• Horacio Sosa
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Horacio Sosa

2021

En el principio fue Joan Manuel. (A propósito de la gira de despedida 2022 de Serrat).

Finales de 2021 y la pandemia de Covid 19 vuelve a nuestras fiestas de fin de año a decirnos que aún está ahí, acechando y efectivamente ingresando a nuestros cuerpos y a nuestras golpeadas almas, esto último omitiendo, en el lenguaje de las palabras, esa unidad indivisible que carga nuestra condición humana y que al menos cierta línea de la filosofía y de la medicina, se encarga de recordarnos.

Dice Stephen Nachmanovitch en su célebre texto “Free Play. La improvisación en la vida y en el arte” que en las actuaciones de los músicos -y en rigor, en ninguna actividad humana o disciplina artística- no hay errores, no hay accidentes, que todo error es un puente, que debemos cruzarlo, que sepamos ponernos cómodos frente a lo inesperado y nos dejemos llevar.

Entre otros tantos conceptos que aporta este violinista más conocido como escritor, adelante en el texto, y en línea con lo anterior, nos habla de aquellas cosas que cambian la dirección de nuestra atención y de los beneficios de ese cambio, que esas cosas o situaciones inesperadas que nos suceden mientras tocamos, son puertas o ventanas de acceso a desafiantes dimensiones de lo creativo.

Cito estas ideas porque, si bien no podía sustraerme al momento que todos estamos viviendo y consecuentemente a encabezar este escrito citando la palabreja maldita, debo confesarles que al decidir qué iba a escribir apareció el pensamiento “La Despedida 2022 de Serrat”, y como me enseñó Stephen, funcionó como un cambio de dirección de la atención.

Cuando Fito Páez escribió en su canción “Tratando de crecer” (cantada entonces por Baglietto): “Como decía un catalán/voy tratando de crecer/y no de sentar cabeza…” -corrían los primeros ochenta- se hizo evidente que no solamente mi generación había sido seducida -la que tenía casi 30 cuando el rosarino lucía sus recién llegados 20- por la voz y el pensamiento de Serrat.
La frase citada (“…voy tratando de crecer/y no de sentar cabeza…”) se inspira en los versos “prefiero (…) crecer a sentar cabeza” de la canción “Cada loco con su tema” del disco homónimo del hincha del Barça. Y la canción de Fito es reiterativa en las referencias a Juanito: otro pasaje dice “…todavía me emocionan ciertas voces…”. Es que como decíamos por aquellos años con mi compañero de Posdata, Pancho Alvarellos, a este tipo no sólo hay que escucharlo, no sólo hay que leerlo, a este tipo “hay que hacerle caso”.

Eran tiempos difíciles, de pérdidas traumáticas, de represiones marcadas a fuego, de querer vivir a pesar de todo, de recuperar rumbos existenciales, de llamar a las cosas por su nombre, y en todo esto, no sólo en cuestiones ideológicas, Serrat era como un hermano mayor que siempre llegaba a decir lo justo y necesario en el momento oportuno. Ya nos había emocionado con sus musicalizaciones de Machado y Miguel Hernández, ya nos había mostrado canciones “perlas” como “Cuando me vaya”, “Fiesta”, “Mediterráneo”, “De cartón piedra”, “Aquellas pequeñas cosas”, “Lucía” “Penélope”, pero luego vendrían otras maravillas, el hombre seguía buscando su mejor canción como desafiándose a sí mismo, y así nos encontramos con “No hago otra cosa que pensar en ti”, “Sinceramente tuyo”, “Algo personal”, “De vez en cuando la vida”, “Llegar a viejo”, “Detrás está la gente”, “Niño silvestre”, etc., etc.

La suma alcanzaría a la poesía de Mario Benedetti, y así, hasta que hoy caemos en la cuenta de que su producción ha acompañado todas nuestras marchas y contramarchas, nuestros despertares, sueños y ansiedades. Lo había hecho en los ’70 cuando parecía que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, también a la distancia, cuando no podía cantar en nuestro país durante la dictadura, luego cuando volvió después de Malvinas, aún antes del retorno democrático, y desde ahí, siempre.

Por eso nos dolieron como en carne propia su tumor y cirugía, por eso nuestra alegría al saber de su recuperación y de su apasionada actividad como productor de vinos. Pero también hay que decir esto: Serrat en los ’70 era para nosotros la canción en español -paradójicamente sus pares catalanes se lo cuestionaban- en tiempos de rock sinfónico, de bossa y tropicalismo, y de un sólo incipiente y bien intencionado rock argentino que hacía sus primeros pasos y que, si bien era en castellano, acusaba recibo -Beatles mediante- del ritmo del habla inglesa.

Y otra cosa: justamente de The Beatles también se trata: así como los de Liverpool habían tenido a George Martin en los arreglos orquestales y de instrumentos “clásicos”, Serrat tenía a Ricard Miralles, pianista y arreglador excepcional, en tiempos en que se consolidaba de este modo un tipo de sociedad creativa en la que el cantautor y el orquestador, desde dos quehaceres específicos, confluían en un mismo fuero estético: la canción.

Había otros ejemplos en dicha época: Milton Nascimento/Wagner Tiso, Michael Jackson/Quincy Jones, Chico Buarque/Francis Hime, y hoy podríamos sumar Spinetta-Páez/Carlos Franzetti o Caetano Veloso/Jacques Morelenbaum, entre otros ejemplos.

Cada vez que recibió los honores de distintas universidades -también de parte de la UNC- subrayó con humildad que espera haber aportado al oficio del cancionista (“De profesión cantautor” -se declara en “A quien corresponda” del álbum “En tránsito”) y no sólo en el hecho técnico de haberle puesto música a versos bien escritos, con un estricto respeto a los acentos propios de las palabras (hay célebres nombres que parecieran solazarse en la transgresión de los mismos), sino también en el sentido común de sus reflexiones. Frases como “Nunca es triste la verdad/lo que no tiene es remedio” o “¿No le gustaría vencer la tentación/sucumbiendo de lleno en sus brazos?”, o cuando describe el final de un amor “…Mientras tu duermes deshilaré/en tuyo y mío lo que fue nuestro” son como esas caricias que aparecen de repente y que siempre nos ayudan a vivir mejor.

Ojalá la pandemia no detenga la gira final de este hermano de la vida que es “Juanito” -como suelen llamarlo en su entorno cercano- y que no nos impida conectar por última vez, en vivo y en directo, con sus ya eternas canciones.

H.S. – 24 de diciembre de 2021.

 

2020

Los versos lo dicen. Fue en marzo.

Otoño cordobés de esos que nos hacen sentir: “otra que Mendoza” -contrariando a “Tonada de Otoño”, de Jorge Sosa y Damián Sánchez-.

Era un día radiante, de un celeste soleado apabullante. Pero el clima no se agotaba en “sol, despejado, sin viento y agradable temperatura”. El virus ya se había anunciado y andaba por las calles buscando a quién coronar. La vida había cambiado y estaba claro que no era un asunto privativo de los chinos y de los italianos. La ciencia se mostraba impotente y pateaba la pelota para vaya a saber cuándo. “¿Y ahora quién podrá defendernos?” -Gómez Bolaños dixit.

La sensación era -sigue siendo- de desamparo, de incertidumbre. ¿Esto es real o es una pesadilla? Cada día despertábamos y no podíamos creerlo: es real.

¿Cómo hacer para entrar en un letargo tan largo que al despertar nos devuelva a una vigilia donde todo sea como antes? ¿Como antes? ¿Estaba todo bien antes? (pregunta retórica).

El punto era la ambigüedad, nuestra ambigüedad, frente al tiempo. Íbamos de querer que pasara rápido a desear que fuera lento y nos permitiera demorar el momento de lo irreversible. Una amiga en un zoom tiraba “todos nos vamos a contagiar” y esa supuesta certeza debía ayudarnos a “soltar”, verbo tan en boga, algo así como “relajáte, ponete cómodo que así tus defensas estarán mejor”. Eso sí, con barbijo, alcohol y distancia, claro. Y así fue que salieron estos versos apurados, refugiados en la naturaleza, menos en la humana.

“Querer que el tiempo avance y que no
ponerse a salvo de aquello indómito
que desafía a este bello sol de marzo
en un cielo celeste que no sabe de la oscuridad humana”

Y después, un mes, dos meses, tres meses, cuatro meses y vamos por más que esto no cambia… Empeora. Y luego las dos lecturas, las dos visiones: “que la cuarentena fue tempranera y eso fue bueno para prepararse”; “que fue la más larga del mundo pero sin sentido”; “que la salud, que la economía”, hasta llegar a “vacuna sí, vacuna no”, “Pfizer sí, Sputnik no”. Se declaran “esenciales” al personal de la salud, al de seguridad y al de los medios de comunicación, pero motín mediante le suben a los policías pero a los médicos no… ¿? “Esenciales pero pobres” -reza un cartel de protesta de un conductor radial.

Pero en la cotidianidad, en la diaria, está la convivencia familiar, con sus luces y sombras, con una sensibilidad a flor de piel; y esa rutina, repetitiva, como toda rutina, que termina por hacer del 2020 un mismo día largo, o una infinita repetición del mismo día, como en “Groundhog day”, “El día de la marmota”, pero ahora no es el animalito regional de un lejano pueblo estadounidense que anuncia –según vea su sombra o no- que el invierno se va o se resiste un poco más. Esta vez somos nosotros, marmotas todos, en esa acepción tan argenta, tan bobos de no entender, que nadie gana en esta pandemia. Sigamos atentos, cuidándonos y cuidando al otro.

 

2018

Vamos por el Sí.

Tal vez me estoy pareciendo cada vez más a Statler y Waldorf, ¿se acuerdan? Esos viejos gruñones de “Los Muppets” que desde un palco de un teatro critican despiadadamente lo que ven en escena. Y aclaro que al decir “escena” o “escenario” lo hago metafórica y ampliamente. “La vida es un escenario” cantaba Roque Narvaja en los ’70;  “Actuar para vivir”, Fito y Baglieto en los ’80.

Tal vez lo etario, cuando ya se superaron los 60, sea determinante de una paciencia menor o de una irritabilidad mayor frente a lo que se ve y se oye en los medios, y también fuera de ellos, y me refiero no sólo a lo que me toca profesionalmente, es decir la música, la canción y afines, sino a la cultura en general, la política, la sociedad a través de las distintas manifestaciones de sus instituciones representativas (o supuestamente representativas).

También puede ser que con los años uno tenga menos filtros, menos escrúpulos y elija decir las cosas más resuelta y sinceramente. O a lo mejor, consciente de que uno tiene más tiempo vivido que por vivir, concluye en que tiene más sentido -si de lo que se trata es de incidir en nuestra realidad- que sea de ese modo. Que contribuye más ésa manera descontracturada y franca, que así es más constructivo lo de uno, así sea “destruyendo”.

Por momentos, doy marcha atrás, recapacito y me digo que si abandono ceremonias de convivencia, gestos conciliatorios, moderadas y “moderadoras” palabras -sobre todo con taxistas y vecinos de la verdulería- es que no aprendí nada en esta vida. Que despotricar contra esa estación de radio que “encadena” a la gente, o contra el reggaetón que mete ritmo y culos compulsivamente, o contra redes sociales que no nos comunican sino que nos atrapan, es evidentemente inútil, es perder el tiempo. El tiempo que ya no tengo. (Y aclaro eso de los culos y el baile: yo también los veo, claro, y hasta bailo, y celebro que lo hagan, porque no pasa por ahí, no es una objeción moral ni estética). Hablo de la maquinaria comecabezas.

Pero es que esas redes son jodidas, aquellas de las que Charly alertó: “(…) los carceleros de la humanidad / no me atraparán / dos veces con la misma red…”, porque de verdad que nos agarran, nos impiden andar, avanzar, ir, buscar, son  esas “sillas peligrosas” que te invitan a parar, que te detienen, como escribió Silvio.

Entonces nos plantemos y digamos que No: no por aquí, no por allá, no para adelante y no para atrás, no para los costados, no hacia arriba y no hacia abajo.  Pero andás repartiendo “noes” a diestra y siniestra y parecés el amargado, el resentido, el “reheavy-rejodido” de la familia o de la cuadra.

Y resulta que Lennon se copó con el Sí, y más allá de la anécdota, creo que podemos considerarlo como una señal del maestro de Liverpool. La anécdota: era una exposición de arte de Yoko. Y había una escalera. John trepó la escalera que conducía al techo del salón donde había un letrero oculto que decía: Sí. John lo leyó y se sintió identificado. Fin de la anécdota.

Seamos críticos como los viejos de “los Muppets” -aunque con mejor gesto y predisposición- y adoptemos el Sí.

La otra cara del No es el Sí; donde hay una negación hay una afirmación. Y si bien cada No tiene su fundamento y es atendible y necesario, dicha argumentación cimentará su contracara, el Sí.

No digo tal programa No, tal canción No, tal cantante No, tal político No. Le diré No a este diciéndole Sí a aquel.

Por eso -y más allá de que estén vivos o muertos (algunos se burlan exitosamente de la parca)- va mi eufórico Sí para todos los que integran la siguiente sucesión de nombres, escasísima por cierto, y mis disculpas a todos y todas los/las que quedaron afuera:

Gardel y Lepera, Enrique Santos Discépolo, Aníbal Troilo, Homero Manzi, Ástor Piazzolla, Luis Alberto Spinetta, Charly García, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Fito Páez, Gustavo Cerati, Mercedes Sosa, Raúl Carnota, Lisandro Aristimuño, Jaime Roos, Jorge Drexler, Dominic Miller, Chico Buarque, Lenine, Djavan, Caetano Veloso, Juan Quintero, Carlos «Negro» Aguirre, Jorge Fandermole, José Luis Aguirre, Marcos Luc, Candelaria Zamar, Joni Mitchell, Marisa Monte, Gal Costa, Esperanza Spalding, Liliana Herrero, Clara Cantore, Hugo De la Vega, Tomás Arinci, Santiago Ruiz, Pedro Saborido, Diego Capusotto, Marcelo Zlotogwiazda, Reynaldo Sietecase, Alejandro Berkovich, Dante Leguizamón, Martín Kohan, Iván Schargrodsky, Myriam Bregman, Daniel Filmus, Néstor Pitrola, Victoria Donda, Juan Grabois, Álvaro García Linera, Evo Morales, Pepe Mujica, María Teresa Andruetto, Martín Caparrós, Horacio González, Beatriz Sarlo, Daniel Arroyo, Carlos Heller, Julio Cortázar, Rodolfo Fogwill, Rodolfo Walsh, Alberto Laiseca, Ricardo Piglia, “A pique”, “Sueño de arena”, “Pasarero”, “Sinfonía n°3 de Brahms”, “2do movimiento de la 7ma Sinfonía de Beethoven”, “Amar y dejar partir”, “Seven days”, “Samba em preludio”,“Genipapo absoluto”, “Cajuína”, “Construcción”, “Pedazo de mim”, “O que será”, “Milonga de Gauna”,“El hombre de la calle”,“Blood of eden”, “Dont’ give up”, “For no one”, “In my life”, “Yesterday”,”Is there anibody out there?”, “Comfortably numb”, “Happiness is a warm gun”, “Palhaco”, “Agua y vino” “Muchacha (ojos de papel)”, “La bengala perdida”, “Dime la forma”, “Maribel”, “Amanecer tropical”, “Pena y río”, “Una carta”, “Desapariciones”, “Pedro Navaja”, “El Padre Antonio y el monaguillo Andrés”,  “Zamba para olvidar”, “Zamba de Lozano”, “La Pomeña”, “Balderrama”, “Always and forever”, “A remark you made”, “Antonia”, “La casa de al lado”, “Milonga paraguaya”, “Alto el fuego”, “Sea”, “Memoria del cuero”, “Ámbar violeta”, “Amarcord”, “Gritos y susurros”, “Pasqualino  siete bellezas”, “Youth”, “La Grande Bellezza”, “La vida es bella”, “Los simuladores”, “Black Mirror”, Futurock, Radio con Vos, Axel Kicillof, Claudio Lozano, Louta, Los Espíritus, Toch y la lista continúa expandiéndose al infinito y más allá…

 

2014

Este 2014 que acaba fue muy activo en las cuestiones de docencia musical. Y, como siempre, toda elección por algo implica renunciar a otra cosa. Claro que  esto, por suerte, nunca es tan absoluto. Tuve mis toques, pero en el 2015 quiero tocar mucho y grabar cosas nuevas. Ojalá se me de.

Abrazo a todos. ¡Gracias!

Va  una foto de los músicos con los que me gusta tocar y a quienes convocaré nuevamente en el 2015: Primero de la izquierda, quien les habla, luego Palín Sosa, Sebastián Bergallo y Leo Sosa.

 

2013

Me viene saludar a mis pares músicos… Desearles (y así también me lo deseo a mí) creatividad para conseguir y “tocar la melodía de este tiempo”, lo pongo entre comillas porque es una letra de una de mis canciones.

Este tiempo, decía, que es muy complejo y conflictivo. Ojalá sepamos mantener, confirmar, fortalecer nuestros más altos valores de convivencia y solidaridad. Que los hechos recientes no nos lleven a lecturas de intolerancia.

Abrazo a todos, y les comparto “Este es el tiempo”, canción que tiene una música de mi hermano Carlos y mía, y una letra que refleja mi interés por el tema del tiempo.

 

2012

Este 2012 -que no acabará con el mundo y sí acabará pronto- me ha resultado muy largo.

De movida nomás nos trajo la partida física de

Luis Aberto Spinetta, un maestro de aquellos, un guerrero, un francotirador, tan inspirado como lúcido. Pero siempre estará con nosotros con centenares de canciones inolvidables que aún guardan secretos por descubrir.

Fue un año de mucho trabajo, docente y musical, tocando con mis hermanos Leo y Palín, con Seba Bergallo y Diego Bravo.

Espero que el 2013 traiga un nuevo disco y actuaciones con la banda. Pero más que nada -pensando en todos- que venga con paz y justicia para este mundo, que nos sigue albergando a pesar de nuestra propia hostilidad.

Abrazo.

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