Noelia Minatto

Noelia Minatto

Foto: Leo Apazza María.

2016

Cuando me invitaron a hacer un balance, lo primero en pensar fue: ¿Qué reflexión podía aportar para el cierre de un ciclo? ¿Cuál podría ser mi balance y mi aporte? Entonces empecé a escabullirme en los recuerdos, no sólo en imágenes, sino en vivencias y emociones que este 2016 me provocó.

La verdad es que desconozco el número exacto de obras teatrales y de danza que hubo en cartelera durante este 2016. Pero sí sé que han sido muchas, y en cuestiones dancísticas en los últimos años han proliferado hacedores, que con grandes motivaciones y un espíritu inquieto han sembrado un espacio en la danza profundamente activo. Y eso alegra, y mucho.

Denota una nueva energía e interés, una nueva camada de artistas que con una valija pequeña, con preguntas, ideas, pasión, y algo de locura se embarcan en las más diversas producciones. Creando propuestas y espacios para bailarines y gustosos de la danza, en franco ascenso.

Por eso me gusta pensar a los artistas cordobeses como “mandados”, como arriesgados. Porque arman su pequeña valija, sus muchas, muchísimas ganas de hacer con la sola voluntad de construir y compartir una visión, un modo de sentir y vivir el arte. A pesar de que muchas veces escaseen los medios, y la falta de apoyos económicos estén al orden del, día ellos se lanzan, nosotros nos lanzamos.

En lo personal, cuando me embarqué en el proyecto de Azúcar Negra, acompañada por mi amigo y director Lucas Leiva, no tenía ni idea para dónde iría. Tenía más dudas e inquietudes que certezas. Sólo había un norte, mi pasión por comunicar aquello que llevaba en mí por mucho tiempo. Las ganas de crear y de compartir con otros mi pasión por la danza, ya que este proyecto comulga el trabajo desarrollado para mi tesis de Licenciatura en Gestión Cultural, el camino de aprendizajes recorrido en los ritmos latinos durante varios años y el ánimo de darle a estos un nuevo escenario, sumando la posibilidad de combinar en él distintos lenguajes musicales y de danza.

Pocos días antes del estreno estaba ansiosa, intranquila, con muchos sentimientos encontrados, propios del momento. En uno de los ensayos previos, tomando en cuenta mi estado, un diálogo simple me impactó profundamente. Uno de mis bailarines me dijo: “¡Tranquila! Te embarcaste en una locura, y te está saliendo.” Y me sonrió. Algo ahí cambió. Pude vislumbrar todo el proceso que habíamos hecho y su enorme significado. Fue un momento increíble. Sí, era real, estaba sucediendo. Una vez más me convencía de que cada cosa sucede cuando tiene que suceder.

Pienso, con esto, cuánto significará sus procesos para cada hacedor, cuánto sacrificio y horas de esfuerzo y amor. Más allá de la experiencia que se tenga, llevar a cabo una propuesta escénica es un lanzarse al vacío con una gran entrega. Todos pasamos por ahí y lo importante está en atravesarlo. Yo lo atravesé y claro ejemplo de que muchos también lo hacen es el que haya habido tanto para ver y emocionarse en la escena teatral cordobesa de este 2016, y de los últimos años, lo cual provoca en mí una gran felicidad y orgullo; y más ganas de hacer y de querer ver.

En resumen, ¡hay que hacer señores! Jóvenes y no tan jóvenes, creadores, hay que hacer y

equivocarse lo que haga falta. En el camino habrá crisis y obstáculos, seguramente. Pero hay una sola manera de honrar al arte, de crecer y evolucionar: creando.

Mis deseos en este 2017 pasan por seguir progresando con nuestro equipo de Convergentes, compañía de danza y con nuestra querida Azúcar Negra, llevando sabor y alegría por muchos más escenarios. Y  que Córdoba desborde, rebase de propuestas de teatro y de danza.