Martín Pinus

Martín Pinus

2017

Actividad Literaria.

Parece que desde hace unos años la literatura de Córdoba fuera un grupito de cinco amigos que se hacen la gamba de promocionarse a sí mismos en los medios, programas o espacios donde (casi escribo “trabajan”) habitan. Son los aprobados por el sistema. Ni hablar de los grandes medios, que, como parte de otros grupos que se los han tragado de una dentellada, son funcionales a comunicar lo que ellos mismos de encargan de vender y cobrar por otras ventanillas. No discuto calidad, estilo, ni nada que se le parezca. No soy quién, nadie es quién para semejante ridiculez. Nada nuevo, por otra parte. Fuera de eso, no frecuento otros círculos, porque los círculos son eso, encierran, dejan más afuera que adentro, así que la única actividad literaria de la ciudad que puedo hablar es de la mía.

Comparto algo de lo que leído este año:

«Madre Noche», de Kurt Vonnegut, va directo al hueso y más allá. Con estilo, con clase, sin floreos. Una historia potente, personajes ricos, capítulos que se encadenan como collares, todos los tiros en el blanco. «Pájaro de Celda», sin embargo, es lindo de leer, con ese estilo tan a la yugular, pero. Hay cierta apatía. Hay personajes, sí. Hay historia, también. Pero son imanes chiquitos, no hay una atracción que logre que no te desprendas del libro ni para ir a tomar el colectivo.

Un par de libros clásicos de misterio de la reimpresión del Séptimo Círculo que sacó algún diario: «El señor Digweed y el señor Lumb», de Eden Phillpotts, y «Los anteojos negros», de Dickson Carr. Criminal minds, La ley y el orden, The blacklist, The mentalist, CSI y las series de misterio policial que se te ocurran nacieron de libros como este y como los de esta colección. Con menos descripción, ingenio, tensión narrativa y riqueza de los personajes, claro.

También caí en el aburrimiento de «Hombres sin mujeres», de Murakami. Parecen cuentos escolares. Lineales. Los personajes no alcanzan a tomar brillo, a sacar la cabeza del agua. Debe ser uno de los pocos libros a los que no les he marcado ninguna hoja, o casi. Supongo que la editorial debe haber hecho un buen negocio. Por suerte tenemos sus novelas.

Recuerdo un libro objeto canjeado en verano de 2017 en una feria de Villa Las Rosas, sierras de Córdoba. Una caja de Phillips Morris 10 con rollos de poemas como puchos dentro. Lírica tóxica. Una bella muestra del amor por las letras, de que lo esencial sigue siendo compartir sentimientos. La poesía de Tino se fuma y se convida.

Fui mechando también con los Poemas Completos de Yeats, gran edición de Alción. Pasiones. Corazones amados o atravesados por lanzazos, unicornios, estrellas, barcos, batallas, almas errantes, lágrimas y lunas. Recomendables en dosis de al menos un poema por semana.

Devoré «La muerte voluntaria en Japón», de Maurice Pinguet. Seppuku. Samurais. Harakiri. Kamikazes. Padres. Hijos. Enamorados. Militares. Madres. Respeto. Honor. Dolor. Tragedia. Valor. Un libro sorprendente, que cruza la historia, el arte, la cultura, la piscología y la filosofía de un pueblo apasionante.

Cierro con el eterno «La broma infinita» de David Foster Wallace, que está siendo leído aún. El tipo es un monstruo, el libro es un monstruo, no se puede decir otra cosa. O sí. Poco más. Un monstruo que vale la pena enfrentar. La edición de bolsillo nomás tiene mil doscientas páginas. Pero alguien que se toma el trabajo de escribir «y los flacos dedos de los árboles hacen gestos de encantamiento en el aire cuando pasan a su lado» en medio de una larga descripción periférica a la historia, lo merece. Con la paciencia como hermana del disfrute, continuaremos.

Sí, también he escrito, una especie de columna o aguafuerte por semana en Facebook y un libro de cuentos y fotos, una hermosa experiencia que publicamos junto al Fer Vélez a fin de año. Pero esa sería una actividad literaria complementaria.

¿Vos pensabas que ibas a ser uno más, dosmildiecisiete? No, si podemos hacer para impedirlo, aunque sea sólo leer.