Todos estos años de gente.

Furia Nacional celebró sus 10 años homenajeando a Spinetta

10-06-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Este viernes en la Sociedad Belgrano, el programa de Nuestra Radio conducido por José Ávila convocó a artistas locales y nacionales para celebrar su décimo aniversario con un saludo inolvidable a la obra de un músico inolvidable. Crónica incompleta de la felicidad plena.


Furia Nacional celebró sus 10 años homenajeando a Spinetta

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Ricardo Cortés. 

Hasta que apareció. Entre las formas apuradas de clasificar subjetividades, las cajas de mudanza. Algunas parecen miniaturas del Machu Pichu. Por entre los objetos embalados no pasa un bisturí. Otras, muy en cambio, enarbolan la bandera de Tinto Brass, para no ir más lejos. Entre el colador de pastas, una revista Pelo y el coso que sostiene y hace girar el rollo de papel higiénico, la libreta de estudiante.

A ver la foto… A ver la firma de Von Sprecher… A ver la nota de Economía y Comunicación… Un Garré. A ver la nota de Epistemología… Un Diego. ¿Seguirán regalando nota?

¿A ver la de Redacción Periodística? Claro… El viejo Baravani seguirá recorriendo kilómetros y kilómetros en bicicleta para olvidar trabajos prácticos impresentables…

En otra sucursal de Baco andarán los apuntes. No encontraremos textos que hablen de cómo cronicar sobre un evento cuando se ha llegado tarde. Los años y las veredas sugieren la simulación y el recato.

Hay un sentido de la oportunidad que desaconseja el rechazo fuerte. Optemos por un leve «Minga». ¿Es conveniente obviar la demora y relatar desde la ausencia con datos recopilados y comprobables?  Minga.

Llegamos tarde. Nos perdimos gran parte de un recital que pretendíamos vivir de punta a punta. Claro que tenemos los datos elementales. Pero antes que el decoro de un relator omnipresente que refiere la acción en tercera persona y de un fotógrafo quirúrgico, el broncón en primera persona del plural, para amontonar a dos egresados de comunicación, medios pelados, muertos de frío, hambreados por el recuerdo hostil de un sanguchito allá lejos, en el almuerzo de un viernes que a media tarde sentenció, alpargata en mano, o en reloj pulsera: «si no terminás de hacer todo lo que no hiciste en la semana por andar en la luna de Yofre Norte, te quedás bien en las casas te quedás.»

Barcelona y Ferroviario. De Maipú Bajo a la Sociedad Belgrano (le dejo picando el disco). ¿Por el vado de San Vicente o por General Paz? Por el aire como un tiburón si hace falta.

Sabattini, Bajada Pucará, Nudo Vial, Costanera, Puente Maipú, Fray Mamerto, el Prócer que no ve ni más ni menos, Diagonal Ica, Leandro N de Naranjita. Vayan nomás me pagás a la vuelta. ¡Naranjita presidente!

¿Qué nos perdimos de un recital-festival-fiesta de cumpleaños-homenaje-juntada hermosa de artistas cantando a Spinetta?

Nos perdimos a Juan Terrenal cantando «Jardín de gente» y «Bajan»; a Los Pomelos interpretando «Verde bosque» y «Todas las hojas son del viento»; a Marcos Luc con «Ana no duerme» y «La montaña»; a Ariel Borda con «El anillo del Capitán Beto» y «Plegaria para un niño dormido» (¿ya es demasiado no?); a Guadalupe Gómez cantando «Vida siempre» (nos perdimos a Guadalupe cantando «Ademán de tocar tu piel, resplandor, dulce contraluz…» No tenemos perdón…), y «Asilo en tu corazón» junto a Las Rositas; a Las Rositas y «Halo lunar», y Enrico Barbizi, uno de los productores, con «Que ves el cielo» y «Contra todos los males de este mundo». Por nuestra culpa, por nuestra culpa, por nuestra gran culpa. Ida y vuelta a la iglesia ortodoxa de Anisacate caminando con porotos pallares en las champion.

Exonerados por las ampollas, vamos con lo que sí vimos y escuchamos.

 

Cuando Mery Murúa cantó «Barro tal vez», precisamente cuando cantó «Ya me estoy queriendo», dejamos el vuelto de la cerveza suspendido en el aire. El final, cuando soltó el verso «donde el río secará para callar», nos dio unas ganas de aplaudir de esas que vuelven a los tres o cuatro minutos en forma de «Che qué bárbaro…» Después, «Los libros de la buena memoria». Bastaron dos temas para justificar la imposibilidad de evitar el énfasis puesto en lo que nos perdimos. Seguro habrá quienes llegan sistemáticamente tarde a todo. Basta, sigamos.

¡Ningún basta! ¡Qué bronca! Bueno. A ver los músicos estables. Palín Sosa en la batería; Edu Valdés en la guitarra; José Gómez en el bajo y Juan Cruz Peñaloza en los teclados. ¡Quiero vale cinco! ¿Che Gonza quién es el loco ese que la está rompiendo? Guillermo Arrom, violero que te da vuelta el apellido y terminás en el Morra.

 

Leo Sosa sube y canta «Es la medianoche» y «Camafeo». ¿Se puede decir que la voz de Leo es la más cercana a la del Flaco? Se puede. Grandes interpretaciones. Enrique Aiello sigue con «Maribel se durmió» y «Credulidad». Spinetta es la recurrencia de un pensamiento inasible, al menos para los escribas. Tiene que venir un músico para que entendamos. Ya se verá.

 

Sube el cumpleañero. Es un agradecimiento con patas, una emoción con brazos, una alegría con ojos, una amistad larga con la mitad más uno de la asistencia. Si hay un título que abarque el momento, se lo regala Vivi Pozzebón cantando «Todos estos años de gente» y «Quedándote o yéndote». Una hermosura que da paso a Tincho Siboldi, un distinto con d de «Durazno sangrando» y «Dale gracias». Interpretación de Jade como para quedar con la cabeza hecha un florero.

En el final de la primera parte, mientras Luis Paredes y Daniel «Pito» Campos se mandan un mural de locos al costado del escenario, todos los artistas, los que nos perdimos y los que disfrutamos, suben y cantan «No te alejes tanto de mí». Es una foto para las páginas centrales de los libros que vendrán.

 

Momento de calmar el hambre, de saludar amigos, de divisar muchachos con nombres acortados que también juegan con sus apellidos, como Fer, que se descubre en las latas de tomates Gentleman, o como Fede, que le manda Flores a Luis Alberto. No vemos por ahí a tantos que podrían estar y no están, por tantas razones que, también, podrían no estar y sin embargo están. Siempre habrá tiempo para más y más fiestas. Con pensar en los temas que quedaron afuera de la lista tenemos como para después del mundial. De Rusia.

Segundo tiempo. Junto a los músicos Luis D’Agostino en guitarra,  Matías Marquesano en piano y Luis Ocampo en percusión, el gran Emilio del Guercio inicia su set con dos joyas propias. «Cambiándome el futuro» y «Las cosas por hacer» llevan la memoria de varios al regreso de Almendra. «Brumas en la bruma», a su vez, nos regresa a Aquelarre. En honor a su obra incesante, suena un tema nuevo: «Soledad». Casi en el final, el clásico «Violencia en el parque».

En un momento emotivo, Pepe Ávila y Federico Sanmartino suben al escenario y le regalan dos libros y un retrato. Es un ida y vuelta de gratitud. Los bises suenan con un coro multitudinario. Algunos dirán «Tema de Pototo»; otros, «Para saber cómo es la soledad». Todos cantarán «Fermín».

 

Teoría de inminencia aplicada. Antes de la estampa real de Javier Malosetti sobre el escenario, la disposición de varios a prefigurar la bestialidad de la música en la Sociedad Belgrano.

Bajo color Taiere. Beso al cielo y «Yo miro tu amor» para arrancar estrellando sombras enormes en los extremos del recinto. Cada intervención desparramará risas, como es costumbre. «No gracias, hoy no tomo fernet, vengo tomando whisky desde las dos de la tarde». La presentación será una calesita de silencio, estupor, aplauso, risa, silencio, estupor… Por momentos, el bajo se ensimisma y hay que callarse (aunque algunos conversen juna y gran siete. ¡Ssshhhhh!) «Mira qué gusto da…» Músicos tremendos «Para ir». Javier Martínez Vallejos en batería («no es aquel Javier Martínez, es éste, pero además es Vallejos»). Vienen temas propios. «5009», en homenaje a la altura de la calle Iberá, donde no imaginamos cuánto se ha vivido. El escenario es un éxtasis de luces verdes como los mismísimos esteros. Tremendo solo de bajo, para sacudir los resortes del redo.

De repente, Malosetti con la viola que a lo mejor era de su viejo. Calculando que también toca la batería como los mejores, y que su instrumento es el bajo, lo que hará con la guitarra bastará para entender las encuestas de los músicos y periodistas. Malosetti es una aplanadora sagrada, la santísima trinidad apilada en un mismo esqueleto de dos metros. «Vamos a tocar otro tema mío boludo, es un embole esto… «5am» se llama. Va a salir en el próximo disco. Fue grabado en completo estado de sobriedad».

Minuto para la historia después de los aplausos y gritos porque «5am» es un remolino que obliga a escribir «música superior» en los apuntes. «La Vieja» Barrios, el plomo histórico de Spinetta, le alcanza un papelito a Javier. «Loco hay un Citroen mal estacionado.» Después de leer la patente, un saludito al propietario. Habrá un lector de este suplicio que recordará el comentario y se volverá a reír.

Mariano Agustoni es el pianista de la banda de Malosetti. De Jujuy al mundo mundial. Javier lo presenta con un revoloteo de manos que juegan en la memoria con otras manos, las de «Para los Árboles». «Tu cuerpo mediodía» cierra la imagen.

Antes que un escriba, tenía que decirlo un músico, para que se entienda. «Es increíble… Cuarenta y pico de discos que no paran de dar clases de música». La frase rebota de nuevo en esa entrevista donde Luis se encoge de hombros cuando le recuerdan haber sido elegido el músico más influyente del rock nacional. «Son cosas para dorar la píldora… En todo caso demostrámelo.» Claro, pero si hay una escuela, o mejor, una Facultad de Spinetta, ¿en qué cátedra ponemos a Malosetti? Después de su versión de «Corto», de Pescado 2, ¿dónde lo ponemos?

«¿Están podridos de escuchar música? Tengo unos 18 temas más. Tengo uno que se llama «Ciego nuevo». Sino podemos tocar algún jazz bien cabezón, no sé…» Si a las 3am del sábado 7 de junio de 2014 el frío parte los oídos en Alem al 1700, «Ciego nuevo» de Malosetti es una caldera con Damián Carballal fogoneando desde la percusión.

Vuelve La Vieja Barrios. «Es un Martín Fierro este tipo». Sube Guillermo Arrom. «Vamos a hacer un blues. Que en el caso de Spinetta es un blues marciano… Mirá la guitarra que peló aquel (Arrom). Parece un buquebús encordado».  Y suena «Cementerio Club». Decir que suena es como decir que Maradona patea una pelota.

Después de los agradecimientos a todos, hasta a los muchachos de una pizzería «que se mandaron unos pollos de la concha de su madre» y a la Sociedad Belgrano, «donde toca desde La Mona hasta la Sinfónica y en el medio estamos nosotros», viene el final. «Voy a presentar a un músico que no sé… Yo era chico y me volvía llorando de Obras…» Y sube Emilio. Y cantamos «Ana no duerme».

Cruce de miradas. Che ya es 7. ¡Feliz día del periodista! ¿A vos te parece pelado que esto que hacemos es periodismo? Haceme el favor. Vamolón que se me están congelando.