Alexis Oliva

Alexis Oliva

2017

El 1 de abril había en el salón de la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro (Unter) en Bariloche unas treinta personas, la mayoría jóvenes militantes de organizaciones territoriales, algunos en conflicto por una toma de tierras. Yo estaba ahí para contar la historia de la militante revolucionaria, feminista lesbiana y líder piquetera Viviana Avendaño. También hablamos de Rodolfo Walsh y su Carta Abierta a la Junta Militar, que por esos días cumplía 40 años.

A la mañana siguiente fui al acto por Malvinas y escuché del abandono y despojo a los ex combatientes. En el piso de laja de la plaza cívica, a metros de la estatua de Julio A. Roca, había nombres de víctimas del terrorismo de Estado, entre ellas el cordobés Mariano Pujadas, fusilado en 1972 en Trelew. De regreso, pasé frente al memorial del maestro Carlos Fuentealba, allí donde en 2007 fue asesinado por la policía de Neuquén. Entonces pensé: “El poder odia más fuerte en la Patagonia”.

A fin de año, uno duerme intermitente y a la mañana cuesta recordar los sueños. Uno de estos días me desperté pensando que entre esos jóvenes en la Unter podrían haber estado Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Incluso revisé las fotos de aquella noche, buscándolos. No los encontré. Quizás estuvieron, no lo sé. Sólo sé que me hubiera gustado conocerlos. Y que les agradezco.

A uno le puede ir bien, mal o más o menos. Pero es -o debiera ser- humanamente imposible sustraerse a la calamidad colectiva que azota a nuestro país y gran parte de Latinoamérica. La combinación de neoliberalismo y revanchismo mata. Mata con represión, como a Santiago y a Rafael; mata también con aquello que hace 40 años Walsh describía como “la atrocidad mayor” de la dictadura: “La miseria planificada del pueblo argentino”. Así mata a los anónimos excluidos. Y si no mata, encarcela: como a Milagro Sala, Facundo Jones Huala, Luis D’Elía y a ex funcionarios acusados de corrupción, pero presos por haber formado parte de una experiencia política demonizada. O sea, presos políticos.

En esto, los medios hegemónicos fueron cómplices indispensables, con un poder capaz de instalar mentiras absurdas con el simple mecanismo del estímulo-respuesta. En paralelo, muchos trabajadores y trabajadoras de prensa perdieron su trabajo en el naufragio de medios de comunicación pymes, alternativos, comunitarios, contrahegemónicos… Como muchos trabajadores despedidos, como los jubilados, una vez más saqueados.

El 2017 es un año de supervivencia. Llegar al final, individual y colectivamente, no es poca cosa. En el despertar de 2018 tendremos que esforzarnos más por retener lo soñado, porque nos espera un año de resistencias y –deberíamos pensar– de reconquistas. Más concreto, comparto el deseo de ese sinónimo de dignidad que es Sergio Maldonado: “Que haya justicia por Santiago y Rafael Nahuel, y que (el represor Miguel) Etchecolatz vuelva a la cárcel”.

Alexis Oliva – Periodista y docente – Autor de «Todo lo que el poder odia. Una biografía de Viviana Avendaño (1958-2000).»

Foto: Carolina Rojo.