Fiesta de la música

Horacio Burgos presentó «Entreacto» y «El peregrino»

17-10-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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El sábado 11 de octubre, junto a una verdadera banda de talentosos amigos, el gran guitarrista compartió las obras de dos trabajos editados recientemente.


Horacio Burgos presentó «Entreacto» y «El peregrino»

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Sergio Manes.

Toma uno: Sábado 11 de octubre de 2014. Córdoba. Avenida Julio A. Roca. Cocina de Culturas. Interior pleno. Mesas ocupadas. Público acodado en los extremos de la barra. Público en las sillas del costado izquierdo, cerca de los discos. ¿Discos? Los de artistas locales disponibles en el costado izquierdo de la sala. Cada vez más.

Pantalla: Imágenes en cepia de animales y gentes del mundo. Música desolada. «Cenizas y Nieves», de Gregory Colbert. No dejar de verlo.

Toma dos: Pasadas las diez y media, suben los músicos. Daniel Soria a la izquierda, Fernando Bobarini y Diego Clark en el centro. Horacio Burgos a la derecha. Trío más invitado. Horacio presenta su noche dedicando la música que suene a uno de los mejores de todos los tiempos. En la pantalla: una guitarra en el suelo, junto a una silla vacía. Ausencia inabarcable de Paco de Lucía. Testimonios: «No puedo vivir lejos del mar». Arranque: penumbra de bajo, cajón con escobillas y eléctrica. «Entreacto». Tema y nombre del disco editado junto a Diego Clemente, ausente con aviso, de toque por ahí con Lito Vitale.

Toma tres: Procesión de música y amigos por el escenario. Paco de Lucía en la memoria de Horacio Burgos. Dimensionar el magnetismo de un guitarrista. «Daimón». La música en el centro de una palabra honda. Infancia del homenajeado en la pantalla. Años de jugar en la calle. ¡Todos eran Pacos! La referencia a cada madre bastaba para diferenciarlos. Paco de su madre, Luzía, o Lucía. Paco de Lucía, pues.  «La calle enseña muchas cosas…»

Luis Lewin al Steinway para Piazzolla. Arreglos de Ernesto Romero. Persecusión de piano y guitarra para desmentir el sentido de «Oblivion», para decir que están todos vivos, acá, ahora. Mateo también. «Esa tristeza», de Eduardo, que es pura alegría paseando por la Rambla y otra vez Paco contando cosas de chicos, de cómo el flamenco se fue metiendo en la vida…

Toma cuatro: Clima de fiesta. «Cueca del gusanito». Perinola de Soria y Burgos. ¡Todos ponen! Duelo y empate de palmas y aplausos. Siguen los amigos. Sube Andrés Utello, amigo de lejos y de cerca. «¿Damián Torres estás?

Encuentro de bandoneón y poesía. El fuelle mete una melodía que silencia los cubiertos. Andrés recita «El iluminado», en honor al camino recorrido, al padre, a su forma de olvidar. El aire de Cocina de Culturas se corta con un verso. «El peregrino azul», para que «la vida llena de música se haga palabra». Beso de Burgos a Torres. Abrazo de Burgos a Utello.

 

«Nube gris» devuelve al trío. Música emocionante. Pero emocionante en serio, porque hoy todo es un «horror», todo es «tremendo», «terrible», «impresionante», y casi nada lo es. Pero «Nube gris» es emocionante. No terminan los aplausos y Bobarini solito mete a los Hermanos Ábalos en su bajo. «La juguetona». «¡Bravos!» a Bobarini.

Toma cinco: Mitad de la noche. Alegría en las mesas. Reposición de vinos en algunas. Escenario vacío a la espera de más sorpresas. De repente, Alfredo Alcón en los parlantes recitando a Lorca. Primera elegía del «Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías». Recuerdo amable de un profesor de escritura, Eduardo Chaves, que lo recitaba quebrando la voz, porque tiene que ser así. A minutos de la medianoche, Lorca y Alcón imponen las cinco de la tarde. Burgos inicia los aplausos y junto a Juan Ignacio Martínez, saluda a Manuel de Falla. «La vida breve» sigue siendo una forma sublime de esquivar la sombra de la guadaña con cara de perro que tumbó la olla. El anfitrión deja a Martínez y a Leandro Carranza intepretar «A media tarde», de Juan Carlos Ingaramo. La República de San Vicente puede sonar en un vals. Cambio: Salen Carranza y Martínez. Entran Burgos y Soria para «Un tal Lucas», o música para rememorar cuentos. Entre sus luchas con la hidra, su patriotismo, su patrioterismo, su patiotismo y demás genialidades, una sobre el destino de las explicaciones: «En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones. Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que pueda ocurrir el día en que alguien consiga explicar también el basural.»

Toma seis: Gran angular: Bobarini, Clark, Torres, Burgos. En el centro: Luci Rivarola. Tema: «Arenita del este», de Carlos Medina. Arranca Torres, lo sigue Burgos. Casi un fogón para una voz que crece en hondura sin perder color de niñez. «Tu calma conmigo, arenita del este, caminito al mar». Alguien habrá, lejos del cuento de un tal Julio, que consiga explicar lo que genera el sonido del bandoneón.

Bajan Luci y Damián. Sube Lewin. Incógnita: No se sabe si Luis sube para tocar «Geriva» o «Geriva» es un pretexto para aplaudir largo a Luis. Bis del interrogante: Ernesto Romero y «Papa Chinvo». Autorrespuesta: Disfrute sin más de los pianistas, estimado. Disfrute nuevamente a Damián Torres y descubra a Daniel Simons cantando «Desencuentro». Espere el «chan chan» para compartir un «Foooo» con quien tenga a mano. Anote que Torres cede el acompañamiento a Burgos para una versión de «María». No se le escape que varios aplauden de pie.

 

Toma siete: Plano inclinado. Bandoneón y Guitarra. Piazzolla. Dos de la Serie del Ángel: Milonga y Muerte. Después de todo lo que sonó, después de correr los muebles del archivo de la entendedera para hacerle lugar al presente recital, la Milonga y la Muerte del Ángel, como puertitas de vidrio al recuerdo para que no entren pelusas, para perpetuarlo.

Hay saludos del anfitrión a tanta gente, en especial a Mery Murúa, de casorio por ahí, y llegando al final, una de Bill Evans, «Cuando nos encontremos de nuevo», versión que podremos tener cuando salga el disco de Burgos y Torres. Anduvieron justamente en eso, últimamente.

«Yo tenía un guión pero el tiempo se dedicó a tirarnos otra letra…» Detalle: con tanta gente que pasó por el escenario, podríamos haber justificado alguna falla de sonido. No fue necesario. Agradecimiento de Horacio a Mariano Villegas, a tanta gente que hizo posible esta fiesta.

En el fin, «Libertango». Un espectáculo ver a Lewin y a Romero peleándose al costado del escenario. «Andá vos». «¡No, andá vos!» «No no, dale, subí vos…» Finalmente, se quedan a escuchar cómo Torres revira la melodía y Burgos pone la guitarra en quinta. Piazzolla en fuga.

Aplauso de pie al saludo en línea de los protagonistas. Se van los protagonistas. Vuelven los protagonistas. ¿Qué podemos tocar? Una de Gismonti. Más o menos la bolsa de donde salen los bises… Una historia rebelada en la semana cuenta que un fotógrafo cordobés logró una imagen cenital de Egberto, desde el lucernario del San Martín, hace unos años. El fotógrafo envió una copia a Río, el maestro quedó fascinado y todo terminó con el cordobés viviendo un mes y pico en la casa del músico, registrando vivencias para un documental.

Toma ocho: Repaso de los nombres y apellidos de la noche. Sensación de privilegio. Repaso de las caras de todos. Sonrisa como paño de lustrar puertitas de vidrio a un recuerdo que no tendrá precio.