• Fermín Peludero

Fermín Peludero

2015

Dicen que todos los bondis, o todos los autos, motos, bicis, peatones, perros, etc., tienen un paso obligado por el centro de la ciudad antes de seguir su viaje hacia el destino previsto. La cuestión es que el centro de algo puede ser cualquier lugar… Ya sería poco realista pensar que el centro de nuestra ciudad es sólo aquel determinado por el cabildo, la catedral y otras referencias. Referencias que en nuestros tiempos nos llevan más a un centro comercial que a un punto central de una ciudad que crece bajo el lema del consumo obligado.

Resumiendo un poco, este año tuve la experiencia de tocar con mi grupo de Blues Papa Banjo, a lo largo de ocho meses, todos los miércoles, en Los 7 Locos Arte Bar, lugar que fue mi centro. En realidad está ubicado en el que fue este año, para mí, el centro de la mayoría de mis actividades nocturnas: Barrio Güemes.

Esto ya no es nuevo, Güemes creció y quizá también como nuevo centro comercial alternativo, lo que no deja de ser muchas veces un pequeño autoengaño de mucha gente que ya no se conforma con haber adoptado una forma de ser calcada de otras formas de ser, sino que ahora van por una nueva forma de ser más “cool”.

A pesar de esto, esta movida pudo usar algunas de sus vidrieras, no sólo para exhibir artículos materiales de consumo, sino también, para bien o para mal, para dar lugar a que ciertas bandas o pequeñas expresiones culturales muestren su arte. Así, volviendo al tema del paso central obligado, cada vez que pasé por la noche de Güemes, me fue imposible no parar porque algún sonido pudo captar mi atención.

La jornada de trabajo de las bandas o grupos o dúos, lo que sea, no sólo se limitó a los viernes, sábados y domingos, sino que este año pude ver cómo el barrio mostró arte también desde los martes por ejemplo.

Pero atención, y para ir terminando mi pequeña reflexión sobre este año: El nivel artístico (y me refiero a la capacidad de mostrar propuestas nuevas, diferentes, no sólo al nivel técnico de los músicos), debe lograr la independencia con respecto al  “ojo crítico”, muchas veces no muy autorizado, otras veces sí, de los dueños de los bares que forman parte de la zona, no dejando que se monopolice la estética por caprichos de los dueños de la noche, que muchas veces sólo hacen balances de cuánta gente consumió esa noche, cómo les cerró la caja, y el pago a los músicos: vemos después del show.

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