Otro Sexteto Mayor

Cierre estupendo del Presenta Ciclo.

27-05-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Este viernes, Cocina de Culturas vivió uno de sus grandes momentos. El Presenta Trío y el MJC unieron sus músicas para emocionar a un recinto colmado. Crónica de una noche memorable.


Cierre estupendo del Presenta Ciclo.

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Palo Bizzarri.

Promedio de la semana que nos parió hace doscientos cuatro años. Pasadas las nueve de la noche, hace frío y hay música imperdible en por lo menos una docena de espacios. A la altura del casi 500 de Roca, una junta de tríos no sabe que juega a revisar fechas históricas. Otros instrumentos, otros nombres. En la noche del viernes 23 de mayo de 2014, la Jabonería de Vieytes de Buenos Aires se llama Cocina de Culturas de Córdoba.

Hay conciertos que invitan a releer. En los estantes, algunos libros dan un paso al frente y dicen «¡Acá¡ ¡Acá!» porque después de Toy Story, todos los objetos de la casa tienen vida. Conversan y juegan cuando no estamos y se ordenan a la velocidad de la luz cuando oyen las vueltas de llave que nos traen de regreso.

A pocas cuadras de Bella Vista, el Presenta Trío y el Trío MJC agitan, ¿por qué no?, las páginas de Andrés Rivera sobre el orador de la Revolución de Mayo. Para multiplicarnos una deuda impagable, la música desvía hacia la literatura y un simple escrito, que pretende contar el cierre de un ciclo de recitales memorables, puede mudar con los claroscuros de la siesta y demorarse en la voz de un autor feroz, condensado en silencios y párrafos como garrotazos.

«¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía? ¿Por qué, con la suficiencia pedante de los conversos, muchos de los que estuvieron de nuestro lado, en los días de mayo, traicionan la utopía? ¿Escribo de causas o escribo de efectos? ¿Escribo de efectos y no describo las causas? ¿Escribo de causas y no describo los efectos?» El mismo capítulo concluye: «Escribo la historia de una carencia, no la carencia de una historia.»

En el revés del talento, el deseo de contar sobre un concierto cierra un texto ineludible y deja que Castelli vuelva al abrazo incómodo del Farmer y el Manco. El sueño eterno de la destreza para escribir sobre las revoluciones internas de una música, se conforma a los cachetazos con describir un efecto, apenas uno solito de los tantos rebotes que por un par de horas se entrechocaron en carambolas felices.

En el revés del talento, el centro pasado de la utopía y la carencia porfiada de una historia que seguirá cabeceando el aire…

Había que ir temprano. «Miren que hay muchas reservas.» Ya salimos. «Miren que se van a acabar las mesas». Hay que pasar por un kiosco. «Miren que vamos a poner más y también se van a acabar.» Acá estamos. Un minuto y medio después del suspiro de alivio, se acaban las mesas y una coreografía de codos y antebrazos lustrará la barra de extremo a extremo.

 

Se está tan bien que no importa si se demora una grande de verduras asadas y si un malbec tres cuartos de San Juan rima sin querer con Susana Guzmán, referente del lugar, oradora de esa palabra fuerte que dejaremos tranquila, aunque nos de vueltas cuando avance la música. Susana dice «Buenas noches», agradece y presenta a un Trío que se llama como se llama para molestar a los redactores que no pueden poner «Esta noche se presenta el Presenta Trío» o «El Presenta Trío presentó tal cosa» o «En una presentación -adjetivo-, el Presenta Trío -verbo».

Desde la puerta del rincón, encandilados por un reflector que podría conseguir trabajo en el helicóptero de la polícia, suben los que molestan y aplaude la Jabonería.

Momento, algo cambió. Ah, sí. Hay un enroque de Martina y Freiría. ¿Habrán cambiado para que los sonidos de lo que se viene combinen mejor, o algo así? No. O a la manera de los gringos: ¡Ma nooo! Cambiaron para molestar nomás. Lo que no varía, y está perfecto, es el inicio de la lista. El continente de los temas que hacen mover los pies para seguir el ritmo se divide en dos hemisferios: el Norte, de talones reposados y sube y baja elegante de dedos con uñitas cortadas; y el Sur, agitado al fondo, de talones forzudos que martillan con todo el peso de los muslos. «Pedacito de agua» es un título reposado en la voz de Bressanini y agitado en un funky que mejora en cada presentación.

 

El solo de Freiría en «Pedacito de agua» es siempre un hemisferio aparte. En vivo, el solo de «Pedacito de agua» suma un trópico de Géminis que levanta dedos, talones, muslos y barbas como la del sonidista.

En las mesas con sube y baja del trópico de Géminis, la felicidad de escuchar a un trío santísimo que será dos, convive con la tristeza jodida de que todo terminará. Eso generan los artistas que molestan bien. Son así: cuando arrancan un concierto, revolean el placer de los que escuchan hasta engancharlo en alguna rama confortable y después se van a un disco anterior, a buscar una música que grafique el cuelgue que ellos mismos generaron. El Presenta Trío toca «Pedacito de agua» y después, con una fuga de ecos y una penumbra de bajo que recuerdan el inicio de un disco de música para volar, tocan «Sólo luz» de Carnota, sobre una base de Martina que bueno, che, todo tiene un límite. Que hagan lo que quieran con la música vaya y pase. Pero que a los dos temas ya hagan lo que quieran con nosotros… Paren un poquito. Hablá un poco Masi. Contá un poco de este ciclo que es el segundo así vamos bajando. ¡Cómo que ya viene el MJC! Pero Masi… ¡Pará loco! Ey… ¡Masi! Aguanten que todav… ¡¡¡Masiiiii!!!

Ma sí… Hagan lo que quieran.

El P3 y el MJC en escena. Postal del nuevo Sexteto Mayor: Teclados de Martínez con el piano histórico de la Jabonería tocándole el hombro; bajo pampa de Bressanini; bandoneón morenista de Jaurena; guitarra Pauny de Freiría; vientos patrios de Ciavattini y Batería libertaria de Martina. Música de bandera para limpiar virreyes.

 

«Zambita florecida» es una belleza de Pablo. Su bandoneón viene con micrófonos como antenitas de vinil para detectar la presencia de placer en los gestos de los anfitriones. Bachi French cabecea los golpes de las teclas; Masi Beruti cierra los ojos y Marco Matheu pierde la mirada en los fierros de los platos. ¡Viva la Patria!

Para ir a jugar «Al parque de los deseos» de Martínez, Ciavattini pasa del salxo alto a su hermanito soprano. El resto de los músicos sigue resumiendo los gestos de las mesas amontonadas, que aplauden y dejan de esperar lo que todos esperan: ¡suena la Primera Junta! Después de una intro como de Cabildo abierto, los seis tocan «Pa que se borren mis penas». «¡Las mías!» dirán varios. ¿Qué penas van a tener ustedes haciendo eso que hacen? ¿Y nosotros escuchando? Después de «Mamá Luz» y si no fue «Mamá Luz» van las disculpas, una que no falla: Otra vez Carnota, hombre alado de la noche. En «Grito santiagueño», el bandoneón es un terrón dulce de sal y la batería es un legüero heavy. Después de la primera, Bressanini toma agua porque Santiago del Estero da sed. Montado en la segunda, Bachi se manda un solo que sabe que suena tremendo. Sus anteojos lo corroboran, como si la guitarra hablara y las gafas dijeran: «por cierto, más bien, cómo no, macanudo.» Hay un lucimiento del fueye, un relámpago de luces y unas copas que brindan por Raulito.

La noche es un aleteo constante. En las décimas de «El sueño» sucede un cruce de banderines entre Hendrix y Gardel. Antes del fin, Carlitos se habrá chantado la Fender zurda y los rulos de Jimmy habrán cedido al invento del viejo Brancato. La guitarra de Bachi suena como para merecer todos los mimos de franela que su propietario le regale. Jaurena aplaude y toma la posta para la intro de «El camino». Mientras la mano derecha de Pablo firuletea nostalgiosa y la izquierda respira las sombras, Jorge saluda al Chango Spasiuk con la frente remota y la quena de Mauro le manda un abrazo ancho de «¡Bravos!».

 

En una fiesta de interpretaciones alternadas, Bachi caza la acústica y Masi canta «Lo que añoro», milonga que tiene a Franco Luciani en la versión del disco, a Pablo Jaurena en la versión en vivo y a la máquina de hacer chorizos por si hace falta. Cuando la letra pasa por «el recuerdo este que lloro y que me hace pensar», la memoria compañera del vino que va amainando viaja entre querencias orientales y, para molestar nomás, cambia por «Qué río para soñar, Olimar, tiene tu gente…»

Con Martínez sobre el escenario, el piano compadre de la Jabonería no podía quedarse callado. Mientras Pablo le estira el hojaldre a la intro de «Libertango», Jorgito le masajea las negras al Steinway y Mauro cambia de saxo como el viento de direcciones. De una obra concebida para perder la cuenta de sus versiones, nace desde el MJC uno de los mejores abrazos al mágico Astor. Retruco imaginario del P3. «Si ustedes reversionan un clásico del ‘Gato’, nosotros abajaramos otro gato y veremos quién es menos.» Desde «Free Folclore» suena «Corazón de penca» y la cosa se traba en el medio de la cancha. ¡Basta de gatos! ¡Canten «Mi burrito cordobés»! Y lo cantan, a pedido de la lista. De nuestro lado, nadie arrima pedidos porque ninguno de los dos repertorios tiene desperdicio y si las músicas se visitan, como la flauta de Ciavattini visita a «Maribel», estamos hechos. En la versión de «Ruedas en los palos», la letra de Spinetta recibe el viento de los Andes, «allá donde las cabras remontan el silencio y el hambre es una nube con las alas de trigo».

El aplauso se deja estar entre cada lujo. Para calmar el entusiasmo, Ciavattini cuenta de la invitación a este cruce de estilos que entiende diferentes: «Nosotros jugamos con reglas más claras. Ellos llegan al extremo en un tiempo record.» La definición desata un vaivén de frases de las que se dicen entre varones que se quieren, como previa a un gran momento. En el aniversario de la muerte de Yupanqui, la muchachada detona «La olvidada» en formato instrumental, el más hospitalario de la noche para las palmas.

Después de un tangazo dedicado a sus amigos de Laborde, viene el agradecimiento de Mauro, el saludo a los varios músicos que andan por ahí, como Damián Torres, y sigue el cruce de jodas.

«Cuesta abajo» marca el principio del final. Nadie sabe el valor de la foto que los muestra en línea, abrazados en el saludo.

 

Masi retoma el continuado: «Ahora la venganza de ellos. Tuvimos que aprendernos este tema…» Vuelve el gato y «Violentango». Apunte: el MJC es la partitura mejorada. El p3 es la barbarie divina. Cuando la música les desdibuja los marcos, las luces flashean y las mesas se sostienen las botellas.

En el final, «La aclaradora», para que Carnota siga juntando porotos en una de las noches que no podremos ni querremos olvidar.

Hay unas fotos de los músicos junto a Mariano Villegas, sonidista de Cocina de Culturas, que no vamos a publicar porque la alegría roza el sensacionalismo.

No insistan. Dijimos que no.

Bueno… ¡Pero un poquito nomás eh!