escuchar el audio de este jolgorio. Y ya que se prendió «Radio AM», sigue “La atamisqueña” para no aflojarle al zapateo. Esto que está pasando, este final donde las penas se gastan y abren el rasguido de “Gato del carnaval”, es un agolpamiento del ánimo que trepa por los brazos de miles. Hay que estar acá, mirando bailar alrededor, cantando con el último tinto a medio camino. Ahí nomás el punteo de “La de los Angelitos” con el aliento multitudinario soltando un saludo a Peteco por ese otro saludo suyo al Cachilo y al Soco.

En una pausa, Raly saluda a los pintores Anu Naparstek, Dani Marín y más artistas que poblaron de colores la Peña. Hay una dedicatoria a las mujeres de la cocina que «con felicidad, entusiasmo y emoción, trabajan desde hace días para llegar a esta fiesta así, entregando lo mejor.» Para ellas suena “Niña fuego de la América sangrada”, también dedicada a Cci Kiu, brillando desde los teclados. Un remanso de voces entre haces naranjas y azules, antes de la armónica y el bichito cordobés para «Oye Marcos”. De repente se suma un viejo hermoso a la percusión y suena “Circo criollo”. Del baile continental al canto errante y viajero.

En el primer gesto del final, un agradecimiento a las organizaciones reunidas en la Universidad Trashumante. La “Chacarera del Exilio” se reparte las estrofas arriba y abajo del escenario y «Somos nosotros» con Micaela Vita, marca el último saludo para que cantemos quienes estamos a pocos metros, quienes salieron a fumar y vuelven rápido, quienes remueven los hielos de las bachas allá al fondo detrás de los tablones y quienes sólo sonríen agradecidos. 

“Defendamos el monte. Repudiemos el 2×1. ¡No van a pasar!”

Una ovación despide a la banda mientras alguien detrás de sus bandejas y con un sentido de la oportunidad calibrado por mil y una noches de música en fiestas de todos los tamaños, deja pasar ocho segundos y medio para contagiar a la asistencia de «No nos vamos nada», que se vienen las Ninfas

Apenas un poco de tabaco afuera, cerca de la pileta de Atenas, mientras suben Lucrecia Ortiz, Pamela Merchán, Anabela Torres, Paula Cantarutti, Sofía Pera Lallana, Regina Grigioni, Ileana Pérez, Guillermina Boggiatto y Julieta Baravalle, con sus percusiones, cuerdas y vientos, para compartir las canciones de su primer disco, a punto de salir, y que tiene a «Cobarde” como adelanto. 

Permiso. Aquí mismo y ahora, vamos a terminar bailando hasta que las chicas quieran, que cobarde también es el que mira la hora.