• Gastón Testa

Gastón Testa

Foto: Juls Sánchez.

2013

Tiempo atrás, imaginaba que sacar un disco sería como abrir una ventana más en la casa de todos, por la que cada quien podría mandarse cuando le pintara y aparecer en una esquina cualquiera del país de la canción, donde yo podría esperarlos con el fuego encendido, la mesa puesta, el patio regado. Quiero decir, imaginaba que lo importante estaba en dibujar la ventana.

Este año comencé a ver que la cosa es –quizás- menos mágica y que recién empieza ahí, con un puñado de canciones puestas en la vereda: hay que vestirlas para la ocasión, aprender a caminar con ellas y algunas veces meterlas de nuevo para adentro cuando pasan apurados los de Cotreco. He sentido la necesidad de aprender un vagón de cosas. Allá vamos. Les cuento que mi piano rojo se llama “Huguito” por el soldado que este año entró en la historia y se sembró en millones, el gran intérprete de la hora latinoamericana, repatriador de certezas y sembrador de esperanzas a los cuatro vientos, artífice de un camino que parecía imposible, irreemplazable, inmenso, comandante Chávez.

Y, por último, como ha dicho un periodista: “no hubo estallido social sino el intento fallido y violento de provocarlo”. El año pasado he celebrado con ustedes que por primera vez en 200 años nuestro país ha rebasado un límite histórico: el que condenaba a los proyectos populares a no durar más de dos períodos electorales. Sigo creyendo que somos un país con buena gente, que lo que tenemos es bueno, y que puede ser mejor. Pero es frágil. Y una de las maneras de cuidarlo es elegir correctamente las palabras con que se lo nombra.

 

2012

En el 2012, la voluntad popular rebasó un límite histórico: el que condenaba los proyectos nacional-populares a no durar más de dos períodos electorales. Cuando las verdades históricas adquieren el rostro de la gente, su espasmódico encanto, se vuelven indetenibles. Este primer año de un tercer período de gobierno popular consecutivo, parece confirmarlo. Con eso me basta, para abrazar en los que quiero a un país entero cuando den las cero del primero de enero. Este año, además, pude editar mi primer disco. Una edición hermosa y bastante cara. Y la garpé todita de mi bolsillo, el de un laburante como cualquiera al que no le sobra ni un cobre (ni uno, eh) ¿Tendrá algo que ver esta suerte con la del país?

Aprovecho una vez más para agradecer a tres personas que hicieron aportes invalorables y decisivos en este viaje hacia el país de la canción: José Luis Berrone, Hernán Capelletti, Pablo Granja.

Y siempre están los amigos, la familia, los compañeros, todos estos años de gente de la que uno está hecho. Y está toda esa gente que a diario se derrama en gestos de amor y entrega hacia las cosas en las que cree. Argentina, es un país con buena gente. Y vamos a ser mejores. Esta vez no nos van a parar. Alegría y gratitud, es lo que siento. A pesar de todo, que tampoco es poco. ¡Salú, karajo!

PD: en febrero, se puso las ramas de ese sol que lo esperaba para usarlo como al aire. Va a doler mucho, por mucho tiempo. Su ropa está vacía.

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